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No me gusta Giddens, y dudo que ustedes difieran conmigo. No obstante, creo más que necesario encontrar diferentes autores que nos permitan comprender la realidad social. Hacia allí vamos.


La teoría de la estructuración surge a modo de crítica a la división tradicional entre estructura e individuo; esto, es fundamental para comprender la relación dual entre acción y estructura, entre sociologías comprensivas y estructuralismos. Esa teoría de la estructuración, entonces, busca la relación entre las acciones de los sujetos y la producción y reproducción de los sistemas sociales. Así, en su concepción, Giddens entiende a los agentes, que siempre son intencionales, como partícipes necesarios de la transformación social, como hacedores de la sociedad, como reproductores de sus propias estructuras, como sujetos que pueden explicar sus razones y motivaciones accionales. Esas acciones, obedecen a razones que son capaces de ser explicadas discursivamente. 

La intención remite al actor que le da sentido a su acción, aunque ese conocimiento del sentido de la acción, la mayor parte de las veces, no sea más que conocimiento tácito. Pero el punto fundamental es otro: es imposible concebir la propia existencia de las estructuras (existencia que es virtual) sin comprender que las propias acciones de los agentes son las que “llenan y vacían” las propias estructuras como prácticas institucionales arraigadas en el tiempo. Así, acción y estructura no son dos componentes separados, dos polos opuestos de la posibilidad del análisis del proceso de realización diario de cada uno de los agentes, sino que emerge como práctica propia en la cual dichos individuos contribuyen con su propia cotidianeidad (de la que poseen saber teórico). 

En esa reflexividad institucional, el vacío y llenado de las estructuras es propio de las acciones que realizan los agentes. ¿Por qué? Porque las prácticas reproducidas son el punto de partida; no los agentes o las estructuras. En esa autonominación constante, los agentes reproducen su propia condición.

Ahora, en ese accionar, hay consecuencias no buscadas, que son los puntos centrales de las reproducciones de las estructuras. En efecto, las consecuencias no buscadas de la acción, son partícipes de la posibilidad de propia retroalimentación, esto incluye la necesidad y posibilidad de realizar dicho proceso sistemáticamente para convertirse en condiciones inadvertidas de una acción ulterior. Allí se enmarcan estas condiciones de la acción, en donde el propio proceso condicionamiento de las estructuras aúnan y constituyen a la acción; es decir, en ese constante fluir y accionar, el agente produce las propias condiciones de su acción. Las consecuencias no buscadas, de esta manera, se convierten en prácticas duraderas, en instituciones. 

Por eso, la reproducción de la lengua de mi habla es consecuencia no buscada de la propia acción comunicativa de mi intención de hablar o comunicar de determinada idea. En última instancia, las prácticas cuya difusión o extensión es considerable espacio temporalmente son las instituciones, rasgos cuya duración es, otra vez, amplía, considerable; son los rasgos más duraderos de esa vida de los agentes. Volviendo: el concepto de consecuencias no buscadas de la acción es fundamental para la Teoría de la Estructuración de Giddens. Nosotros podemos encontrar intencionalidad en las acciones diarias del actor (como las funciones manifiestas mertonianas). No obstante, del actuar cotidiano, algunas consecuencias escapan al actor (como las funciones latentes): allí, esa existencia es lo que posibilita la reproducción de las estructuras. Pero esas estructuras, y los agentes claro está, no pueden ser pensados como entes aislados, con independencia unos de los otros, sino que, en su vida social, hay una reproducción, una realización, una recursividad de las prácticas llevadas a cabo. 

En esa repetición y cotidianeidad actuante, las estructuras “existen virtualmente” y, en esa difusión generalizada a diferentes ámbitos es que las instituciones se constituyen como tales. Entonces, esas propiedades características de las estructuras sociales son constricción y posibilitadoras, y son medio y resultado de las prácticas recursivas. Los agentes, de esta manera, son los productores y reproductores de las estructuras, de su propio mundo social; allí donde producen sus acciones, también reproducen sus propios contextos escenificatorios de la vida social.

En última instancia, las instituciones no se alejan de su concepción como reglas y recursos que van encontrando cierta reproducción de su ser a lo largo de una espacio-temporalidad evidenciable, prolongada, estable y duradera. Claro está que, si se me permite, existen algunos considerandos que creo son interesantes de pensar: si bien es cierto que más que guía al pie de página, método, o protocolo de proceder al análisis social es más bien un marco de referencia, el problema, quizá, subyace en la incapacidad o indeterminación de una temporalidad específica, es decir, del “cuanto tiempo” es necesario para que “sean” instituciones, más allá del pensamiento del tiempo supraindividual que sobrepasa las generaciones propias y la vida de los agentes. Además, si reglas y recursos son elementos necesarios y cuasi simbióticos, esa relación implica la sujeción a las estructuras, dado el origen o la espacialidad, el lugar donde están esos recursos. Esas reglas y recursos que reproducen las acciones, también, como sabemos, son los medios para la reproducción sistémica.


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