De proletarios y minorías

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No es casualidad que a partir de la década de los 90, el tema de las minorías haya ganado espacio en el debate público y, principalmente, haya sido impulsado por los sectores de izquierda. Sin embargo, esta actitud que puede parecer benéfica a favor de los “sin voz”, en verdad surge de la crisis de la izquierda por encontrar un nuevo “sujeto histórico”.

Si pensamos en el más grande intelectual de las ideas de izquierda, Karl Marx, seguramente se nos venga a la mente la idea de la lucha de clases entre proletarios y burgueses. Durante décadas, la díada proletarios versus burgueses fue el eje de construcción de la izquierda; desde Gramsci hasta la escuela de Frankfurt. Sin embargo, a mediados del siglo XX, vemos como progresivamente aquel sujeto destinado a establecer la dictadura del proletariado, se fue incorporando al sistema capitalista dejando atrás su esencia revolucionaria. Ante esto, la izquierda se vio en la necesidad de encontrar un nuevo sujeto con el cual articular la lucha. Sobre eso vamos a ahondar.

Ernesto Laclau afirma que el populismo es una herramienta para hacer política en la que se busca crear la identidad del “pueblo” en base a cadenas equivalenciales de demandas que creen una identidad común. La izquierda, despojada de su proletariado revolucionario como ÉL sujeto histórico pero con ansias de supervivencia, logró articular las diferentes demandas de las minorías en una misma cadena equivalencial. Ya lo afirmaba Iris Marion Young, autora feminista, al afirmar que existían grupos que merecían una representación y atención de las políticas públicas:

“Grupos claramente candidatos a la representación grupal en el proceso de elaboración de políticas son las mujeres, los/as negros, los/as indígenas estadounidenses, los/as ancianos, las personas pobres, las personas discapacitadas, los gays y las lesbianas, los/as estadounidenses hispanos, los/as jóvenes y los/as trabajadores no profesionales” (Young, 1992)

Es así que logrando agrupar a todos esos sectores detrás de una misma bandera, la izquierda ha conseguido reformarse y crear una nueva díada entre minorías y mayorías, las cuales contienen micro enfrentamientos dentro de ellas: mujeres (minoría) contra hombres (mayoría), homosexuales (minoría) contra heterosexuales (mayoría), negros (minorías) contra blancos (mayoría) y así con cada disputa que se les permita polarizar la situación social.

Ahora bien. Usted, querido lector, podría afirmar con mucha pericia que estas disputas existen, casi desde la aparición de la modernidad. Sin embargo, aquellas disputas que anteriormente se daban en el ámbito de la economía, al ser la lucha de clases el eje rector de la discusión, actualmente se dan dentro del ámbito de la sociedad y, principalmente, la cultura.

¿Y por qué esto es una amenaza a nuestra libertad? Sabemos que parte de la esencia de nuestra libertad, es que somos diferentes y es mediante esas diferencias que podemos construir y desarrollarnos en los que nos gusta y en lo que queremos. Sin embargo, cuando esas diferencias se sectorizan y se quieren imponer como verdades universales, coartando nuestra capacidad de decisión sobre nuestros destinos, es que debe encendernos las alarmas de amenaza a nuestra libertad. Los individuos somos bastos y complejos, nuestra identidad excede de una sola característica. Yo soy hombre, pero también soy hijo, hermano, amigo, estudiante, trabajador, practicante de taekwondo, argentino, liberal, etc. Ninguna de ellas me define en sí mismo, sino la sumatoria de todas ellas.

En una lectura más profunda del texto “El Congreso” de Jorge Luis Borges, podemos observar como este autor argentino nos muestra mediante un relato distópico, como al creer que somos parte de una minoría, tenemos características que nos vuelven parte de una mayoría. Pero centrarse en una sola característica que nos vuelva minoría y no en todas las que nos pueden volver una mayoría y acercarnos a los demás, es lo que arruina nuestra individualidad y nuestra capacidad de cooperación.

Sin embargo, esta parece ser la estrategia de la izquierda moderna: al perder a su sujeto histórico, el proletariado, recurre a la extrema fragmentación de las minorías para agruparlas detrás de una única lucha contra las mayorías opresoras.

BIBLIOGRAFÍA:

–          Borges, Jorge Luis (1971). El Congreso. Buenos Aires: El archibrazo editor.

–         Laclau, Ernesto (2005). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

–         Young, Iris Marion (1996). Vida política y diferencia de grupo: una crítica del ideal de ciudadanía universal. En Carme Castells (comp.), Perspectivas feministas en teoría política. Barcelona: Paidós

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