No hay palabra que admita más variada significaciones ni que haya producido más diversas impresiones en la mente humana que la libertad.

Montesquieu (1748)



A lo largo de los siglos de historia, la palabra libertad ha sido utilizada como bandera de muchas causas, desde la Revolución Francesa que pregonaba Liberté, Égalité, Fraternité en 1789; con el triunfo de la Revolución Cubana, se denominó La caravana de la Libertad al trayecto que recorrió el Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro en festejo; en 1844, República Dominicana proclamaba Dios, Patria y Libertad para separarse del dominio haitiano sobre su territorio; el proceso de la independencia de los Estados Unidos y la creación de su Constitución también tenía como estandarte la libertad; otro ejemplo que resalta en el continente latinoamericano es Simón Bolívar bautizado como libertador de la colonización de la corona española; los movimientos feministas (desde la primera ola), reclaman libertad para las mujeres. Y así, existen un sinnúmero de causas que llevan por delante y como insignia a la libertad. Podemos estudiar muchos hechos históricos e inclusive acontecimientos de la coyuntura actual en el que veremos a personas exigiendo libertad. Como el reciente caso boliviano, en el que después del fraude que se hizo por parte de un gobierno tirano en las elecciones (20 de Octubre del 2019), el pueblo salió a las calles y bloqueó las carreteras por 21 días paralizando actividades y todo movimiento económico en el país voluntariamente, pidiendo Democracia y Libertad.  

El problema que surge con el excesivo uso de esta palabra es que se tiende a tergiversar y distorsionar su verdadera esencia y significado, inclusive se ha utilizado ésta palabra para defender motivos totalmente opuestos. Una de las razones por las que sucede esto, es debido a que no se ha llegado a determinar concreta y universalmente qué significa ser libre, y por eso llega a tener una lamentable característica de adaptabilidad y se suele usar a conveniencia. Y esto es, debido a que (Lincoln, 1906): el mundo no ha tenido nunca una acertada definición de la palabra libertad,…Todos nos pronunciamos por la libertad, pero cuando usamos la misma palabra no le damos idéntico significado… Existen dos cosas no solamente diferentes sino incompatibles, que designamos con el término libertad. (p. 121). 

  1. Lo que se dice de la libertad

Uno de los conceptos más usados sobre la libertad nos dice que ésta es la facultad o capacidad del ser humano de obrar según la propia voluntad. Pero el asunto con adoptar esta definición de forma vaga y despreocupada, es que se tiende a confundir hechos y crea postulados falaces como por ejemplo, que no somos libres si no tenemos independencia económica o si sentimentalmente necesitamos de la aprobación de una persona. Estos conceptos tal vez se los podría analizar desde un ámbito más psicológico, pero en lo que se trata de poner énfasis en este caso particular es en la profundidad que hay en la palabra desde sus orígenes y desde sus primeros usos. 

La primera vez que se registra una acepción del término, se remonta a las épocas de la antigua Sumeria, durante el siglo XXIV antes de nuestra era;     aparece la inscripción Ama-gi que significa ¨Retorno a la madre¨, que representaba la manumisión de esclavos. Urukagina, líder del momento, inició una reforma que llevaba este nombre. Esta reforma devolvía libertad a la ciudadanía, prohibiendo a las autoridades tanto civiles como eclesiásticas la incautación de sus tierras y bienes, eliminaba muchos impuestos, disminuía la intervención estatal y permitía a esclavos retornar a casa.

¿No es precisamente este el mejor enfoque que podemos darle a la libertad? Un retorno a lo que somos…

  1. Libertad ¿Colectiva o individual?

Muchas ideologías y doctrinas políticas consideran a la libertad como un todo colectivo, entonces descartan la individualidad del ser humano y le quitan toda facultad de elección por su propia cuenta. Si existe esta forma grupal o comunitaria de ver el término, entonces no puede haber un retorno al ser. Corrientes socialistas y totalitarias han querido engañar a naciones haciéndoles creer que ellos serían libres, solo y cuando, se despojen de su capacidad de raciocinio y de pensamiento. Esto lo lograron gracias a que igualaban la libertad a la independencia económica o estabilidad emocional. Proclamando que mientras unos tengan más riqueza y puedan tener más capacidad de compra, son libres y por consecuencia los demás no. Y esto podríamos trasladarnos a muchos ámbitos, por ejemplo si alguien tiene más fuerza por constitución física, él es libre porque tiene más capacidad de mover objetos pesados. O que los niños al no tener capacidad de mantenerse porque necesitan de los padres, no son libres. Si optamos por esta perspectiva, nos daremos cuenta que nunca en realidad seríamos libres.

  1. Entonces, ¿Cómo podemos definir la libertad?

Tenemos que definir a la libertad no por lo que es, sino por lo que no es. Es así que la libertad es la contrafigura de toda forma de coacción. (Hayek, 1960): La coacción implica tanto la amenaza de producir daño como la intención de provocar de ese modo en otros una cierta conducta (Los fundamentos de la Libertad, p. 178). Esto quiere decir, que mientras alguien ejerza el uso de la violencia directa o indirectamente, para que actuemos o no actuemos según su voluntad y no la propia, nos está coaccionando. 

  1. ¿Y por qué nos importa hablar de libertad?

Todo ser humano necesita libertad para buscar su felicidad y vivir según sus decisiones. Es por esto, que siempre se resalta que la libertad viene acompañada de la responsabilidad y que ésta además concluye donde comienza la libertad de otra persona. Siguiendo estos principios, la libertad no puede ser colectiva y además debe ser ejercida con madurez y seriedad, sabiendo que si tomamos malas decisiones, cada quien tendrá que padecer las consecuencias. Pero de la misma forma, si actuamos correctamente y tomamos decisiones buenas, el que tendrá la satisfacción y el mérito de disfrutar los buenos frutos es uno mismo. Esto además, nos da la capacidad de compartir el triunfo con quienes decidamos voluntariamente. Y por más de que tengamos un margen corto o menos opciones para decidir que otras personas, seguimos siendo libres hasta las últimas consecuencias mientras no haya arbitrariedad ajena.

Es necesario reivindicar la esencia de la libertad para poder construir sociedades abiertas, autónomas, fuertes y plurales. Para que cada ciudadano sea el constructor de su destino, pero pudiendo convivir en armonía con otros seres. 


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