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Autor: Jorge Arnaldo Palomino Castro

Liberalismo, faro brillante de los sistemas democráticos modernos que enciende la llama de la libertad individual, el libre comercio y la restricción del poder estatal, actualmente encuentra una nueva frontera en la era de la Inteligencia Artificial (IA). Una tierra donde los ideales liberales se ven desafiados, repensados y adaptados. Entonces ¿Cómo encaja la ética liberal en este nuevo territorio?

El distinguido John Stuart Mill, siempre fiel a su fervor por la libertad de pensamiento y acción individual; nos lanza el primer salvavidas en este mar tecnológico de incertidumbres. Sostenía que únicamente puede justificarse la restricción de la libertad de un individuo para prevenir daños a terceros. Traducido al lenguaje de la IA, este principio nos da luz verde para explorar y desarrollar estas tecnologías, siempre y cuando su uso no cause perjuicio a terceros. No obstante, navegar por esta era de avances tecnológicos no está exento de tormentas. Nos encontramos ante la interrogante: ¿Cómo salvaguardamos la sociedad de los posibles usos nocivos de la IA, como la vigilancia masiva o la desinformación, sin anclar la innovación?

La brújula del liberalismo económico, con Adam Smith a la cabeza, podría ser nuestro mapa. Para Smith, el libre comercio y la competencia eran vientos favorables hacia la eficiencia y el beneficio mutuo. Pero también sabía que debemos lidiar con las tormentas, reconociendo la necesidad de regulaciones que prevengan abusos del mercado. Para el caso de la IA, esto implica tener reglas que eviten la acumulación de poder en pocas manos, mientras fomentamos un entorno competitivo y saludable.

Friedrich Hayek, conocido por abogar por la descentralización y la distribución del poder, nos guiaría hacia una IA más transparente y menos centralizada. Sin embargo, ¿cómo podemos disipar la opacidad de los algoritmos de IA, a menudo ocultos en un velo de misterio por las grandes compañías desarrolladoras? En este punto, es esencial contar con regulaciones claras y justas que actúen como faros, iluminando el camino entre la libertad de innovación y la necesidad de responsabilidad.

Es inevitable nombrar a Karl Popper y su “racionalismo crítico”. Quien nos recuerda que nuestra travesía siempre está sujeta a mejoras, y que incluso la verdad científica más sólida puede ser refutada o falsable. Esta mentalidad nos insta a ver la IA no como un destino fijo, sino como un viaje de exploración y aprendizaje constante, en el cual las propias políticas de liberación en su aplicación, permitirán corregir sus errores y excesos durante el camino. Por lo que: ¿Vale la pena tomar el riesgo, aunque signifique un potencial peligro para la libertad individual, a través de la difusión masiva de datos personales, usos militares y demás? En este punto es indispensable citar su paradoja de la tolerancia, enmarcada dentro de la teoría de la decisión, esta paradoja afirma que, si una sociedad es tolerante de manera ilimitada, su propia capacidad de tolerancia será limitada o destruida por los intolerantes.

Además, Mary Wollstonecraft, una pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, y John Rawls, con su concepto del ‘velo de ignorancia’, nos brindan valiosas perspectivas. Nos recuerdan que la inteligencia artificial no solo concierne a los individuos, sino también a las sociedades. La auténtica libertad se define como la capacidad de crecer y aprender a través de la interacción con estas tecnologías, y la justicia en la IA se logra orientándola para el beneficio de todos, independientemente de su estatus social, contribuyendo así a la creación de un mundo libre

El liberalismo, junto con sus principios éticos, responsabilidad, tolerancia y justicia, nos proporciona orientación en la era de la inteligencia artificial. No obstante, es importante recordar que estos principios no pueden considerarse soluciones infalibles, ya que se enfrentan a desafíos complejos que afectan las libertades individuales en diferentes contextos. Nuestra reflexión sobre la ética de la IA requiere un compromiso constante con el diálogo, la crítica y la adaptación. Es esencial mantener un equilibrio entre la libertad y la responsabilidad, avanzar con precaución y promover el bienestar tanto a nivel individual como colectivo como un principio fundamental. 

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