Autor: Franco Farías Valero
País: Guatemala
Aristóteles decía que somos un Zoon Politikón, animales políticos, ruego esto se interprete como que, al vivir en sociedad, inexorablemente actuamos y tomamos postura frente a los cambios o la administración de nuestra ciudad, aldea, vecindad, etc. Este concepto ―el de animal político― nunca debe interpretarse como que todos somos políticos, en cuanto a los políticos “profesionales” (o aspirantes a) de hoy.
Pues no hay mayor lacra social que los políticos profesionales. Son profesionales, sí; pero en el vil arte del engaño y en sustraer, compulsivamente, una parte ―no menor― de nuestros ingresos. Ellos, comúnmente, les llaman impuestos y los tildan de necesarios, pero ¿en qué sociedad es necesario robar para que ésta siga existiendo? En ninguna parte. Los impuestos son similares a ser robado por un ladrón y que, después de un tiempo, vuelva con un helado y te lo regale ―a pesar de que lo compró con tu dinero―, exigiéndote a cambio devoción y respeto porque te regaló el helado. El ladrón diría algo como: «si no fuera por mí, nadie te habría comprado este helado».
Además, esto es otra “falla del mercado”. La esencia del robo sigue intacta, lo único que cambió fue que, después del robo, se usó parte del dinero para comprarle algo.
Esto que ahora es tan fácil de apreciar, cuando lo dice un político profesional es casi imperceptible; cuando dice: «subamos impuestos». ¿Qué significado diferente tiene al de «queremos robar más”? Es precisamente esto, la capacidad de hacer ver la esclavitud como libertad, la guerra como paz y la ignorancia como sabiduría (¡igual que en 1984!). Una capacidad que los hace tan desagradables para quienes buscamos vivir honestamente.
Cuando los políticos quieren intervenir en el mercado, ya sea para beneficiar a algún amigo empresario, para llenar más sus bolsillos o por ceguera ideológica, lo que les impide ver cómo funcionan realmente las cosas, acusan a las “fallas de mercado”. Sacan a la palestra estas “fallas de mercado” cuando ocurre algo que ellos no quieren que suceda. Luego, el benevolente Estado es quien puede arreglar dicha falla y, sorpresa, solo sabe arreglarlas restringiendo la libertad de los ciudadanos.
N. G. Mankiw, uno de los economistas favoritos de los políticos, nos dice que «Los economistas utilizan el término falla del mercado para referirse a una situación en la cual el mercado, por sí solo, no asigna eficientemente los recursos». ¿Será que, realmente, puede fallar el mercado? Preguntémonos entonces qué es el mercado. El mercado, simplemente, es el proceso de interacción e intercambio de los individuos. En palabras sencillas, el mercado no es más que las interacciones (compras, ventas, trueques, etc.) que tenemos las personas cuando vivimos conectados los unos con los otros.
Cuando se dice que el mercado asigna los recursos, simplemente estamos diciendo que, cuando algo es muy apetecido, nuevos proveedores llegarán para ofrecer el bien apetecido y asignarán sus recursos a la producción de éste. Asimismo, cuando un bien es despreciado por la gran mayoría de personas ―nadie lo requiere para alcanzar un fin―, quienes producen ese bien despreciado, destinarán sus recursos a la producción de otros bienes más deseados por la sociedad.
Entonces, entendiendo lo que es, realmente, el mercado y cómo se asignan los recursos en la economía, cuando se nos dice que «las “fallas de mercado” hacen que el mercado no destine los recursos de manera eficiente» pareciera que lo que los políticos realmente quieren decir es: «ustedes, el pueblo tonto, ni siquiera sabe lo que quiere (menos cuando tienen que votar). Yo, el político sabelotodo, sé mejor que ustedes qué es lo ustedes quieren, así que dejen de comprar y vender esas cosas que en verdad no quieren, compren y vendan solo lo que yo les digo y al precio que les digo».Pareciera entonces que los políticos, una vez más ―para sorpresa de nadie―, les han mentido a los ciudadanos. No existen tales cosas como “fallas de mercado”, solo cosas que los políticos quieren que hagas y cosas que no.