Sin rumbo pero hay que seguir

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Nicolás Pierini
Coordinador de Academia de Estudiantes por la Libertad

Están todos borrados. Nadie quiere poner la cara ni por el desastre actual de este gobierno ni por la hecatombe que viene. Hasta el obediente Gustavo Béliz se fue del desgobierno con un portazo.

Cristina está agazapada en su cueva. No emite ni un tuit. Sabe que no hay otro remedio que hacer un fuerte ajuste pero no quiere que su tropa chavista la vea como responsable de esa “derechización”, como dirían ellos. Por ahora lo deja hacer a Sergio Massa, pero no aparece, huye del centro de la escena.

Alberto, pobre, no sabe no contesta. Fue vaciado de contenido, castrado políticamente y despojado de su investidura por su jefa. Cristina lo quebró sicológica y anímicamente. Le respiró la nunca y le comió el cerebro. Por eso va y vuelve. Comete torpezas de ida y de vuelta. Se cae pero no se levanta. Todo lo hace mal y encima con una lentitud exasperante. Toda la información disponible a esta hora indica que decidió entregarle la llave de la Casa Rosada a Sergio Massa. Que se rindió y que se quedará sentadito en el sillón de Rivadavia convertido en un espantapájaros.

Ni si quiera Máximo aparece. El muy valiente revolucionario también se borró y se llamó a silencio. Celebra que el embajador Oscar Laborde se haya comportado como el representante del chavismo en la Argentina, pero permanece en la clandestinidad. Le pide paciencia a la tropa que quiere ir contra la justicia, los empresarios y los medios de comunicación de la derecha y la oligarquía del campo.

Todos saben que cada vez tienen menos poder. Que los intendentes y los gobernadores cambiarán la fecha de las elecciones para no coincidir con el papelón nacional. Todos saben que el lunes que viene, el fiscal Diego Luciani comenzará las nueve jornadas de alegato contra Cristina. ¿Se imaginan eso? Durante nueve días la tapa de todos los diarios reflejando pruebas contundentes, testimonios de testigos y arrepentidos, papeles y grabaciones para acusar a Cristina de lo que es: la jefa de una asociación ilícita que se dedicó a saquear al estado. La pena que el fiscal pedirá va de 5 a 16 años de prisión y de eso es muy difícil volver.

Cristina, Alberto y Sergio Massa están al mando de un gobierno inoperante que no solucionó ninguno de los problemas y que abrió nuevas dificultades. No hay ministerio que pueda dar buenas noticias. Varios gobernadores salieron a apoyar al “Súpermassa” con el mismo texto calcado donde hablan de “gestión, experiencia y capacidad”. Hizo punta el santafesino Omar Perotti que tiene graves problemas en su gobierno. Pidió por Massa, tal vez, confundiendo algunas letras: como si fuera Messi o directamente el Mesías.

Así anda el gobierno: de papelón en papelón. Pobre Batakis. Le dijo al Fondo Monetario, al Banco Mundial, al Tesoro norteamericano y a empresarios poderosos que tenía el apoyo de Cristina y de Alberto. Horas después ese apoyo se cayó a pedazos y con suerte, Batakis podría ser degradada a Secretaria de Hacienda. Parece un chiste. Es reír para no llorar.

Hay cien voceros pero ninguna precisión. Con el correr de las horas veremos de que lado cae la moneda. Si se confirma que Sergio Massa se pondrá al volante del auto que va a 200 kilómetros y sin frenos. Veremos si concreta un ajuste a fondo o también se mimetiza con Cristina y sigue el camino decadente de Alberto.

Ya le dije ayer que hay una decena de empresarios amigos de Massa que le están haciendo el aguante. Tienen dinero para mover el amperímetro de los mercados y periodistas adictos dispuestos a volver a repetir todas las mentiras que sean necesarias.

La única verdad es que Alberto resultó ser menos que Cristina y que Sergio será menos que Alberto. Hubo una falla de origen porque ese triángulo que armaron para ganar las elecciones fue tan forzado que lo convirtieron en un Triángulo de Las Bermudas que se devoró todo.

Alberto ya es un ex político. Pasó a retiro, se jubiló, aunque no se haya dado cuenta. Cristina se achica cada vez más en su influencia y va derechito a convertirse en la líder de una fuerza testimonial y minoritaria con ideas radicalizadas y jurásicas.

Y Sergio Massa sabe que esta es su última oportunidad en la política argentina. Es un dirigente que no tiene palabra, que no genera confianza pero que parece más pillo que Alberto. Tiene la cara de acero inoxidable. Prometió barrer a los ñoquis y parásitos de La Cámpora y terminó de socio de ellos. Juró que nunca iba a volver al kirchnerismo y que iba a combatir la corrupción y fue la pieza clave para el regreso de Cristina y la búsqueda de su impunidad.

Los Fernández demostraron una improvisación y una desorientación patética. No saben para dónde ir. Massa es la última bala de lata que les queda.

Ahora vendrán las internas de quien se queda, quien se va. ¿Quién pone a quien en que ministerio? ¿Cómo levantarán con cucharita el ego de Batakis a la que maltrataron igual que a otros funcionarios que huyeron despavoridos del gabinete?

No importan los nombres. ¿Qué será de la vida de Béliz?

Lo trascedente es que estamos ante un gobierno paralizado que no sabe no contesta. Multiplicó la pobreza, la desocupación, la inflación, la inseguridad y la falta absoluta de confianza en su palabra. Alberto suele jugar de arquero en los picados. Solo resta pedirle que no meta adentro las pelotas que van afuera. Y que le pida perdón al pueblo argentino.


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