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Sobre el autor…
Cristina Matovelle es Estudiantes de Derecho y Coordinadora Local de Estudiantes por la Libertad Ecuador.

La práctica de conductas autoritarias y de poder en la historia no ha sido algo nuevo; es más, podemos revisar la historia y encontrar a este fenómeno presente en casi todas las esferas de la vida de la persona a nivel de individuo y colectivo.
De entrada, se debe enfatizar que este tipo de conductas tiene una relación directa con el ámbito de los derechos humanos al ser el autoritarismo un factor que limita al ejercicio de derechos fundamentales; no obstante, en el presente artículo, se abordaran situaciones particulares respecto de cómo el autoritarismo está presente en la práctica médica a nivel
estatal.
Normalmente, entendemos la práctica médica como esta relación médico-paciente y sociedad, pero el acaparamiento del Estado sobre las diversas esferas de la sociedad ha interferido de manera que en la actualidad, el tema de la salud pública se maneja desde la Administración Pública, de la cual la mayor parte de la población tiene acceso y hace uso de la misma. En tal
sentido, el hecho de que los estados tengan facultades para dirigir el cauce de la salud pública tiene implicaciones que van mucho más allá de lo económico.
Esto último se configura como un fenómeno que merece especial y permanente atención; justamente porque se ha podido observar como la práctica médica desde el estado adopta una relación autoritaria y paternalista, de manera especial cuando el estado actúa en posesión de poderes especiales y “temporales” frente a situaciones de emergencias sanitarias a nivel local, regional o global, como en el caso del surgimiento de la COVID-19, de la cual surge una serie de dilemas éticos y bioéticos

Es oportuno entonces, analizar el tema propuesto desde los inicios de este fenómeno para tener una visión más clara del porqué del actuar autoritario del estado en materia de salud pública, y epidemiológica de manera especial. En los últimos años, más aún con el surgimiento de epidemias, pandemias, etc.; se nos ha hecho cuestionarnos no solo sobre el nivel de libertad que tiene una persona para tomar decisiones médicas, sino respecto del siempre mal ponderado bienestar común o individual. 

Uno de los factores claves que surgen de la discusión, es el tema de la autonomía del individuo respecto de las decisiones médicas que se toman sobre el cuerpo. Sobre esta base, normalmente cuando nos referimos a la autonomía de la voluntad del individuo, lo hacemos bajo la lógica contractual; no obstante, en el campo de la medicina y bioética, este principio es entendido desde dos enfoques. Por una parte, se reconoce la autonomía en función de la dignidad e individualidad de la persona, y un segundo enfoque se direcciona hacia el respeto irrestricto de la libertad que tiene la persona como ser autónomo, sobre su propio cuerpo y, por ende, de acceder o no a un tratamiento o intervención médica.

Para entender la razón que justifica la existencia de este principio, demos una mirada a lo que sucedía a inicios del siglo XIX, periodo en el cual se dio una serie de intervenciones clínicas “rústicas” porque en ese entonces, la ciencia médica no había avanzado como en la actualidad; lo que implicó en muchos casos, la aplicación de procedimientos contrarios a la bioética y dignidad humana en pacientes, obviando aspectos como el consentimiento informado.

Esta tendencia autoritaria, se prolongó hasta la década de 1960, lo cual da un giro total con los cambios sociales de fines del siglo XVIII y además con la publicación del Código de Ética Médica de Thomas Percival, en el cual se establecen parámetros que un profesional de la salud debe observar, de lo cual se puede destacar que el principal factor que se observa, es el respeto por la libertad en términos de salud y al acceso a la atención médica bajo un consentimiento informado, bajo lo cual, los intereses de un individuo sobre su salud son superiores a cualquier propósito médico, constituyéndose así un límite -en teoría- hacia la preponderancia de la clase médica en un determinado proceso.

Pero ¿Cuánto ha cambiado dicha situación hasta la actualidad? Decíamos al inicio que todo tiene una razón de ser, como la importancia que adquirió el principio de autonomía de la voluntad del individuo en la esfera médica, por ejemplo. 

Hace no mucho, en el contexto de la pandemia de la Covid-19 se hablaba del bajo índice de vacunación en la población afroamericana en los Estados Unidos, pero existen antecedentes que pueden dirigirnos hacia una respuesta del porqué de lo dicho al inicio. En ese sentido, veamos cómo este rango poblacional es un importante ejemplo de los efectos devastadores que puede tener la práctica coercitiva estatal en temas de salud. Hasta 1972, se llevó a cabo el Experimento Tuskegee en Alabama por parte de los servicios públicos de salud estadounidenses a 400 afroamericanos contagiados de sífilis, en su mayoría analfabetos y pobres, que fueron objeto de un estudio médico sobre la sífilis y cuyo propósito fue mantener al grupo sin tratamiento para estudiar la evolución de la enfermedad en pacientes no tratados, que únicamente recibieron placebos. Este experimento médico dirigido por el estado duró 40 años, de los cuales durante 30 se contó con la cura para la sífilis, cura de la cual los participantes nunca llegaron a saber. De ellos, 28 murieron por sífilis, 40 mujeres fueron contagiadas y 19 niños nacieron con sífilis congénita. Este es un importante antecedente que refleja las razones de la actual desconfianza en este grupo poblacional, y de muchos otros, respecto de determinados tratamientos médicos o en general, la desconfianza en el sistema sanitario.

En el mismo territorio, hace unos meses, por parte del Dr. Anthony Fauci, principal asesor médico del Gobierno de EE.UU, surgía una idea controvertida y preocupantemente aceptada por gran parte de la población estadounidense respecto del manejo de la última pandemia global; en la cual afirmaba que la sociedad llega a un punto en el cual, debemos renunciar a lo que consideramos como libertades individuales en favor del bien común. Justamente, este tipo de ideas fueron hace muchos años ya confrontadas por la sociedad e intelectuales como F. Von Hayek por ejemplo, que advertía que los llamados estados de emergencia han sido siempre un pretexto en el cual se violentan las garantías para una libertad individual y una vez estas son suspendidas, no es difícil para quien ha decretado una emergencia y hacer uso de los poderes temporales que eso implica, velar por que dicha emergencia persista.

Y recalco esta idea, porque demuestra justamente como una política sanitaria basada en la ley del más fuerte, en la ley del que cree tiene derecho a hablar por el resto sin ni siquiera saber sus necesidades, en la ley del paternalismo que cree tener la autoridad para decidir qué es lo mejor para una persona, sin darse cuenta que ha entrado en el terreno inviolable del cuerpo ajeno; lleva directamente a no respetar a las personas como fines de sí mismas; sino como medios para lograr propósitos políticos (aparentemente encausados en el bienestar colectivo), lo cual claramente incurre en formas de tiranía que destruyen el respeto a las formas de vida, a la ley, entorpecen la convivencia pacífica y limitan el desarrollo de las personas. 

Puede deducirse que mi posición es rígida, pero no, realmente pienso que en situaciones complejas podríamos inclusive “negociar” alguna de nuestras libertades con tal de obtener ese clamado bien colectivo, pero surge ahí una cuestión importante; históricamente bajo gobiernos de cualquier ideología política, se ha justificado la cesión de libertades en pos del llamado bienestar colectivo, el cual una vez logrado, nuestras libertades regresan; pero ¿sucede así en la práctica? No. aunque honestamente espero que el tiempo no me dé la razón en ese punto. Desafortunadamente, con frecuencia el autoritarismo prevalece sobre la autonomía, por eso, pienso que es tan necesario hoy repensar la relación entre el estado y la persona bajo el marco sanitario; es decir, no necesitas un estado policial para manejar el tema de salud pública ni ahora menos aún para los futuros sucesos; porque al final del día, dentro del marco de la libertad, la toma de decisiones médicas son un asunto de relaciones voluntarias, que en ejercicio de tu libertad las tomas asumiendo tanto beneficios como riesgos.


Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty Inc. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa.

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