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Diversidad sexual y progresismo, ¿inseparables?

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El Senado de Chile ha aprobado el primer proceso para legislar el matrimonio igualitario, esta iniciativa ha dividido a la coalición oficialista de centro derecha y generado múltiples reacciones dentro de los ciudadanos. Organizaciones progresistas lo celebran, mientras que otros sectores temen que este sea el inicio del fin de la humanidad. A raíz de este contexto, quiero compartir mis reflexiones en relación con tales reivindicaciones y si pueden de ser defendidas por libertarios o progres.



No es misterio que, en muchos de nuestros países, la derecha política ha sido ajena, cuando no abiertamente contraria, a las reivindicaciones de la diversidad sexual y al ser mayoritariamente conservadora ha tendido a defender y justificar la coerción estatal en el plano individual. A pesar que liberales y conservadores comparten principios en muchas áreas, un aspecto en que algunos discrepamos, es que a veces, los últimos escasamente valoran la diversidad como una fuente de riqueza y tienden a verla como una amenaza para el bien común.

Cabe mencionar, que las causas y orígenes del colectivo han estado relacionados con el liberalismo clásico, comenzando con la idea que los individuos son universos propios, racionales, capaces de construir por sí mismos sus propios proyectos de vida, sin la intervención de terceros, menos aún del Estado. Una expresión clara de este principio nos la comparte John Stuart Mill con estas palabras:

«La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien a nuestra propia manera, en tanto que no intentemos privar de sus bienes a otros, o frenar sus esfuerzos para obtenerla. Cada cual es el mejor guardián de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La especie humana ganará más en dejar a cada uno que viva como le guste más, que en obligarle a vivir como guste» .

Es decir, el liberalismo clásico es crítico y escéptico en que el Estado no puede determinar una escala de valores para el conjunto de la sociedad. Como libertarios debemos reflexionar y participar en el debate de si nuestra defensa de una sociedad abierta y libre, es decir con coerción estatal muy acotada, incorpora la noción de una sociedad diversa. Igualmente, podríamos pensar en el mercado como un espacio en que los individuos manifiestan sus preferencias sobre los bienes que les ayudarán a decidir en ámbitos no directamente económicos, sino culturales e identitarios.

Con base en lo anterior, no habría ningún problema en señalar que el movimiento LGTB puede ser muy compatible con el capitalismo, entendido como un sistema de libre mercado. No obstante, la defensa de la agenda de diversidad sexual es percibida como progresista o de izquierda. Pero hay que señalar, que el conservadurismo no es patrimonio de la derecha. También lo es de izquierdas en distintas materias, incluyendo las libertades sexuales.

Como ejemplos de esto, tras la muerte de Mao Zedong en 1976, la homosexualidad se volvió a criminalizar en China Continental, posteriormente en 1997 la “sodomía” se despenalizó y hasta el día de hoy aún existe exclusión y acoso policial a individuos, bares, gay clubs, casas de té, entre otros. A diferencia de lo que ocurre en la República de China (Taiwan), único país asiático que posee matrimonio igualitario, o en Hong Kong, región con gran libertad económica, ingreso per cápita y desarrollo humano.

O basta recordar la persecución de homosexuales durante la era estalinista o el régimen castrista hace no tantos años. El caso de quienes alzan la imagen de Ernesto Che Guevara, maravillados por su humanismo, merece mayor atención, ¿cómo no abrazar al hombre que dijo el verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor?

Y es que, como bien es conocido, el Carnicero de la Cabaña no fue un inocente combatiente por la libertad. Ya tercero en el poder, detrás de Fidel Castro y su hermano Raúl, además de determinar la ejecución de todos los disidentes políticos, guillotinar la prensa independiente y arrastrar la economía cubana a la quiebra, hizo encarcelar a todos los homosexuales. Los nuevos hombres debían ser obreros vigorosos, trabajadores, patriotas, desinteresados, monógamos, austeros y en especial, heterosexuales.

Los castristas aunaron todos sus esfuerzos para que la sociedad viera a los guerreros barbudos como hombres viriles capaces de salvar la revolución. Todo lo contrario a los gays, ya que, en la revolución, la homosexualidad se consideraba una fase que había que superar. Algo parecido nos diría Engels al considerar esta orientación sexual como un mal del capitalismo que el comunismo iba a solucionar. Ver a homosexuales pasearse con camisetas del Che Guevara es bastante incoherente, pero ya sabemos que no hay nada más progre que serlo, se lleva en la sangre, y en la camiseta.

El movimiento por la diversidad sexual se ha alejado de sus ideales originales, asociados a la libertad y la igualdad ante la ley. Si entendiéramos que como individuos valemos, no es necesaria la hiper denominación existente sobre los proyectos de vida que podríamos asumir en nuestra vida sexual o amorosa.

Es preciso tener presente que la hipótesis de los grupos excluidos (homosexuales, étnicos, mujeres, religiosos, etc.) merecen una ciudadanía diferenciada, para equilibrar la exclusión o discriminación, contraría dos principios fundamentales de la sociedad libre y del concepto de ciudadanía universal clásico: la igualdad ante la ley y la individualidad de la persona humana como entidad principal de cualquier organización económica, política o social. Como sostiene Roger Scruton:

«La práctica por la cual individuos de algún grupo históricamente desfavorecido son admitidos a ventajas de las cuales otros, con mejores calificaciones, son excluidos, es un desafío a la idea de que existen derechos humanos universales que le pertenecen a cada persona por su calidad de individuo.»

Además, implica el abandono del principio de igual trato para todos y su sustitución por un sistema en donde las ventajas o desventajas se asignan no de acuerdo a la pertenencia a la especie humana o a la calidad de ciudadano, sino en virtud de la pertenencia a un grupo específico. Este tipo de intervenciones presumen la inferioridad de quienes supuestamente deben ser recompensados, pues deben serlo en virtud de su inferioridad y no de su igualdad. Este tipo de pensamientos, nos llevarían de vuelta a la época feudal.

En una sociedad libre, las personas somos consideradas igualmente merecedoras de consideración y respeto. Todas tenemos el mismo derecho a tomar decisiones sobre nuestras propias vidas, mientras no causemos daño a otras. Esta visión está basada en la profunda convicción de nuestra propia naturaleza como seres humanos, la misma que todos compartimos. Todos queremos tomar nuestras propias decisiones, independientemente de nuestra etnia, religión o sexo; y todos queremos que los demás respeten ese derecho. La regla de una sociedad libre es trata a otros como quieres que te traten.

Hemos de recordarles tanto a progres y conservadores esta noción de la igualdad moral y legal. Los primeros deben respetar las creencias y valores que otros ciudadanos puedan tener, junto con su libertad económica, mientras los segundos no deben olvidar que la libertad es una sola, y no está exclusivamente asociada a las transacciones, sino a las decisiones que queramos tomar en distintos planos de nuestra vida, incluido la sexualidad.

La libertad impide la discriminación, en los países menos libres, la discriminación abunda. Puede ser una tarea difícil conseguir un buen trabajo o tener acceso a servicios adecuados si no perteneces a la clase, casta, religión o familia adecuada. Por el contrario, las economías de libre mercado impiden la discriminación. Los productores en sociedades abiertas no pueden darse el lujo de discriminar cuando eligen con quién van a comerciar o a quién van a contratar.

Los empleadores en la industria competitiva emplean gente por su capacidad intelectual. No pueden permitirse discriminar según la casta u otros factores individuales. Aquello que las leyes anti-discriminación no han logrado en décadas, lo ha conseguido en pocos años el simple interés propio de empresarios libres. Es el Estado quien puede, y lo ha hecho a lo largo de la historia, arbitrariamente impedir que los individuos cumplan con sus proyectos de vida, mediante discriminación y coerción.

Como libertarios debemos defender la libertad de las personas en todas sus esferas, y separar la defensa de la libertad sexual con la agenda progre, exaltando al individuo y la economía de libre mercado por sobre la intervención y el colectivismo. Los latinos debemos estar abiertos al debate, y recordar que personas como Margaret Thatcher, Joshua Wong o Tsai Ing-wen han contribuido más por la sexualidad, que muchos otros personajes de izquierda. La defensa de la diversidad no puede ser patrimonio de un cierto sector político. Aun así, debemos exponer las incoherencias y ser críticos con el colectivo LGBT condenando la corrección y censura alzando activamente la libertad de expresión y la igualdad ante la ley.


Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty Inc. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa.

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