Recuerdo una de las primeras veces que sentí impotencia en mi vida. Tenía 11 años. Se había aprobado un acuerdo entre un país terrorista y negacionista del holocausto como Irán y Argentina. Recuerdo haber ido con mi padre a explicarle mi desazón. La desilusión y la incapacidad me rodeó. Ese mismo sentimiento es el que me llevó a ser parte de SFL. Como dice Kant: “Sapere Aude. Ten el valor de servirte de tu propia razón”. Yo necesitaba asumir un rol de activismo, sentir que por poco o mucho que sea, algún cambio quería producir en mi comunidad.
Nada es fácil. Nada está servido en bandeja de plata. La coordinación local implica esfuerzo y responsabilidad. Planificación y constancia. Yo mismo recuerdo el miedo que sentí al realizar mi primer evento sólo. Uno crece dentro de la organización entre éxitos y fracasos. Eventos que son para enmarcar en un cuadro y otros que uno preferiría borrar de su memoria.
Hay veces donde uno se desanima y quiere abandonar. Sin embargo, el objetivo, el faro que te ilumina, te da fuerzas. Y también son importantes las personas que te rodean. El hecho de ser liberal no te anula lo social. No somos átomos sino seres sociales. El hecho de haber tenido (y tener) un equipo que te respalda, que te apoya en los momentos de dificultad y te potencia en los logros es algo clave. Mucho más importante que algún logro personal que uno tenga en cuanto a cantidad de asistentes a un evento y otras cuestiones.
No quiero ser mucho más extenso. Los invito a aplicar para el programa de coordinadores locales. ¡Generemos un cambio!
