Democracia ¿medio, fin o ninguna de las anteriores?

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Para empezar a salir del embrollo y sortear los infortunios, primero debemos realizar un diagnóstico correcto y una revisión de los conceptos, preguntarnos si quienes exigimos democracia, la exigimos como el fin o la forma de gobierno que queremos alcanzar, o como el medio para lograr una sociedad con mayores libertades; en el primer caso dejamos por sentado que en la opinión pública la democracia es considerada “la mejor forma de gobierno” y consideramos a la democracia un fin en el sentido estricto de la palabra, y en el segundo caso establecemos que hay una relación entre una sociedad libre y la democracia.

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Escrito por Carlos Augusto Aranda Herrera

Estudiante de Economía y Secretario Académico del Centro de Estudiante de Economía en Universidad Autónoma Gabriel René Moreno

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Empecemos por el primer caso, y mucho me temo que parte de lo escrito a continuación sobre este punto necesariamente estará vinculado al segundo. Sería extenso hablar sobre el significado que el término “democracia” significa para los distintos sabios de la historia, y mucho más extenso hablar sobre las severas distorsiones que el término ha sufrido a lo largo del tiempo. Me apoyaré, entonces, en el concepto que usa James Buchanan en un trabajo llamado “Democracia Limitada O Ilimitada”, un concepto básico que, él mismo afirma, puede ser encontrado en cualquier diccionario y que no es otro que el “gobierno por el pueblo”. Puede entenderse que la democracia se opone a cualquier forma de gobierno por una élite, ya sea una monarquía hereditaria, una aristocracia, una clase dominante o de un comité dirigente, y quienes detentan el poder se llaman a sí mismas “el gobierno de las mayorías”, dejando por sentado que tienen la capacidad de, por intermediación suya, darle a la sociedad la libertad de elegir. Friedrich Hayek explica cómo la democracia es un mecanismo de ordenación de la toma de decisiones colectivas, pero ésta misma no entra en qué límites han de ponerse tales decisiones, por lo tanto no olvidemos que la democracia puede perfectamente atentar con las libertades individuales, alertando de esta manera el carácter liberticida que pueden padecer.

 

Es ampliamente conocido que quienes buscan detentar el poder usan el discurso democrático como la mayor expresión de libertad dentro una sociedad y que mediante la práctica electoral somos partícipes de las decisiones que se vayan a tomar, nada más lejos de la realidad que sufre nuestro continente pues lo que se practica es algo totalmente distinto a una sociedad donde sea ésta misma quien gobierne. La democracia, que es engalanada cada periodo de tiempo bajo el nombre de “fiesta democrática” a fin de resaltar la misma, resulta ser una práctica donde los individuos son llamados para tomar una única decisión, elegir al siguiente Mesías autonombrado. Existe, me parece, una contradicción, pues si bien podemos pensar que elegir a quien nos gobierne es una decisión esencial, creo pertinente meditar sobre los  alcances del poder que estamos otorgando. Si realmente queremos considerar a la democracia un fin o como una expresión de una sociedad libre, reflexionemos que a partir de esa decisión lo que hacemos es darle a un caudillo el poder para manejar nuestros recursos y nuestras vidas, recursos extraídos mediante la práctica violenta de los impuestos. Quienes buscan seducir a las masas usan conceptos tan contradictorios y equivocados dentro de sus promesas y caridades políticas, que resulta necesario analizarlas con cautela. Entre las mismas se encuentra, por ejemplo, la promesa de educación pública y gratuita, o que mediante el uso del capital público se efectuaran inversiones faraónicas que elevarán el nivel de vida de todos. A fin de desenmascarar algunas de aquéllas, observémoslas más a fondo. En la primera consideración les pregunto yo ¿acaso la educación privada no es para el público?, ¿acaso esa educación “gratuita” no es financiada con dinero de los contribuyentes?, usan ese término para ocultar que de lo que se habla realmente es de educación estatal, me extenderé un poco en este asunto más adelante. Respecto a lo segundo, ¿acaso el capital público no es más que el uso de capitales privados, pero sin ser estos asignados voluntariamente?, no creo que sea necesario además mencionar los gruesos errores de inversión que se hicieron con ellos. Por otro lado se presentan estos individuos como personas benefactoras, pero, claro, con dinero ajeno y extraído de quienes lo producen, bajo el verso de la “justicia social” y sus promesas de igualdad, que dicho sea de paso es lo más injusto que hay, redistribuyen la riqueza de quienes la crean, destruyendo el sistema de incentivos vital para un sistema de mercado y generando un efecto perverso y asistencialista sobre los “beneficiarios” de dicha redistribución. Se toman atribuciones absurdas y totalmente alejadas del concepto que James Madison recalca de la revolución Americana y que con mucha sabiduría nos llama a reflexionar, no debemos cometer el error de denominar al gobierno como un agente de mando sino como el guardián que debe evitar que nos dañemos entre los individuos que conforman la sociedad, bajo estas consideraciones entonces meditemos como muchos grandes autores, entre ellos, Buchanan, Hayek, Tocqueville y Benegas Lynch (h), etc., quienes señalaron los peligros de la democracia y cómo podemos caer en situaciones peligrosas si la exigimos solamente, sin detenernos a reflexionar el impresionante poder que le daremos al elegido de las llamadas mayorías. Exigir democracia solo porque sí, nos llevara a prácticas liberticidas e incompatibles con una sociedad abierta.

 

Debo antes de pasar al siguiente punto hacer énfasis en un rasgo que considero sustancial, la relación del tema ahora tratado y la intervención del estado en la educación, esta intervención presenta otro problema en la practicas democráticas, esta intervención ocasiona que incluso después del colapso y sus evidentes resultados, salgamos a exigir una mayor intervención pero de alguien “más preparado” o de personas con “mejores valores y mejor preparados que esta sarta de corruptos e ignorantes”, endiosando al siguiente profeta autonombrado, porque justamente se nos enseñó que el estado debe resolverlo todo, todo el tiempo, sin entender que el estado es una ficción que implica arrancarle recursos al prójimo. La mal llamada “educación privada”, no está totalmente exenta de dicha intervención, quizás los capitales de dichas instituciones sean privados pero están lejos de ser instituciones libres ya que, desde el ministerio de educación un montón de burócratas deciden los contenidos que deben impartirse, ignorando completamente hechos esenciales como el que las personas tienen y presentan talentos y capacidades diferentes, tergiversando completamente el sentido de la educación y deformándola hacia el adoctrinamiento a ellos no les importa, solo les interesa que la figura salvadora del estado sea así reconocida por todos.

 

Pasando a la segunda consideración que de hecho hasta este punto considero el lector debe conocer mi opinión, la democracia no es un ingrediente ni el medio para transitar hacia una sociedad más libre si no se toma en cuenta el poder gigantesco que le damos al Estado. Sin embargo, quiero hacer unas consideraciones sobre la compatibilidad entre una sociedad libre y la democracia, que es estudiado por Hayek, en su libro “Principios de un Orden Social liberal”, a la primera, como explica Hayek, le incumbe la extensión del poder, y al segundo, quien detenta ese poder. Entonces, a partir de los razonamientos anteriormente planteados, a una sociedad libre le importará puntualmente que el poder del gobernante y los burócratas de turno sea el mínimo posible y que éste no atropelle las libertades individuales, las funciones del estado en ese sentido quedarían resumidas a brindar seguridad y justicia. Respecto a sobre quien detenta el poder y bajo las condiciones previas de limitar el mismo, creo compatible que una sociedad pueda elegir, mediante procesos electorales, a quien resguardará su seguridad y administrará justicia por igual a todos los ciudadanos; limitando a esas funciones los poderes del “Leviatán”, destruiremos  los incentivos perversos de quienes se cobijan en él buscando satisfacer intereses personales. Por lo tanto, muy por el contrario de considerar a la democracia un medio en la búsqueda de mayores libertades, la configuración de una sociedad libre puede ser la condición imprescindible para procesos electorales y prácticas democráticas más sanas.

 

Para finalizar, quiero recalcar que para nada estoy en contra de los movimientos como el 21F en Bolivia, y de las millones de personas que ahora defienden la democracia de los atropellos que está sufriendo por parte de quienes tienen el descaro de usarla como discurso, muy lejos de desvirtuar sus esfuerzos los veo con gran entusiasmo creo que estamos configurando el camino a una sociedad más libre, empezar a detener el avance del estado es el primer paso hacia ello. Mi intención es advertir los peligros que corremos si solamente consideramos suficiente exigir la no postulación de una banda de iletrados, esperando que la siguiente lo haga un poco mejor. Los invito a abrazar las ideas de una sociedad abierta y exigir límites al poder elefantiásico de los gobiernos. Sólo así los procesos democráticos se librarán de las perversiones peligrosas que ahora la rodean. Tampoco quiero sonar peyorativo con todos los políticos pues no considero que todos sean unos tiranos ni tengan malas intenciones, pero es necesario entender que por más buenas intenciones que tengan o por más brillantes y eruditos que sean, es imposible que centralizar el poder en un estado gigantesco lleve a buenos resultados, quienes lo administran no poseen la información necesaria para coordinar la sociedad y mucho menos los procesos de mercado, ya que dicha información está dispersa en millones de individuos y solo ellos son quienes pueden organizar todas las actividades mediante intercambios voluntarios y acuerdos contractuales. Intentar coordinar ese proceso llevará a gruesos errores de asignación de recursos, el estado desconoce las estructuras valorativas de los individuos y su intervención  distorsiona la transmisión de la información y por ende carece de un sistema de precios confiable vital para la evaluación de proyectos. Por último, el estado no sabrá si es mejor construir un camino de diamantes o de piedra, es un cirujano actuando a ciegas.

 

Si lo que queremos configurar es una sociedad donde todos seamos partícipes, y es justamente la idea de “gobierno de todos” la que nos seduce, la sociedad libre es el mejor camino hacia ello, limitar el avance del estado, reducir su capacidad para atentar contra nuestras libertades y dejar el orden social a los procesos espontáneos, será entonces lo que deberíamos plantearnos. Solo de esta manera nadie es obligado a participar ni a dirigirse a un fin concreto, los individuos pueden desarrollar sus propios proyectos vitales y perseguir sus sueños de manera pacífica y cooperativa. Dentro del mercado todos participamos, cooperamos, intercambiamos y producimos en miles de millones de transacciones voluntarias, no simplemente colaboramos entre miembros de una misma sociedad sino con personas que no conocemos, personas que tal vez ni siquiera comparten ni nuestra religión ni nuestras creencias y, quizás si las conociéramos, no serían de nuestro agrado, eso no impide que el gran sistema de cooperación se realice. Si dejamos de lado el estigma que nos han impuesto, de que los beneficiarios y participantes en una sociedad libre son unos pocos, y entendemos que el mercado es el único lugar donde de forma espontánea todos participamos en configurar el orden social y la dinámica del  mismo, descubriremos que en el gobernamos todos, no sobre los demás, sino sobre nuestras vidas.

 

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Este artículo expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente la de la organización en su totalidad. Students For Liberty está comprometida con facilitar un diálogo amplio por la libertad, representando opiniones diversas. 

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