Nicolás Pierini
Coordinador de Academia de Estudiantes por la Libertad
Es increíble, pero cierto. El Papa Francisco no condena dictadores. O lo que es peor, los apoya. Cada vez que expresa su opinión sobre estos temas calientes muestra la hilacha de su formación ideológica juvenil en el peronismo derechoso de Guardia de Hierro. Es doloroso para todo el mundo pero, sobre todo, para los creyentes, que sienten una profunda desilusión. Los miles y miles de cubanos en el exilio y los que sufren en su tierra la tortura, la cárcel y la censura castrista y castrense reaccionaron con furia por sus últimas declaraciones. No solamente porque “confesó” que tenía una relación personal y humana con Raúl Castro. Sino también porque dijo que Cuba es un símbolo y que los que lo acusan de comunista “son trasnochados de medios de comunicación demasiado ideologizados”.
Cuba es una dictadura criminal que sojuzga a su gente hace 63 años. El 11 de julio del año pasado la mayoría del pueblo salió a la calle a exigir libertad y democracia con canciones y carteles improvisados. El himno que utilizan se titula: “Patria y Vida”.
La represión militar de los generales admirados por la izquierda fascista encarceló a más de mil personas por el solo hecho de levantar la voz.
Una persona que quiere la paz y la convivencia, la única relación que puede mantener con Raúl Castro es la de presionar hasta que abran las puertas de esa isla convertida en una cárcel de la que huyen apenas pueden. Es cierto que Cuba es un símbolo. Pero es un emblema absolutamente negativo y repudiable. Fidel derrocó a un dictador feroz como Fulgencio Batista pero se convirtió en otro dictador con signo ideológico distinto.
El Papa Francisco no tuvo palabras de rechazo para los tiranos de Cuba y Venezuela pese a que los obispos y la iglesia en esos dos países son perseguidos y atacados ferozmente. El Papa Francisco, todavía no tuvo la dignidad de viajar a Kiev y rechazar la guerra que produjo Rusia con su invasión.
Su apuesta a un pobrismo asistido siempre por el Estado no es una postura humanitaria, es una apuesta a la consolidación de un clientelismo que da limosnas en lugar de generar trabajo y progreso. Sus mejores amigos en Argentina son aquellos populistas y autoritarios que dinamitan las bases de la independencia de poderes y de la República. Jorge Bergoglio se cansó de recibir, abrazar, bendecir y entregar rosarios a Cristina, Milagro Sala, Juan Grabois, Guillermo Moreno e incluso a mafiosos más peligrosos como el Caballo Suárez y los Moyano.
En lugar de ocupar su lugar ecuménico y predicar la paz y la libertad, el Papa se juega por una facción que le hizo mucho daño a la Argentina y a varios países del mundo. Son tiros en los pies que se dispara el Papa que desilusiona cada vez a más argentinos que lo veneran. Divide en lugar de multiplicar. Toma partido en lugar de preservarse por arriba de los conflictos terrenales y partidarios.
Es insólito porque si alguien persiguió al Papa Francisco cuando era el cardenal Bergoglio fue el matrimonio Kirchner. Néstor dijo que era el jefe de la oposición y el diablo con sotana y Cristina tardó mucho en reconocer el valor de tener un Papa argentino, mientras La Cámpora lo silbaba en los actos. Pero Bergoglio puso la otra mejilla y ofreció sus oraciones para los chavistas que se han convertido en una fábrica de pobres en todo el mundo.
No hace mucho, Elisa Carrió, tal vez la dirigente política que expresa su fe católica con mayor contundencia, confesó que le daba “vergüenza” la actitud del Papa. En un tuit aclaró que se refería a “su benevolencia con el criminal de guerra Putin, se le agrega la intervención a favor de Cristina y Capitanich y la oscura Scholas”. Y al final confesó: “Doy gracias a Dios por no haber pedido ni accedido a visitar el Vaticano desde que es Papa. Todo tiene un límite”.
¿Escuchó lo que dijo Hebe de Bonafini cuando leyó la última carta que le mandó el padre Jorge? Dijo que era un lujo y que se escribía bastante seguido con él. El Papa no puede ignorar las barbaridades antidemocráticas que dijo e hizo Hebe de Bonafini. Celebró el terrorismo de estado que mató a 5 mil personas en las Torres Gemelas, homenajeó a la ETA y a los grupos guerrilleros argentinos y se atrincheró para no acatar los fallos de jueces. ¿Cuáles son las señales que transmite el Papa Francisco en este romance político que mantiene con Bonafini?
En su última carta, el Papa le aconseja que no le tenga miedo a las calumnias. Y le da argumentos comparando a Hebe con Jesucristo, nada menos. Es insólito. Bizarro. Tragicómico. Dice el sumo pontífice a Hebe que “La calumnia solo ensucia la conciencia y la mano de quien la arroja. A Jesús lo calumniaron y lo mataron después de un juicio dibujado por calumnias”.
Los fieles, en la Catedral, vieron como ella los humillaba, insultaba al cardenal Jorge Bergoglio al que le dijo “basura fascista” y lo acusaba de ser cómplice de la dictadura y de haber entregado sacerdotes para que la dictadura los asesinara.
Me duele porque el Papa Francisco podría jugar un rol integrador y sanador. Pero insiste en hablar como un dirigente político negativo. Por eso a Bergoglio lo critico desde la política. Y por eso, pongo el grito en el cielo.
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