Todavía recuerdo cuando leí hace unos años “Suecia, el otro modelo”, escrito por el ex miembro del parlamento sueco y de origen chileno, Mauricio Rojas.



En su libro mencionaba cómo Suecia estaba pasando poco a poco de un Estado del Bienestar a una Sociedad del Bienestar, hablaba de escuelas, universidades, hospitales y otras instituciones sin fines de lucro, gestionadas enteramente por ciudadanos que deseaban ver una sociedad más solidaria, sin intervención estatal. Recordemos que Suecia precisamente debido a su alto nivel de estatismo, al igual que los demás países nórdicos, entró en una marcada crisis económica durante la década de los 90s.

Después de esa lectura quedé asombrado y muy pensativo, haciéndome preguntas a mí mismo: ¿Cómo era posible que servicios de educación y salud ahora puedan ser gestionados en una proporción considerable por manos privadas?, ¿Acaso existe solidaridad entre los individuos si no es a través de la figura del Estado?, ¿Existen ejemplos de ello fuera de Suecia?

Para mi sorpresa tiempo después encontré un ejemplo en mi propio país, Honduras. En una ronda de visitas a farmacias hospitalarias que era necesario cumplir como requisito de aprobación para una materia que cursaba  en universidad en aquel momento, dos colegas y yo conocimos el Hospital de Especialidades Pediátricas María, un centro asistencial sin fines de lucro. Me quedé bastante sorprendido al ver las modernas instalaciones físicas con las que contaba y con la muy agradable atención que recibían los pacientes y sus familiares, cosa que no es muy habitual ver en los demás centros asistenciales públicos a nivel nacional.

El objetivo académico de nuestra visita era conocer el funcionamiento de la farmacia de consulta externa dentro del hospital pero además se nos dio a conocer cómo lograban financiar los servicios ofrecidos. Se nos dijo claramente que los recursos eran proporcionados casi de manera exclusiva por el apoyo financiero de organizaciones no gubernamentales, empresas privadas y personas solidarias que deseaban contribuir a su funcionamiento; si bien es cierto, teóricamente el gobierno central debería colaborar financieramente también, esta ayuda es prácticamente inexistente. Esto último a mi parecer es lo que hace más meritoria su gestión.

Instituciones como estas nos abren la mente a nuevas posibilidades y nos hace dejar a un lado el pensamiento limitante de que necesitamos la figura del Estado para ser solidarios y avanzar como sociedad. Desde ese día mi mente cambió y cuando se me presenta la oportunidad de colaborar con una organización sin fines de lucro, intento hacerlo desde mis capacidades; espero que tú también puedas darte cuenta de más instituciones que estén demostrando su compromiso y honestidad en la resolución de algún problema en tu comunidad y colaborar con ellas, porque la solidaridad está en nosotros.


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