Reflexiones sociológicas en torno a “La ruta del arroz” [Primera Parte]

En el presente ensayo cavilo acerca de la apelación a la identidad costarricense como legitimación de una u otra postura en el marco de La ruta del arroz, así como su papel en la construcción (y validación) del nosotros político. No está en mi interés determinar si dichas medidas son necesarias, “justas”, mejorables o efectivas.

LA RUTA DEL ARROZ

De acuerdo con el Ministerio de Comercio Exterior de Costa Rica (COMEX), la conocida popularmente como Ruta del arroz, corresponde a «una serie de propuestas para que los costarricenses paguen por un arroz de calidad pero a más bajo precio. (…) una ruta la cual, no solo busca beneficiar al consumidor, sino a los pequeños y medianos productores» (COMEX, 2022). Dicho objetivo se operativizó mediante el Decreto Ejecutivo N° 43642 que versa lo siguiente:

«procede llevar a cabo una serie de acciones que tienen por objeto la modificación de los Derechos Arancelarios de Importación (DAI) contemplados en el Arancel Centroamericano de Importación aplicados por Costa Rica para el arroz en granza y el arroz pilado, con el propósito de promover condiciones óptimas de competencia que mejoren el precio final al consumidor nacional» (Procuraduría General de la República, 2022, IV).

Concretamente, tras el decreto los aranceles pasaron de un 35% a un 4% en el caso del arroz pilado y de un 35% a un 3,5% en el caso del arroz en granza. Ahora bien, tal medida política (como es lo normal) no contentó a todos y, consecuentemente, despertó “resistencia”. A grandes rasgos son palpables dos posturas o “bandos”: primero, el oficialista, que respalda las disposiciones contenidas en el decreto y; en segundo lugar, la oposición que, obviamente, repudia dichas medidas.

Si bien durante esta disputa se han esgrimido una verborragia de argumentos de corte técnico y/o utilitario, me parece que la política real raramente responde a dichos estímulos y, la experiencia del pasado, justifica obviar (para efectos de este breve ensayo) tal disyuntiva. Por este motivo considero fecundo abordar la cuestión desde la sociología, disciplina que entre sus grandes cuestiones busca determinar «¿de qué manera los tipos de relaciones sociales y de sociedades que habitamos se relacionan unos con los otros, nos vemos a nosotros mismos y vemos nuestro conocimiento, nuestra acciones y sus consecuencias?» (Bauman y May, 2007, pp. 15-16).

De esta manera pretendo “poner a andar” lo que Wright Mills (1997) denominó La imaginación sociológica y responder: 1) por qué el costarricense se siente más cómodo y parte con una u otra caracterización de identidad costarricense y; 2) como el poder político hace un esfuerzo por construir, apropiarse y usar a su favor este sentido de pertenencia.

IDENTIDAD

La identidad es la respuesta a ¿quién soy?, «una instancia del sentido; es una fijación del sentido en el yo, que se narra a sí mismo. Pero no como mera biografía presentada en forma de cúmulo de anécdotas. Quién soy yo demanda una respuesta que guarde algún grado de coherencia y continuidad, que dé por resultado la mismidad. Mi identidad estabiliza mi vida, en la medida que hace que mi yo sea el mismo ayer, hoy y mañana» (Laje, 2023, p. 87).

Ahora bien, la construcción de la identidad no es un acto meramente individual sino que responde a la socialización; socialización contextualizada histórico, cultural y territorialmente, de ahí que se diga que «estructuras sociales históricas específicas engendran tipos de identidad, reconocibles en casos individuales» (Berger y Luckmann, 2003, p. 214). Seguidamente, a la cuestión ¿cómo se crea la identidad? se responde de la siguiente manera:

«Los individuos con todo su potencial, son socializados y educados dentro de un grupo que se ubica y en el tiempo; valores, creencias, costumbres, convenciones, hábitos y prácticas son transmitidas a los nuevos miembros de la comunidad. El proceso de identificación con los elementos de una cultura específica implica una fuerte inversión emocional; todas las culturas seleccionan partes de una realidad neutral y le atribuyen significado. Los individuos nacen dentro de una cultura que determinan la manera cómo se ven y se organizan a sí mismos, en relación con otros y con la naturaleza» (Palacios, 2008, p. 32).

Como veremos más adelante, la apelación al costarricense varía, necesariamente, en función de quienes son considerados como tales y, por extensión, en un intento por “atizar” una suerte de nacionalismo económico o, por el contrario, en una concepción más abstracta e individualista.

EL OFICIALISMO

He denominado como el maltratado consumidor individual a la caracterización que realiza el Oficialismo del costarricense. Procedo a fundamentar dicho tipo ideal. De buenas a primeras es una concepción apropiada para la época en la cual vivimos donde, al menos para ciertos sectores, la lógica de mercado y la iniciativa privada son el único motor “válido” tanto del progreso como del bienestar y, consecuentemente, la persona es, ante todo, un comprador.

Así, pues, se dice que el consumidor ha sido maltratado por los “grandes productores”. Por ejemplo, desde el COMEX (2022) se dijo que «La decisión [es decir, la reducción de aranceles] fue pensada principalmente en el consumidor, quien ha sufrido por años de abusos en los costos de este grano básico». En adición a esto, son muy sugestivas las palabras del presidente Rodrigo Chaves:

«Me llena de enorme satisfacción, como presidente de la República, decirle a los costarricenses que se acabó el oligopolio y los regalos de los consumidores más pobres de este país que han pagado millones de dólares de más por este cereal tan importante» (COMEX, 2022).

En efecto, los “malos de la película” son los productores, pues de ellos se dice, con o sin razón, que han sido “protegidos” por el Estado. Las industrias arroceras, mediante la regulación del mercado, «se han visto beneficiadas por la diferencia entre los bajos precios del arroz a nivel internacional y los elevados precios nacionales. (…) la garantía de un precio artificialmente alto y que finalmente pagan los consumidores, no es suficiente para que el sector introduzca los cambios necesarios para aumentar su productividad y ser más competitivo» (COPROCOM, 2017, como se citó en PGR, 2022, V).

A esto debemos agregarle el factor “pobres”. Como ya es frecuente, la política encuentra en dicho grupo la justificación más apremiante para sus actuaciones, en este caso los pobres son apelados dado a que, de acuerdo con el Dirección de Investigaciones Económicas y de Mercados (MEIC): «El consumo de arroz en Costa Rica es de suma importancia, especialmente para los estratos poblacionales de menor ingreso» (2022, como se citó en PGR, 2022, IX). Y, como si esto no fuera suficiente, el argumento “se cierra” contraponiendo los intereses de los productores al de los consumidores; en especial a los más vulnerables:

«Primeramente, el apoyo al productor para el arroz le está imponiendo una carga significativa al consumidor, especialmente al más pobre. Costa Rica posee uno de los precios domésticos más altos para el arroz en el mundo. Los consumidores (especialmente de los hogares de escasos recursos) asignan una parte significativa de sus ingresos a la adquisición de este grano básico a precios más altos que en el mercado internacional» (OCDE, 2017, como se citó en PGR, 2022, VI).

En resumen, el oficialismo presenta a un consumidor individualizado, en muchos casos pobre, obligado a subsidiar a grandes productores ineficientes como consecuencia de la protección que el Estado costarricense les ha prestado (hasta esta administración) y que, además, no deja actuar al mercado en todo su esplendor. Puntos a destacar son que: a) el alto grado de abstracción manejado es lo suficientemente amplio para que mucha gente se pueda identificar (consumidores) y movilizar (pues los arroceros se “aprovechan” de ellos); b) el juego entre las nociones de desigualdad y privilegio, sobre todo esta última que, entendida en su acepción etimológica (privilegio ante la ley), concreta sin el menor atisbo quien es el malo, y, en un sentido lato; c) el pobrismo, pues, mejorar las condiciones de los pobres es el punto de inflexión que deslegitima la protección del productor; los pobres (siempre virtuosos) están del lado de los buenos, y los buenos, del lado de los pobres…

[Por temas de extensión el ensayo se dividió en dos partes, véase la segunda parte].

REFERENCIAS

Bauman, Z. & May, T. (2007 [1990]). Pensando sociológicamente. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

Berger, P. y Luckmann, T. (2003 [1968]). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Laje, A. (2023). Generación idiota: Una crítica a adolescentrismo. Ciudad de México: HarperCollins México.

Mills, C. W. (1997 [1959]). La imaginación sociológica. México, D. F: Fondo de Cultura Económica.

Ministerio de Comercio Exterior de Costa Rica. (06 de julio de 2022). Gobierno de la República presenta Ruta del Arroz. COMEX. https://www.comex.go.cr/sala-de-prensa/comunicados/2022/julio/cp-2764-gobierno-de-la-rep%C3%BAblica-presenta-ruta-del-arroz/#:~:text=El%20Gobierno%20de%20la%20Rep%C3%BAblica,los%20peque%C3%B1os%20y%20medianos%20productores.

Molina, S. y González, E. (2017). Historia de Costa Rica. San José: EUNED.

Palacios, M. (2008). Estado-nación y nacionalismo: discursos de una práctica discontinua en la era de la información. San José: Editorial UCR.

Procuraduría General de la República. (03 de agosto de 2022). Modificación de los derechos arancelarios a la importación del arroz en granza y pilado. Sistema Costarricense de Información Jurídica. http://www.pgrweb.go.cr/scij/Busqueda/Normativa/Normas/nrm_texto_completo.aspx?nValor1=1&nValor2=97572

Sojo, C. (2013). Igualiticos: La construcción social de la desigualdad en Costa Rica. San José: EUNED.

Weber, M. (2017 [1904]). La “objetividad” del conocimiento en la ciencia social y en la política social. Madrid: Alianza Editorial.Weber, M. (2024 [1904/1905]). La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo. Madrid: Alianza Editorial.

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