Muchos piensan que los mercados financieros y los sistemas tecnológicos que éstos utilizan son tópicos que deben ser dejados a los especialistas. Sin embargo, nos afectan directamente como ciudadanos que realizan transacciones libres en el mercado.
El dinero virtual, conjuntamente con sus transacciones, ha venido ocupando un espacio de gran relevancia a nivel global con respecto al dinero en papel. En tiempos de pandemia, ese lugar se resignificó al existir probabilidades de contagio del COVID–19 a través del tacto de billetes o monedas. Pero, ¿pueden las economías mundiales volverse totalmente digitales o bancarizadas?
Podemos observar grandes diferencias en el uso de los medios electrónicos de pago por parte de los países desarrollados con respecto a los países en vías de desarrollo como la Argentina, siendo en éstos últimos mucho menor. Esto puede deberse, en mi opinión, por el elevado grado de desarrollo que poseen los mercados bancarios y financieros de países como Australia, Nueva Zelanda o Canadá. Los últimos gobiernos de nuestro país se caracterizaron por tender hacia una economía cerrada, con medidas depredadoras para los mercados financieros (el cepo cambiario vigente de US$200 mensuales es un buen ejemplo de ellas), por lo cual la política económica del Estado juega un rol importante a la hora de aumentar la presencia de estos mercados en la economía argentina, y disminuir el elevado costo tributario que supone operar en la economía formal y en el sistema bancario.
En el mismo sentido, la presión tributaria puede causar evasión fiscal, de la cual se obtiene dinero que no puede ser ingresado en los mercados financieros, por lo que la utilización de efectivo se hace necesaria para los evasores. Creo que un régimen tributario menos confiscatorio desincentivaría la evasión fiscal y provocaría, como consecuencia, mayores ingresos para las arcas del Estado, a la vez que permitiría una mayor presencia de los bancos en la captación de los ingresos y los ahorros de las empresas y de los particulares, aumentando así la “economía digital.”.
La desaparición total del dinero en efectivo como consecuencia del proceso de digitalización de las monedas y los billetes físicos requeriría, a mi juicio, un sistema económico digital e interconectado, lo que supone un gran desafío para la Argentina, un país que, si bien posee muchos profesionales e innovadores dedicados a las tecnologías de la información y la comunicación, aún se muestra rezagado en cuanto a conectividad se refiere (si observamos el mercado nacional de telefonía y servicios de banda ancha, podemos distinguir rápidamente que se trata de un oligopolio y, muchas veces, prácticamente de un monopolio según la región, con todas las consecuencias para la calidad del servicio que ello supone). Ahora bien, si dicha digitalización se produce, existirán grandes beneficios: la disminución de los costos operativos de las instituciones bancarias, una mayor seguridad para los usuarios, la formalización de la economía, una mayor inclusión financiera, y aún más importante, la reducción de los costos que conlleva la emisión y distribución de billetes para la economía en general. También podríamos agregar como ventaja de la digitalización, y de la reducción en la emisión de billetes, la posibilidad de generar un impacto positivo en el medio ambiente, al reducir la cantidad de papel moneda que se utiliza en dicha emisión (que, en el caso del peso argentino, es elevadísima).
En resumen, creo que es fundamental la labor del Estado para insertar los nuevos medios de pago en el mercado financiero argentino y también recae en todos nosotros informarnos y convencernos de que una economía digital es beneficiosa para todos los ciudadanos-consumidores al fomentar una mayor inclusión financiera.
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