El liberalismo peruano, lamentablemente, se ha confundido y fusionado con la derecha tradicional del país. Una derecha que en gran parte está consumida por el fujimorismo, Avanza País, Renovación Popular y otros grupos que si bien en ciertos momentos cumplieron un deber situacional, hoy solo mantienen el status quo.
La derecha peruana ha sido cómplice en mantener con vida al fujimorismo y a Fuerza Popular como partido. Por eso hago un llamado a los verdaderos liberales: es urgente deslindarse. El liberalismo no nace para conservar estructuras políticas desgastadas, sino para romper el status quo. Quien no entienda eso, no ha entendido lo que significa realmente ser liberal.
El liberalismo se basa en valores éticos y morales que no pueden ni deben confundirse con el oportunismo, el clientelismo y la inmoralidad de una derecha que se dice liberal solo cuando le conviene. El liberalismo es libertad económica, libertad individual, respeto por la vida y autonomía. No el disfraz de libertad que vende la política tradicional.
En Perú los llamados partidos liberales han fracasado. Libertad Popular y otros partidos que se autodenominan liberales han demostrado que no están dispuestos a romper con el poder. Hacen alianzas con el APRA, Acción Popular, y otros partidos responsables del deterioro institucional del país. Eso no es liberalismo. Es más de lo mismo.
El liberalismo no se acomoda. No se sube al carro del poder ni juega al cálculo político. Rompe con las estructuras caducas. Porque ni la izquierda ni la derecha han ofrecido una alternativa real. Ambas han sido funcionales al mismo sistema: un sistema donde unos pocos se enriquecen y la mayoría apenas sobrevive.
Creemos en liberar el mercado de verdad. Hoy en día, el país está secuestrado por intereses enquistados en sectores estratégicos. Bancos como BCP, Interbank y otros actores tradicionales gozan de privilegios amparados por el poder político. el estado protege sus intereses. Por eso no hay sanciones. Por eso no hay competencia real.
Seguimos sosteniendo una petrolera estatal intocable. Un sistema de salud copado por monopolios farmacéuticos. Un sistema de pensiones que roba al trabajador. Y en medio de eso, aún hay quienes siguen creyendo que esto es un modelo de libertad. No lo es. Es un modelo de captura. El liberalismo que defendemos propone abrir el mercado médico, romper con el monopolio farmacéutico, permitir la competencia en salud, educación, pensiones y banca. Que haya hospitales accesibles, jubilaciones justas, oportunidades reales para emprendedores.
Queremos que el agricultor negocie directamente con el comprador extranjero. Que no necesite intermediarios estatales ni permisos que solo sirven para cobrarles por producir en su propia tierra. Tenemos profesionales que pueden hacerlo posible, pero el sistema los desmotiva. Se matan trabajando por S/1,500 mientras una presidenta se sube el sueldo a más de S/35,000.
Los liberales debemos de proponer recortar el sueldo de un congresista en un 80 %. ¿Quieren servir al país? Que lo demuestren con hechos. Que sobrevivan con sueldos reales. Bajemos el gasto público. Eliminemos privilegios. Veamos si la política sigue siendo atractiva para ellos.
La solución no es más estado. Es menos estado y más libertad. Libertad real. No la “libertad” manipulada que usan para justificar el abuso de poder o el saqueo.
Apoyamos a la informalidad porque ellos mantienen vivo al Perú. Se levantan a las 5 a.m., producen, venden, trabajan sin garantías y sin apoyo, y luego el sistema los criminaliza. El país sobrevive gracias a ellos. A quienes siembran papa en la sierra, a quienes cultivan café en la selva. Ellos sostienen la economía real. Pero el estado los margina, los persigue y encima les cobra por producir.
El liberalismo es liberar. Liberar el mercado, liberar la salud, liberar la educación, liberar a los trabajadores, liberar a los productores. Mientras menos estado, más libertad tendrán los ciudadanos para hacer con su vida lo que deseen. Para decidir, emprender, crecer. Para vivir sin tener que rendirle cuentas a una élite burocrática ni a partidos corruptos.
Nosotros creemos en eso. Nosotros, los liberales de verdad, estamos aquí para romper con el status quo.
Cuando en el año 2019 el expresidente huía, se desconocía al siguiente gobierno. Años después, en específico hoy, sabemos bien que el socialismo mutó, solo por denominación; al contrario, se clasifican en capitalistas.
En las pasadas elecciones, la incertidumbre invadía a toda Bolivia sobre quién sería el próximo presidente. “¿Grata o un cachetón?”, fue la respuesta. Alguien salió de la nada, lo que la mayoría de los bolivianos comentaba: “¿Quién es ese?”. Lo cierto es que no era tan desapercibido como creíamos. Se vio un fuerte movimiento sorpresa dentro de sus filas, lo que demostró una alianza desde hace un buen tiempo.
¿Todo estaba planificado? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es quiénes son.
Los socialistas son una corriente filosófica, más no económica. En Bolivia pasa algo totalmente incoherente: no reconocen sus líneas. Pero hoy, después de estas elecciones, quisiera contar, con breve experiencia, los acontecimientos del 2019 y que ustedes mismos refuten qué es la libertad y por qué debemos protegerla.
Testimonio: la pérdida de la libertad
“Eran las 18:00 horas. Los niños salían a jugar a los parques de recreación; todos sonreían y jugábamos libres en la hamaca, subiendo y bajando en el resbalín, con risas descontroladas.
De pronto, muchas personas, ciudadanos bolivianos afines a un partido político, llegaron con palos y petardos. Nos emboscaron, y todos los niños huimos hacia nuestras casas. Algunos padres, asustados, corrieron hacia los suyos; dejaron tirados a unos. Un niño menor de cuatro años, al intentar huir, se cayó. Nadie lo levantó, al contrario, pasaron encima suyo. Un joven, amablemente, lo levantó y lo llevó en su espalda para huir.
Nadie se imaginaba eso, aunque estuviésemos bajo toque de queda. Lo que pasa es que vivíamos muy lejos de las pugnas políticas. Pero eso no nos salvó. Al llegar, todos corrimos como nunca y, al parecer, los adultos veían normal esta situación. Yo me ardí en espíritu por las injusticias y por qué nos maltrataban, por qué teníamos que huir con miedo si eran nuestros propios hermanos bolivianos. Yo no entendía.
Pero qué podría esperar, si mis padres vivieron algo similar en 2003, en la guerra del gas. Jamás entendí por qué teníamos que sufrir y esperar tanto atropello, pero no quería que siguiera pasando. Todos aceptaban ser encerrados y maltratados por organizaciones del gobierno. Ese día dejé de pensar como una niña, porque junto a esa caravana y los maltratos se llevaron mi felicidad. El parque quedó destruido, y con él, mi sonrisa.”
Reflexión sobre la violencia política
Ahora bien, ¿esto es justo? ¿Un partido puede promover actos de violencia? Creo que todos sabemos que no. Pero, ¿lo aceptamos? ¿Por qué?
Un día, al parecer, hicieron pequeños actos de ayuda. Los mismos, pero con otro nombre, con otra sigla, con las mismas ideologías, suceden al anterior gobierno. ¿Una nueva oveja pretendiendo ser nuestro redentor?
Todo apunta a una era prolongada de colas, escasez y jóvenes que, cansados, dejan atrás su país, sus recuerdos y los sueños de crecer junto a sus seres queridos, para entregar sus años más preciados a un empleador explotador en tierras extranjeras. Mismo caso de miles de jóvenes profesionales y estudiantes que emigran a Chile y demás países.
El falso liberalismo y la mutación ideológica
Hace unos días, dos figuras aparecieron: una de la nada y otra, el viejo como el vino, pero no tan bueno. Sin embargo, el liberalismo no tiene hoy representantes sólidos en Bolivia.
Vale recordar que el liberalismo, en su forma más básica, es una filosofía política y económica que defiende la libertad individual y promueve el libre mercado. Como bien decía Ayn Rand:
“El hombre, cada hombre, es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de los demás.”
De ahí que el verdadero liberalismo rechace alianzas con políticos que manipulan su esencia para convertirla en un eslogan vacío.
Bolivia atraviesa un proceso de mutación ideológica. Se adoptan etiquetas de “liberal” que no responden a la filosofía genuinamente acuñada, sino a influencias vecinas, particularmente de Argentina, mal interpretadas o incompletas.
Los candidatos emergentes se presentan como alternativas frente al socialismo disfrazado de derecha, vendiéndose como la solución salvadora de un país en crisis. Pero el riesgo está en que, sin fundamentos claros, estas posturas se transformen en nuevos fanatismos.
Populismo, deuda y crisis económica
Frédéric Bastiat advertía ya en el siglo XIX:
“El Estado es una gran ficción mediante la cual todo el mundo trata de vivir a expensas de todo el mundo.”
Y eso es exactamente lo que vemos en las propuestas populistas que se repiten: bonos, rentas y dádivas que hipotecan el futuro con deudas que ya superan los límites de las arcas nacionales.
El resultado lo sufrimos en carne propia: despidos, empresas cerrando y bolsillos más vacíos, con precios inalcanzables en los mercados.
El liberalismo auténtico y la educación como salida
No todo, sin embargo, debe reducirse a crítica. El liberalismo auténtico, además de defender el mercado y la propiedad privada, coloca al pensamiento crítico y a la educación como ejes centrales para construir sociedades libres. “Un país no se salva con un mesías, se salva con ciudadanos libres y de criterio crítico.”
Si Bolivia desea un futuro distinto, debe apostar por individuos formados que comprendan las ideas de la libertad, que participen activamente en el debate cívico y que no caigan en la trampa de un líder que promete lo imposible.
El caso de los autos “chutos” legales para Bolivia es ejemplo de esto: traería problemas internacionales con el vecino próximo a la costa del Pacífico.
Conclusión
Bolivia desea un futuro distinto y, para lograrlo, debe apostar por individuos formados que comprendan las ideas de la libertad, que participen activamente en el debate cívico y que no caigan en la trampa de un líder que promete lo imposible. El caso de los autos chutos legales para Bolivia es un ejemplo de esto, ya que traería problemas internacionales con el vecino próximo a la costa del Pacífico.
La educación, al final, es fundamental para Bolivia; lo que importa es comprender, reflexionar y participar. La formación crítica es lo que puede colocar a Bolivia en un nuevo lugar en la historia: un país libre, consciente y dueño de su propio “Destino”.
Arthur Danto, posteriormente, reflexiona sobre estas lecciones en su obra Después del fin del arte (1996).Danto propone que el arte ha dejado de existir pero no de manera literal. Propone que la narrativa histórica del arte, que había guiado a su evolución, se terminó. Antes, relatos como los de Vasari o los manifiestos de las vanguardias, dadaísmo, futurismo, etc. buscaban criterios para definir qué era arte y diferenciarlos de lo que no lo era.
La modernidad artística (1880-1965) había estado dominada por la búsqueda de “lo nuevo” y el rechazo al pasado. Sin embargo, en la actualidad, según el filósofo, ya no hay un solo rumbo, cualquier cosa puede ser arte y cualquiera puede ser artista. Esto inaugura una fase poshistórica, caracterizada por el pluralismo, diversidad de medios, (performances, fotografía, video) y ausencia de una “dirección correcta” en el arte. Ya no hay práctica estética canónica ni jerarquía entre las artes como pretendía Hegel.
Hubo un hito histórico central que hizo a Danto reflexionar sobre esto. La exhibición de Las cajas de Brillo de Warhol en 1964, allí el arte y el objeto comercial son visualmente indistinguibles. Para reconocer la caja como arte, se necesita una teoría y conocimiento del mundo del arte. El arte ya no se identifica sólo con su apariencia sensible, sino por su contexto y significado.
Así, el arte contemporáneo, plantea cuestionamientos teóricos sobre su propia naturaleza, muchas veces de manera irónica o crítica. El ready made y el arte conceptual introducen lo cotidiano en el arte y eliminan el aura tradicional.
¿Y qué sucedió con ese aura tradicional? Por su parte, Walter Benjamin (1935), en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, va a analizar cómo cambia el sentido y la función del arte cuando aparecen tecnologías como la fotografía y el cine, que permiten reproducir obras en masa. Antes, las obras de arte eran únicas, tenían un “aura”, es decir, un valor especial ligado a su autenticidad, su tiempo y su lugar. Esa relación hoy en día se perdió.
Es interesante esto en vista a la actualidad ya que si bien hemos naturalizado que el arte sea masivo, hay todavía un intento por recuperar la “irrepetibilidad”. Recordemos la creación de nuestro siglo, los NFTs. Dejando de lado las intenciones económicas, fueron también un intento fallido por recuperar la autenticidad de la obra de arte, su “aura”. Se trató de decir “esta obra digital, por más de que la tengan millones de personas, es mía, es única, tengo un token que me lo válida”. Pero por otro lado, es muy tentador deducir que si todos pudiéramos tener una copia exacta de la monalisa, con los trazos idénticos de pintura, al nivel de que sea imposible para un experto diferenciar entre el “original” y la “copia”, entonces, el concepto del cuadro de la monalisa tal y como hoy la conocemos, cambiaría.
Por ende, son muy curiosas las problemáticas actuales sobre el arte porque la digitalización como tal es algo solo propio de nuestro siglo y sólo Dios sabría qué nos diría Hegel al respecto. Sin embargo, por más de que deseemos pensar que las preguntas del arte son preguntas del pasado, en nuestro presente seguimos atados a buscar solución a aquellas preguntas que ni siquiera pudimos terminar de formular. De cierta forma, inventos como los NFTs nos están queriendo decir que si algo es absolutamente reproducible no tiene el mismo valor artístico que aquello que es casi inaccesible. ¿Tenemos que considerar el arte como si fuera petróleo? ¿Tiene el arte qué ser difícil e irrepetible para ser arte?.
Es aquí en donde encuentro a dos héroes al rescate para tratar de darle otra mirada a este dilema, por un lado, el mismísimo Aristóteles y por otro lado al arte que en mi perspectiva ha sido y será el arte de excelencia, la música.
Aristóteles (siglo IV a. C.), en La poética, sostiene que el arte imita la naturaleza, por un lado, la técnhe puede colaborar con la pýshis para la producción de algo a lo que la pýshis tiende, como por ejemplo, el médico que ayuda a que el paciente se cure. Cuando la téchne completa una acción natural, persigue un fin con utilidad. Pero cuando la téchne no persigue un fin con utilidad, cuando imita a la naturaleza sin ningún beneficio, entonces, estamos ante lo bello. Aquí entonces, hablamos de arte.
La clave de esta mímesis, de esta imitación que imita lo bello es que tiene dos orígenes naturales, ellos son la imitación y el placer. Imitar es una acción humana natural, gracias a esta habilidad podemos aprender pero cuando se descubre la relación de lo imitado con lo que la cosa es, surge un placer. Cuando llegamos a la conclusión de que esto es aquello, esa percepción intelectual, esa referencialidad es placentera. De aquí surge el placer de la contemplación, propio de cuando reconocemos en una obra artística determinada esencia.
Entonces, cuando estamos presentes ante una obra artística, se despierta en nosotros una potencia que estaba en nosotros. Por ejemplo, si en una obra observamos valentía y reconocemos esa esencia, puede despertarnos en nosotros sentimientos de valentía por más de que no seamos valientes. Esto se ve claramente en la música que evoca dicho sentimiento como una marcha militar, la marcha imperial de star wars, estas melodías nos despierta el sentimiento de valentía.
Entonces, en la música queda claramente reflejado que el arte conmociona, tiene el poder de despertar en nosotros ciertas potencias, el reggaetón nos puede llevar a nuestros sentimientos más primitivos y géneros más complejos como el indie, el jazz, el rock, el bossa nova, etc. nos pueden transmitir y despertar nuestros sentimientos más profundos. En este sentido, la música también ha caído a la tentativa de ser capitalizada y ofrecida como un bien escaso, por ejemplo, en el caso de los recitales, en donde una entrada puede llegar a ser muy costosa y dicha experiencia puede ser valorada como excepcional. Sin embargo, no podemos negar que la música no se puede materializar, esta escapa a las dimensiones espaciales, superando por ello al resto de las artes.
Pienso, que las artes plásticas deberían dejarse guiar por la música y entender que así como los sonidos pueden ser basura auditiva, ruido o música, dependiendo de su composición, lo mismo sucede con los trazos, que pueden ser una obra artística o garabatos. El ruido no tiene la capacidad de conmocionarnos y provocarnos sentimientos profundos, más bien tiene el poder de estorbarnos. Quizás eso es lo que nos sucede cuando vamos a un museo hoy en día y vemos un dibujo extraño que no podemos decir que no nos hace sentir nada pero eso que nos hace sentir es un sentimiento de molestia, no de contemplación. La incomodidad que hoy sentimos al ir a un museo es objetiva, ya que es como si fuéramos a bailar y pasarán ruidos de tráfico en vez de canciones, esperando que los asistentes generen ganas de bailar con sonidos que no están transmitiendo nada. La música está libre de esto gracias a su inmaterialidad, puede haber música que evoque sentimientos grotescos pero no puede haber música que no transmita.
Además, otro punto revelador, gracias a esta característica de la música, el de no poder ser enjaulada, una canción bien compuesta, que transmita una melodía, va a ser placentera para algún oyente y esta misma, puede ser reproducida infinitamente y al menos yo, no me atrevería a decir que esto le resta valor. Al contrario, encuentro en la música una superioridad que no tienen las artes visuales ya que está no puede ser desvalorizada por su difusión y simplemente se valoriza según su capacidad de contemplación.
En este sentido, también encuentro que la música no ha muerto y por ende, el arte tampoco, más bien, la música nos enseña que es y que no es arte. En este sentido, si el arte se definiera por como se define la música, este tendría que estar bien compuesto para llegar a ser arte ya que la música sin composición, es ruído e incluso podemos considerar que es basura auditiva, nos daña, no nos incita a contemplar. Además, presenta autenticidad pero esta autenticidad no se define por ser irreproducible sino más bien por su contenido, es una sola pero su reproducción no la desvaloriza y además, lo que no no conmueve es cualquier cosa pero arte no es porque el arte, conmueve.
Bibliografía
Aristóteles. (s. IV a. C.). Poética. Edición Gredos.
Benjamin, W. (1935). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. (Traducción de A. García). Editorial Itaca.
Danto, A. (1996). Después del fin del arte: El arte contemporáneo y el linde de la historia. Edición Paidós.
Hegel, G. W. F. (siglo XIX). Lecciones sobre la estética. Edición Félix Duque.
From countries which have a Constitutional foundation of freedom to protect, to those in which our students and alumni are risking it all for liberty, we want to tell you how our students and alumni are making a difference.