Tal como está organizada nuestra sociedad, la manera normal de conseguir lo que queremos, consiste en tener un empleo. Podemos entonces utilizar el dinero que ganamos en comprar un mayor numero de cosas para nosotros y nuestros seres queridos. Si no tuviéramos un empleo o un trabajo por cuenta propia, deberíamos, producir la comida que consumiéramos, confeccionar toda nuestra ropa y toda otra cosa que necesitáramos. Emplearnos en un lugar donde nos sea posible utilizar herramientas proporcionadas por terceros, constituye la manera más fácil para que la mayoría de nosotros satisfaga sus necesidades.
Pero, a pesar de todo, son millones los hombres capaces y dispuestos a trabajar que carecen de ocupación. ¿Cuál es la respuesta?
Usemos la cabeza. Cuando queremos vender algo, lo vendemos al mejor postor. Este, a su vez, compra por el menor precio que puede. Sucede en los mercados de granos y de algodón, lo mismo que en la bolsa de valores.
De este modo, quien vende consigue lo más que alguien esta dispuesto a pagar, mientras que el comprador paga lo menos que quien vende está dispuesto a aceptar. Uno y otro obtienen la máxima satisfacción posible de su transacción. Eso es lo que ocurre en un mercado libre. No hay razón para que estos mismos principios del mercado libre no puedan aplicarse a los servicios de los trabajadores. Hacerlo exigiría solamente dos cosas. Primero: toda persona que busca trabajo debería poder elegir aquel empleo que, a su juicio, le ofrece mejor paga por los servicios que puede vender. Segundo: cada empleador potencial debería elegir a aquellos postulantes que, a su juicio, le ofrecen los mejores servicios por los salarios que esta dispuesto a pagar. La competencia haría que, bien pronto, nadie recibiera una remuneración demasiado baja o demasiado alta.
Una solución tan simple acabaría claro está, con todos los privilegios que gozan quienes hoy reciben una remuneración excesiva. Ningún sindicato podría asaltar a empleadores y consumidores obligándolos a pagar por la fuerza, la intimidación o la violencia, algunos salarios por encima del mercado libre. Pero estos salarios forzadamente altos para algunos, significan que otros deben aceptar salarios más bajos o quedarse sin trabajo.
Estos salarios más bajos y desempleo desaparecerían si todo el mundo, incluso quienes carecen de trabajo, tuvieran libertad para competir por cada vacante. En tanto haya necesidades humanas no satisfechas, siempre habrá la suficiente cantidad de vacantes de trabajo
Un mercado laboral libre daría como resultado el “pleno empleo” y una mayor producción de las cosas que el hombre necesita. El nivel de vida tendrá que ser más alto. Si hay mayor producción, ósea más bienes y servicios compitiendo por cada dólar, los precios bajarán y toda persona con un dólar tendrá derecho a una parte mayor de esa producción acrecentada.
Con un mercado laboral libre, habría trabajo para todos, se produciría más riqueza y se satisfarían mejor las necesidades de todos.
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