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Individualismo: Un discurso del Miedo

Individualismo es la palabra que pretende introducir uno de los discursos más cuestionables por excelencia en los últimos tiempos. Como concepto, el signo individualismo se nutre de connotaciones negativas que, para efectos de una época saturada de posverdad, terminan por convertirse en reflexiones inequívocas disociadoras de la opinión popular. La distorsión semántica de esta tendencia filosófica visibiliza la poca, o más nula, espontaneidad con la que la palabra individualismo se convirtió en uno de los epítetos más usuales para denostar políticamente todas aquellas cuestiones que, ideológica y filosóficamente, propugna el capitalismo.

Sobre esta táctica, es a penas infructuoso tratar de atenuar la participación intencionada de plataformas mediáticas y sectores políticos cuyos intereses salen a flote en la severa campaña ideada para transformar la palabra individualismo en una estrategia diferencial: el miedo.  El individualismo y su discurso está provisto de una persuasión emocional presente en las narrativas de control que circulan masivamente a través de la cultura, los medios de comunicación y los idearios políticos cuya pugna entre colectivismo e individualismo sigue latente. Es categóricamente incorrecto pensar en el término sin antes vislumbrar el imaginario que se ciñe detrás de la palabra y que se forja como un ególatra benefactor de la cultura del egoísmo y los intereses privados. 

Ya lo mencionaba Christopher Lasch en su cultura del narcisismo; el individualismo es el mal de los tiempos modernos, una cuestión de supervivencia y una prescripción moral que forma parte del discurso liberal sobre cuestiones del individuo. Tampoco se pueden olvidar teorizaciones más modernas como las de Bauman  y la liquidez con la que tanto hace referencia e insiste en los peligros del individualismo del mundo moderno. 

Pero hablemos entonces de la polisemia de la palabra individualismo y la compleja interpretación discontinua de su significado aparente. Desde el colectivismo se siembran principios morales que, utilizando el discurso del miedo rechazan la singularidad y priorizan la homogeneidad de un sistema en el que éste difunde el imaginario de seguridad y equidad aparentemente tangible, pero extremadamente utópico para hacerlo posible. Pero ¿es el individualismo realmente una práctica egoísta y sanguinaria ideada para estrujar los planes de la sociedad? 

Lo cierto es que como afirma la Real Academia Española, el individualismo es una “tendencia filosófica que defiende la autonomía y la supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado”. El individualismo es más bien una forma de concebir la realidad social basada en la autonomía y en la disminución de la coacción por un ente regulador (Estado). Como menciona el catedrático Juan José Ramírez Ochoa, se puede percibir que los pilares de la tesis del individualismo retoman al menos ideas de al menos tres siglos de antigüedad , partiendo de los “estudios  académicos de Carl Menger y su método compositivo, de Ludwig Von Mises y su praxeología, de Friedrich A Hayek y su método sintético y hasta un Max Weber con su método aplicando a la ciencia histórica”(Ramìrez, 2018, p.89). 

Se entiende como individualismo metodológico al fundamento esencial del pensamiento económico en la que cada persona toma decisiones de manera continua, seleccionando entre las alternativas que tienen. En este sentido, el individualismo significa asignar un valor diferente a cada opción disponible asumiendo que las personas actúan de forma racional, eligiendo la alternativa que perciben como la más valiosa, y ese principio es el que, desde una mirada económica, rige la acción humana.

Incluso, cuando hablamos de individualismo nos sujetamos a una visión epistemológica vinculada a un método requerido para conocer aquellos átomos y fuerzas que determinan las condiciones de la vida social y que, para el liberalismo, son las causas primeras de aquello que produce el beneficio personal y, por ende, social. Ya desde Smith, retomando la ley gravitacional de Newton, se consideraba la forma de atracción entre átomos, o, mejor dicho, entre individuos, como esencia fundamental de cada sujeto para crear relaciones que, bajo el intercambio y la cooperación individual, producen beneficio social y progreso.

Las interrelaciones libres y voluntarias en un espacio natural (mercado), son propias del individualismo no fetichizado al que le interesa realmente fomentar la cooperación a partir de fines particulares o distintos. Friedrich A Hayek también discurre sobre el orden espontáneo y el individualismo en función de abolir la superposición de la comunidad por encima de los fines del individuo, revelando que el fin último social se ha convertido en la mácula para señalar una cuestión económica reacia a ideologías totalitarias, sino que también, convierte todos sus axiomas en un reduccionismo peligroso y amenazante para la libertad.

Entonces, ¿es el individualismo una estrategia para desvincularse de la autoridad y la norma en una suerte de anarquía y detractores sociales o políticos?

Ya lo decía Hayek “el individualista concluye que debe dejarse a cada individuo dentro de los límites establecidos, seguir sus propios valores y preferencias antes que los de otros” (Astarita, 2022, p.6). ¿La libertad, la igualdad y la autonomía es una vida social, encierran en sí mismas una amenaza para el bienestar general? No, pero probablemente los sea para todas aquellas pretensiones colectivistas cuyo discurso se ciñe a la igualdad de resultados y a una planificación que, como menciona Hayek “envuelve necesariamente una discriminación deliberada de las necesidades particulares de las diversas personas” (Hayek, 2008, p. 167).  La apreciación auténtica del individualismo se refiere a los procesos mediante los cuales la humanidad ha logrado cosas inconcebibles por ningún individuo y que son en realidad más grandes que las mentes individuales. “Lo que el individualismo nos enseña es que la sociedad es más grande que el individuo sólo en cuanto ella sea libre. En tanto esté controlada o dirigida, queda limitada a los poderes de mentes individuales que la controlan o la dirigen” (Hayek, 2008).

En tanto no se confronte la campaña negra, el miedo seguirá siendo el elemento diferencial de un discurso que aún se desmorona ante la fuerza de la libertad. Pero para aquel que defiende el individualismo, en su doctrina, y en la esencia de su sentido; el miedo pervive. Permanecerá constante en el sometimiento a decisiones arbitrarias, a planificaciones que se alejan, que impiden la concusión de los planes personales y que cada vez se encuentran más lejos de nuestro control. En el miedo a convertirse en el instrumento de otro fin. En un camino de servidumbre que se expande, tácita y furtivamente, sin regresar la mirada.

Bibliografía

Astarita, C. (2022). Título del libro o artículo. Editorial.

Hayek, F. (2008). Individualismo: El Verdadero El Falso. Obtenido de https://www.hacer.org/pdf/Hayek04.pdf

Real Academia Española. (2024). Diccionario de la lengua española (23.ª ed.). https://www.rae.es/diccionario-panhispanico-de-dudas

Rolando Astarita . (2022). Milei y el Teorema de Arrow. Obtenido de https://www.sinpermiso.info/textos/milei-y-el-teorema-de-arrow

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