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El mundo está encerrado. Una pandemia que nadie esperaba ha puesto en jaque los sistemas de salud mundiales y a las estrategias de contención de los gobiernos. Casi todos los países han optado por la cuarentena, una estrategia histórica ante situaciones así. Se supone que todos deberían estar en casa, pero día a día se observa en las noticias que en muchas ocasiones esto no ocurre. La indignación ante la inconsciencia de algunos individuos puede llevar a preguntar: ¿Qué necesitan para entender? ¿Se debería forzar la cuarentena? La India ya optó por castigos físicos, mientras que Filipinas por tirar a matar. ¿Es justificable llegar a estos extremos? Proteger el bienestar común es el pretexto más utilizado, pero ¿qué hay de los millones que necesitan trabajar para sobrevivir? Problemas éticos, económicos, sociales y políticos aparecen por doquier, vistos como un mal necesario, intrínsecos a la situación. No tiene porqué ser así. La cuarentena forzada es una estrategia ineficaz en términos morales y económicos. Existe una mejor alternativa basada en el libertarianismo.


Mauricio Márquez Peralta

1) Estudiante de Ingeniería en Biotecnología en el Tecnológico de Monterrey.
2) Actualmente es un pasante de la primera generación de HeroX, un programa de desarrollo físico, espiritual, social y personal. El objetivo de dicho programa es crear héroes morales, capaces de defender la libertad y de favorecer el florecimiento de las personas.


El mundo está encerrado. Una pandemia que nadie esperaba ha puesto en jaque los sistemas de salud mundiales y a las estrategias de contención de los gobiernos. Casi todos los países han optado por la cuarentena, una estrategia histórica ante situaciones así. Se supone que todos deberían estar en casa, pero día a día se observa en las noticias que en muchas ocasiones esto no ocurre. La indignación ante la inconsciencia de algunos individuos puede llevar a preguntar: ¿Qué necesitan para entender? ¿Se debería forzar la cuarentena? La India ya optó por castigos físicos, mientras que Filipinas por tirar a matar. ¿Es justificable llegar a estos extremos? Proteger el bienestar común es el pretexto más utilizado, pero ¿qué hay de los millones que necesitan trabajar para sobrevivir? Problemas éticos, económicos, sociales y políticos aparecen por doquier, vistos como un mal necesario, intrínsecos a la situación. No tiene porqué ser así. La cuarentena forzada es una estrategia ineficaz en términos morales y económicos. Existe una mejor alternativa basada en el libertarianismo.

Los humanos buscan su desarrollo y felicidad personal y el de aquellas personas que aman como prioridad en su vida. “La felicidad se relaciona con la sensación de libertad interior, de hacer y vivir desde uno mismo, sin dependencias ni imposiciones, reconociendo los valores y límites en uno mismo y en los demás” (Fernández, 2009). No se puede definir objetivamente qué brinda felicidad, ya que cada uno es el único con el conocimiento y experiencia necesarios para decidir. Ante la incapacidad para definir el bien (Pirsing, 1975), al individuo se le presentan dos situaciones: imponer su definición de “bienestar” mediante la fuerza o recurrir a la argumentación para convencer a otros. La filosofía que opta por la segunda opción es el libertarianismo, pues considera que el proyecto de vida de cada individuo tiene que ser definido por él mismo, nunca bajo la coerción de un tercero. Ser libertario es vivir con base en el Principio de No Agresión (PNA): “Nadie nunca puede iniciar el uso violento de la fuerza física contra la vida, libertad o propiedad de cualquier otro individuo” (Centro Mises, 2009). Como su nombre lo dice, este es un principio, no una estructura jerárquica de valores. Uno puede perfectamente creer en la religión que le plazca, promover las ideas que respalde o consumir lo que desee siempre y cuando no lo rompa.

Estar de acuerdo con el principio de no agresión es bastante intuitivo: Si uno fuese obligado por su vecino a quedarse encerrado en casa por tiempo indefinido a favor de lo que él considera el “bienestar común”, bajo amenaza de violencia o castigos, sin duda ocasionaría un rechazo inmediato. Posiblemente el vecino sería acusado de secuestro o chantaje. Sin embargo, por razones históricas y psicológicas, las personas no usan dicho principio para juzgar al gobierno (Huemer, 2013). Al hacerlo, uno llega inevitablemente a la conclusión de que es un monopolio de coerción y uso de la fuerza (Molyneux, 2013). Sus acciones se ven respaldadas por la creencia de que cuando un individuo persigue su bienestar propio, dañará forzosamente el de los demás, por lo que las autoridades deben intervenir para proteger el bien común y la justicia social (Kaiser, 2017). Se da por hecho que es mucho más deseable satisfacer las necesidades, bienestar y deseos de la mayoría al coste de sacrificar los de unos pocos. “Las necesidades de la sociedad vienen antes que las necesidades del individuo”, aseguró Hitler en 1933.

Salir de casa no supone un uso violento de la fuerza contra nadie; que las autoridades te castiguen por hacerlo, bajo la excusa de proteger a la sociedad, sí. Sin duda el aislamiento social evitará contagios y si una persona lo considera su mejor opción, no hay razones para impedirle que lo haga. Puede que algunos individuos tengan el privilegio de encerrarse voluntariamente durante la pandemia, haciendo uso de los recursos y bienes que han acumulado, pero hay emprendedores y trabajadores que necesitan conseguir los medios para vivir día con día. Si una persona considera que le será mejor para su proyecto de vida trabajar bajo el riesgo de contagiarse de COVID-19, ¿qué superioridad moral tiene otro de impedírselo? El que sus decisiones no parezcan ser las correctas no brinda motivos para invalidarlas, pues “racionalidad no significa hacer lo correcto, sino hacer lo lógico en la medida de tus capacidades” (Kofman, 2020). Para impulsar a alguien a reconsiderar su decisión, se le puede brindar información y argumentos con el objetivo de hacerle más consiente, pero nunca obligársele mediante la fuerza, pues esto implica un atentado y menosprecio a su razón y persona. Las necesidades, juicios o deseos propios jamás otorgan derechos sobre un tercero.

Convencer a otros se vuelve entonces la clave para lograr ciertos comportamientos; los incentivos son muy útiles para hacerlo sin recurrir al uso de la fuerza. Estos pueden ser aceptados o rechazados por cada uno de acuerdo con su criterio propio. Hay incentivos más funcionales, como los financieros, que usualmente llevan a un resultado mucho más controlable y predecible que un incentivo moral o coercitivo (Motuschi, 2011). No contagiarse, no contagiar a otros o no ser castigado por las autoridades no son incentivos funcionales porque dependen de la moral del individuo (que le importen los demás) y no existe la posibilidad de elección a la hora de recibirlos. También influyen la suerte y las condiciones externas, como encontrarse con un infectado o un policía. Otro problema con los incentivos se presenta en el sistema de salud. Si las personas cuentan con seguridad social ofrecida gratuitamente por el estado, no tendrán que pagar directamente las consecuencias de enfermarse. La libertad implica responsabilidad y se necesitan instituciones que promuevan ésta en vez del acostumbrado paternalismo (Ruwart, 2015). Ahora mismo en México, a pesar de la declaratoria de fase 3 de la contingencia y las constantes peticiones de gobierno por respetar la sana distancia, la gente sigue saliendo. ¿Por qué lo hacen? La respuesta está en los incentivos: es mejor para estas personas salir y ganar algo de dinero para comprar comida y pagar deudas, además de que, si se enferman, no les cuesta prácticamente nada.

¿Qué alternativa queda? ¿No se debería hacer una excepción por esta ocasión y seguir la estrategia del gobierno por más ineficiente e inmoral que sea? Una opción es utilizar los contratos, como, por ejemplo, en las compañías de seguros. La aceptación de un contrato implica la libre elección de la persona, quien elegirá los incentivos que mejor le ayuden a desarrollar su plan de vida. Si se incumple lo establecido se puede rescindir el contrato bajo las condiciones aceptadas al firmar. Mi proposición personal sería que, en caso de pandemia, se podrá trabajar sólo bajo las siguientes condiciones: cubre bocas obligatorio, mediciones de temperatura a la entrada y la salida, prueba analítica de COVID cada 3 días, sólo 4 días de trabajo, etc. En caso de perder el trabajo, se pagarán $1000 semanales hasta por dos meses de duración durante la contingencia. Si uno se enferma, se cancelan tanto el permiso de trabajar como el pago semanal, para dirigir los recursos a cubrir los gastos médicos. La creatividad humana y la competencia entre aseguradoras llevará a que, con el tiempo, las condiciones de los contratos vayan mejorando y diversificándose ante las necesidades de los clientes (Huemer, 2013). Aquella que obligue a sus asegurados a quedarse en casa sin otro incentivo se verá afectada con menores utilidades, mientras que las que ofrezcan mejores incentivos tendrán más demanda. El uso de contratos no tiene porque permanecer tal y como los conocemos hoy en día, además de que su uso se puede extender más allá de las aseguradoras (escuelas, empresas, condominios, etc.). Si todavía no se nota la diferencia entre esta estrategia y la del gobierno, hay que tener en mente que la compañía de seguros tiene el mismo objetivo que los asegurados, es decir, el beneficio propio. Esto implica pocos contagiados y seguridad económica. En contraparte, el gobierno, o sus integrantes, no puede buscar el beneficio propio ya que, por definición, sería corrupción (Real Academia Española, 2020, definición 4); además, no puede hablarse de pérdidas económicas, ya que sus recursos los obtiene por medio de impuestos. Cuando una aseguradora es ineficaz, debe mejorar su servicio y hacer uso eficiente de los recursos o desaparecerá; cuando el gobierno es ineficaz, puede aumentar los impuestos, producir inflación o generar deuda, además de que es imposible que desaparezca.

Todo lo aquí escrito no sugiere más que el respeto por el proyecto de vida de cada persona, como lo hace el libertarianismo. El gobierno no tiene autoridad moral justificable que le permita tomar la decisión de procurar a la mayoría a costa de la minoría. Tampoco corresponde a éste forzar la cuarentena ni pagar por las decisiones de los individuos. Si alguien considera que es más provechoso trabajar y salir durante una pandemia, debe decidir de forma libre si hacerlo o no, así como asumir los costos de sus decisiones. Se puede hacer uso de poderosas herramientas como los incentivos y los contratos para perseguir un fin, pero nunca de la violencia. El fin jamás justificará los medios. Si al terminar de leer este ensayo te parece que el libertarianismo y el PNA no son suficiente para resolver un problema de esta magnitud, que es necesario brindar apoyo a los afectados y que claramente hay algo mal con salir sin preocuparse por los demás, siempre está abierta la opción de dedicar tiempo y recursos propios para alcanzar estos fines. En caso de que estés pensando que también tú tienes necesidades o que implica mucho riesgo, te invito a releer la primera oración del segundo párrafo. Hace falta libertad para que enfrentes la pandemia como a ti te parezca mejor. Recuerda que nadie nunca puede obligarte a hacer algo en contra de tu voluntad, incluso si eso es quedarte en casa.

Referencias

Centro Mises. (20 de noviembre de 2011). El principio de no-agresión (1) [Archivo de video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=qfKV_NQ6gP8

Fernández, M. R. (2009). Construyendo nuestra felicidad para ayudar a construirla. Zaragoza: Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, vol. 23, núm. 3, diciembre, 2009, pp. 231-269.

Huemer, M. (2013). The problem with political authority. Hampshire: Palgrave Macmillan.

Kaiser, A. (2017). La tiranía de la igualdad. Barcelona: Grupo planeta.

Kofman, F. (26 de marzo de 2020). Esencialismo. [Curso de CBA con acceso restringido] Conscious Business Center. https://campus.cbcinternational.org/course/view.php?id=51&section=17

Molyneux, S. (21 de septiembre de 2013). Libertarianism: an introduction [Archivo de video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=Ki9QiPw7gB4

Motuschi, L. (2011). El problema de los incentivos. Lo económico vs lo ético. CEMA working papers: Serie Documentos de Trabajo, núm. 474.

Pirsing, R. (1975). Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta. Toronto: Bantam.

Real Academia Española. (2014). Corrupción. En Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. Recuperado el 22 de abril de 2019, de https://dle.rae.es/corrupción

Ruwart, M. (2015). Healing our world: The Compassion of Libertarianism. San Francisco: International Society of Individual Liberty.


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