Teoría política del sentido común

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Sobre el autor: Carlos Julio Manjarres Daza
Estudiante de Derecho
Investigador académico
Director de academia y mentalidad en COLIBRE


En la última etapa política del desarrollo militar liderado por el denominado “Estado moderno” se ha implementado una consigna en favor del desarrollo de armas de destrucción masivas, entre muchas formas de dominación y control producto de la
tecnología y la producción masiva de conocimiento, o como es la situación de países menos desarrollados, la demagogia y la ignorancia precedida de una pésima elite intelectual dominante y una permisividad con aquellos que ostentan el poder; constituyen la fuente de un tipo de Estado déspota.
Nunca en la historia de la humanidad el poder político contó con la fuerza destructiva para poner fin a la humanidad misma, es por eso que la cuestión política pasó de ser un tema deliberativo —en razón de la construcción de comunidad— a un tema vital. Sin embargo, ¿Dónde reside el sentido común en el alarmante peligro de la desaparición de lo político? esta interrogante no tiene una única respuesta, por el contrario, tiene muchas respuestas y bastantes similares, para aproximarnos a su esclarecimiento, debemos intentar identificar la finalidad de la política. Si bien todos tenemos construido —aunque sea un muy limitado— un concepto de política, la discusión sobre su finalidad debe obedecer a un consenso como
prerrequisito de su misma existencia y este es la búsqueda de la libertad —se descarta que signifique la relación entre dominadores y dominados—, en una expresión explícita, “la finalidad de la política es la búsqueda de la libertad” (Arendt), se puede afirmar que los prejuicios que muchas veces se han construido y asimilado en el imaginario colectivo acerca de la política tienden a confundirla con todos aquellos factores que acabarían con ella (con la política). La detracción de la política es el despotismo, la censura, el control de opiniones y el absolutismo del Estado.

Al haber esclarecido que la cuestión política no pertenece exclusivamente a los que se dedican a la política, sino que involucra a todos los miembros de una comunidad, la división entre lo que se comenta en la calle y lo que se comenta en los grandes centros de producción intelectual empieza a ser cada vez más abismal. Mientras en las facultades se enseña que el Estado es aquella figura omnipresente y omnisciente que todo lo puede, en la cotidianidad se identifica como un grupo selecto de estafadores, a los que no queda alternativa que seguir, pues aún no se logra concebir un mundo sin la concentración de la
fuerza coactiva.

La teoría política del sentido común no es más que disponer de los talentos cognitivos connaturales al hombre, como “pensar” desde una mirada simplista los engranajes políticos más inciertos. Todo ciudadano ante un Estado déspota e ineficiente debe buscar la manera de defender a su propiedad, a sus semejantes y a sí mismo de criminales. Mientras las elites intelectuales discuten estrategias torpes disfrazadas de humanismo para persuadir a criminales, y mientras los políticos rechazan las herramientas y mecanismos destinados para la materialización del derecho a la autoconservación, la población civil se enfrenta con olas de injusticias, criminalidad e impunidad.
Mientras los que ostentan el poder deciden cercenar derechos, la comunidad política se enfrentará ineludiblemente a una práctica apolítica (unpolitisch), a menos que un ciudadano pudiese discutir —o protestar— en base de los presupuestos aceptados de ética o teoría de justicia ante la ejecutoriedad de un procedimiento policial de determinadas prohibiciones
unilaterales del Estado no podríamos afirmar que se trata de una cuestión política sino de fuerza.
Entre muchas discusiones políticas, como la formulación del presupuesto público en una crisis económica, lo que el sentido común demanda es que se reduzca el gasto innecesario o que se suspendan alguno de los privilegios de la tradicional casta política (independiente de la ideología que digan suscribir), no que se implementaran nuevos impuestos. Lo que el sentido común demanda es pensar con cabeza fría, tomar decisiones a la luz de la ciencia y la razón, sin desconocer la tradición, no que se desencadenen las atrocidades del poder.

En conclusión, la política, cuya finalidad es la libertad, nos permite abordar los problemas desde una perspectiva práctica, formada en el sentido común, es posible que la mayor preocupación que se deba considerar en la democracia sea la ignorancia de los egresados de las universidades y no del llamado “vulgo”, el ejercicio de la política en base al sentido común —elegir de manera correcta— debe tener como consecuencia última de su praxis la limitación a la arrogancia del poderoso, no el desenfreno total del derroche de poder.


Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty Inc. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa.

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