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La corta distancia entre amar y prostituirse

Autor: Anthony Parra Ledezma

País:Argentina

La mayor cacería de la historia no ha sido de brujas, sino de prostitutas. Las “morales” arbitrarias y despóticas han prolongado el castigo civil a aquello considerado ajeno al comportamiento correcto, del que son vecinos. Este artículo es una defensa del trabajo más antiguo de la historia de la humanidad, el servicio sexual (de mayoría mujeres). Su libertad frente a las supersticiones, divagaciones populares no merece más que un poco de compasión.

El existir y que cada persona tome las decisiones sobre su cuerpo — si su vida es un fin el medio para alcanzar sus fines su cuerpo, su cuerpo ergo es su propiedad— se sigue un orden moral espontáneo porque el ser humano vive en una sociedad y no aislado, un espacio de “normas” de nuestros intereses frente a los intereses de otras personas como una consecuencia no esperada del fin (objetivos, intereses, metas) de cada uno.

Amar se vuelve bajo esos términos una conexión entre los amantes y sus valores —métodos para alcanzar una mejor vida— casi que homogéneos. Sin embargo, lo que se defiende al amar no se defiende frente aquellos que se prostituyen. No solo tienen paralelismos, sino que en muchos sentidos lo único que cambia es la “cultura”, el idioma en el que hablan, o lo que buscan decir.

Bien, dignidad y derecho por arbitrariedad y preferencias personales

Basar el ataque a las personas que se prostituyen en la dignidad de la mujer es obligar a una mujer a tomar decisiones bajo las otras mujeres. La imagen idolatrada de la mujer no tiene por qué dirigir las preferencias y decisiones del resto de mujeres. Cualquier prostituta es independiente, no un medio para otras mujeres.

Por otro lado, hablar de la “inmoralidad de prostituirse frente a sus condiciones laborales” no hacen otra cosa que definir qué es el bien para otras personas, es por lo tanto interesado y parcial a sus preferencias, una contradicción porque de ser así es amoral. Si se impone es buscar imponer preferencias. Estar en desacuerdo con la decisión de otro no se sigue de prohibición.

¿Por qué las preferencias de otra persona deberían de someterse a las de otros que ni participan y ni les afecta? Se observa grotesco decir a una pareja que se imponga a casarse con alguien y se utilice medios como el estado para conseguirlo, ¿por qué debería ser distinto en la prostitución?

La prostituta decidió analizando ventajas y desventajas ofrecer sus servicios sexuales, si toma una acción frente a otra es por su preferencia a esta decisión. Es libre de abandonar ese trabajo, como lo hacen los seres humanos al elegir una pareja. El prostituto no da su cuerpo como un bien, lo ofrece como un servicio.

El amor cuando es voluntario es legítimo; la prostitución es legítima cuando no se obliga a ejercer, si no se quiere intercambiar no se realiza. En el amor hay acuerdos y límites que si una parte las viola puede terminar con la relación o si es agresión en casos legales; en la prostitución se hacen acuerdos al intercambiar y límites en las acciones mutuas en base a esos acuerdos, toda agresión puede responderse por la ley. 

Se hacen las mismas acciones, pero en otros idiomas.

Entonces, ¿por qué se visualiza dantesca la elección de hacer intercambios sexuales y se admiran los intercambios de vínculos afectivos?

Antes de tener sexo siempre hay que ofrecerle algo al otro. Un altísimo porcentaje si no toda persona en contra del servicio sexual no daría sexo a cualquiera por nada, sin placer, en contra de su voluntad.

El sexo tiene un valor; ergo lo que molesta es la expresividad del acto o su cuantificación en dinero. Aquí surge la contradicción.

Siempre se paga por sexo

Aunque las convenciones sociales denigran el servicio sexual por intercambiar dinero por sexo lo han aprobado de otras formas en la historia en el presente tambipen

Las familias en que el hombre dirige la economía y la mujer se queda en casa cumpliendo con el sexo; los matrimonios acordados para engendrar un hijo heredero del trono; el chico que paga las cenas, que invierte emocionalmente para tener sexo y la chica que ofrece su sexo a cambio de su esfuerzo y carisma.

El Don Juan zalamero que perfumaba con palabras por intenciones sexuales con doncellas que conocían su pasado libertino; las formas ocultas de mujeres que pagan por sexo a nivel global en el libro editado por John Scott y Victor Minichiello. Distintos tiempos, mismas intenciones. Todos son comerciantes y quieren.

Amar y prostituirse son intercambios voluntarios; en uno se intercambia afecto, consideración y respeto; en otro se intercambia dinero, satisfacción y goce. Al igual que se puede arrepentir una persona de amar a otra, se pueden tener intercambios aceptados entre las partes que intercambian sexo.

Emocional o económico siempre se paga por sexo, sea intencional o no intencional. Siempre que obtenemos sexo como consecuencia de un acto tuvo que haberse ofrecido algo para que esa acción humana se llevara, ya sea en atractivo, económico y/o emocional. Existe una relación causal. 

But all relationships where trade takes place—termina este punto con Walter Block— sex as well as those which do not, are a form of prostitution”.

Abandonar la insensibilidad 

Los censuradores de la prostitución y sus actitudes medievalistas de cacería de brujas no muestran más que su intransigencia ante algo que desconocen y que tratan como verdaderos inquisidores. Servicio que en secreto se ha aceptado en forma de otros actos, que no está en su responsabilidad limitar y que —no será para este artículo—  beneficia a toda la sociedad.

Entre la ira y la imposición de la tajante división de terceros que no participan en este mercado no han hecho otra cosa que denigrar a las mujeres que han ofrecido un servicio a consumidores que contra todo pronóstico no dejan de ofrecerlo.

Ante el dañino deseo de esconder la realidad, el miedo a la vergüenza la prostitución no merece más agresión, repudio ni distancia. Merece compasión. Permitir que si las personas no necesitan a las prostitutas puedan dejar de hacerlo, si es que algo así puede suceder.

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