Parte 2: ¿Es la Sharía una amenaza existencial para los valores de Occidente?

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El viejo continente, que ha gestado durante siglos los valores democráticos, laicismo y derechos universales desde hace muchos años, se está produciendo una expansión del Islam junto a un creciente interés en la SharÍa que no solo representan un desafío cultural, sino también una amenaza a los principios fundamentales que enmarcan a las democracias de tinte conservador o liberal,  y que se enfrenta problemas relacionados con el siglo XXI, como el Estado de Derecho, la igualdad de género y los derechos individuales.

Sin embargo, el aumento de la migración desde los regímenes musulmanes y el asentamiento de comunidades que profesan la fe y tienen prácticas basadas en la Sharia han generado tensiones culturales y nuevos problemas sociopolíticos. Mientras muchos defensores de estas prácticas argumentan que son una expresión de identidad y fe, críticos sostienen que estas normas religiosas son incompatibles con los valores que fundaron a Occidente como la libertad individual y la igualdad ante la ley.

Todo ello ha derivado en un multiculturalismo europeo que ha permitido la coexistencia de diferentes culturas, pero ha fallado en promover una integración efectiva con las naciones en las que se encuentra, como han sucedido en países como Francia y España, debido a sus ciudadanos. Esto ha progresado a la aparición de comunidades musulmanes aisladas donde las normas de la Sharia prevalecen sobre las leyes locales. Estas prácticas, aunque para muchos son símbolo de diversidad cultural. Otros advierten que en el trasfondo son un desafío cultural, por el occidentalismo del mundo genera divisiones en los europeos.

La Sharia representa un problema directo al Estado de Derecho y estas son las razones. En primer lugar, la incompatibilidad se produce porque el sistema legal de la Sharia funciona como un sistema legal en el mismo funcionamiento que las leyes nacionales del país y obstruye la soberanía del Estado de Derecho imperante. Esto ya se ha evidenciado en arbitrajes islámicos en conflictos comerciales y familiares, donde se ignoran principios fundamentales. Además de ello, el control sobre las mujeres y su desvalorización que impone la Sharia por la práctica de la poligamia, la obligatoriedad del velo y la desigualdad en el acceso a derecho legales que contradice a las libertades de occidente debido a sus diferentes ideologías políticas. Finalmente, el rechazo de las libertades individuales como la libertad de expresión por las ideas de hombres y mujeres por ser libres. La libertad de conciencia por otras religiones que imperan como el cristianismo el cual muchos de ellos son atacados por otros musulmanes radicales y apedreados por incluso sus propias familias según las leyes coránicas. 

El multiculturalismo fracasó puesto que occidente ha permitido que comunidades musulmanas operen al margen de los valores democráticos europeos, exacerbando la segregación social. En lugar de fomentar la integración, estas políticas han facilitado la formación de guetos culturales, donde las comunidades musulmanas viven aisladas y lejos de los principios de libertad, igualdad y justicia de las democracias occidentales.

La Sharía no solo plantea un desafío cultural, sino que, para resolverlo, debe promoverse una integración efectiva, y el respeto por las normas democráticas debe ser la prioridad para evitar que estas divisiones se conviertan en una amenaza existencial para Occidente.

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