Lex Guillermo Campuzano Proaño

Estudiante de Economía
Coordinador local de EsLibertad Ecuador
Fundador de Awakeconomics


El efecto de la introducción del salario mínimo en una economía suele ser un tema que despierta debate sobre todo entre empleadores y empleados. Usualmente se suele pensar que tener un salario mínimo en una economía es beneficioso para los empleados, y que los empleadores son los principales afectados, sin embargo, este análisis peca de simplista y de no tomar en cuenta la gran amplitud de consecuencias provocadas, dentro de este pequeño pero interesante escrito repasaremos ciertos conceptos sobre el salario y ciertos análisis previos realizados en torno al tema.

Para iniciar, en el mercado de trabajo, quienes ofertan la mano de obra son los trabajadores y quienes la demandan las empresas, entonces, imaginemos un mercado monopsónico, es decir, existe poder de mercado en un solo comprador (en este caso imaginemos una sola empresa capaz de contratar), en este caso, el salario sería lo mínimo posible. Por otro lado, si existiera un mercado monopólico (es decir, en este caso, un solo trabajador que ofrece trabajo), el salario sería lo máximo posible. En la realidad el mercado de trabajo cuando se encuentra en competencia imperfecta está más cerca de ser oligopsónico (pocos compradores de trabajo) u oligopólico (pocos ofertantes de trabajo). 

David Card, premio Nobel de economía en 2021, realizó un estudio donde se demostraba que el aumento del salario mínimo mejoraba las condiciones y situación de empleo (su estudio lo basó en la experiencia del aumento del salario mínimo en los años 70 en Nueva Jersey). Por otro lado, Mónica y Maribel Jiménez en el año 2021 realizaron un meta estudio relacionado al salario mínimo y su consecuencia sobre el empleo, en el cual el 72.9% de estudios mostró efectos negativos sobre el empleo mientras que el 27.1% mostró efectos positivos. 

Sin embargo, el estudio de David Card, estaría sujeto a diversos supuestos relativamente complejos en la realidad, por ejemplo, que todos los trabajadores cobran el mismo salario, y, además, que exista una capacidad de transición de un sector a otro por parte de los trabajadores complicada. El español José Azar, por su parte, realizó un estudio según el poder de mercado de empresas en Estados Unidos, dividida entre quienes tenían mucho poder de mercado, aquellas que tenían medio poder de mercado y otras que no tenían poder, en este estudio se demostró que en aquellas empresas que tenían un fuerte poder de mercado, el incremento del salario mínimo, aumentaba ligeramente el empleo; para las de poder medio no existió un resultado determinado; mientras que para las empresas que tenían poco poder de mercado el resultado de un incremento del salario mínimo resultaba en un aumento de desempleo. 

Ahora bien, parece que todos estos estudios no llevan a una conclusión única, más bien depende de diversos factores en los cuales se realizaron, para esto veo interesante explicar la Paradoja de Diamond, la cual explica, por ejemplo, que si eres trabajador de una empresa, y no te encuentras contento con tu salario, por lo que quizá buscarías un nuevo empleo, pero tomas en consideración las limitaciones de esa transición, por ejemplo, que pierdas cierta protección ante el desempleo, consideres el tiempo hasta conseguir un nuevo empleo, entre otras limitantes que te harían replantearte la situación de cambiar de empleo; en resumen, la paradoja de Diamond (Peter Diamond fue premio Nobel de economía en el año 2010) explica la carestía de incentivo para subir los salarios en lugares donde la población económicamente activa no tiende a querer movilizarse en el mercado laboral a pesar de que existan mejores ofertas. Una de las respuestas para evitar la paradoja sería establecer un salario mínimo, ya que si las empresas no pagan lo que podrían pagar por falta de incentivos para competir, se podría hacer mediante una ley; este fue el caso del mercado laboral en Alemania en el año 2015, donde tras la subida del salario mínimo, muchas personas dejaron sus empleos o bien las empresas con poco capital (que no podían asumir el nuevo salario) tuvieron que despedir empleados, y estos se reubicaron en empresas con mayor poder de capital donde recibieron un mejor salario; dicho en otras palabras, la experiencia de lo sucedido en Alemania nos haría pensar que en el corto plazo, el aumento del salario mínimo incrementaría el desempleo, mientras que en el largo plazo, podría mejorar la situación de incentivos para movilizarse (e incorporarse al mercado laboral) a la vez que el nivel nominal de salarios se ve mejorado. 

Dicho esto, hasta el momento pareciera que de una u otra forma podríamos intuir que la medida del salario mínimo es adecuada, y que los resultados del meta estudio de Mónica y Maribel Jiménez en 2021 se equivocan, sin embargo, retomemos el análisis con el caso de Alemania tras la subida de salarios de 2015, lo que ocurre es que ahora las empresas tenían más trabajadores de media (ya que los empleados de empresas pequeñas o bien salieron de su empleo o bien estas empresas tuvieron que cerrar al no poder enfrentar el salario mínimo impuesto, ingresando así a las empresas que lograron mantenerse tras la medida), entonces, el salario mínimo destruyó las microempresas, esto a la vez, genera una reducción de la competencia en el mercado y crecimiento disruptivo, incluso podrían existir consecuencias negativas para los consumidores en cuanto a la variedad de productos y servicios.

Los efectos negativos del salario mínimo no se reducen únicamente a la reducción de competencia, sino también por ejemplo a nuevos costos que asumen los trabajadores, por ejemplo, nuevo coste de transporte hacia sus empleos, ya que quizá en un inicio los trabajadores se encontraban recibiendo un salario inferior al mínimo de forma voluntaria por la cercanía que tenía su empleo con el hogar o la flexibilidad de horarios que podían tener. Además, un incremento en el salario mínimo podría implicar una reducción de beneficios complementarios a los trabajadores, por ejemplo, seguros médicos privados, entrega de acciones de la empresa y otra serie de beneficios indirectos. 

Recordemos que sea cual sea nuestra postura dentro del análisis, ya sea como empleador o empleado, todos somos consumidores; y normalmente, el salario mínimo afecta al empleador en cuanto a sus costos de producción, sin embargo, la tendencia normal es que el costo del salario mínimo no sea asumido por una reducción de beneficios, sino, por un incremento de precios en los productos finales, es decir, el incremento del salario mínimo, lo terminan pagando en gran mayoría los consumidores (todos nosotros), no solamente por el precio, sino incluso por una reducción de calidad o variedad de los productos que se ofrecen en el mercado.

Ahora bien, otro interesante debate sobre la defensa del salario mínimo se reduce a la siguiente pregunta, ¿el salario mínimo podría reducir la pobreza?, pues, a decir verdad, el aumento del salario mínimo tiene un efecto muy pequeño sobre la erradicación de la pobreza, ya que, la subida del salario no beneficia a los más desfavorecidos (por ejemplo, las personas desempleadas), sino a aquellos que ya cobran un salario. Por otro lado, el incremento del salario mínimo tiende a incrementar la desigualdad, ya que genera una mayor complicación para acceder al mercado laboral por parte de las personas menos cualificadas, y, por otro lado, un incremento en el salario mínimo no se traduce únicamente en el incremento hacia las personas que reciben dicho salario, sino también, incrementa en cierto grado el salario de aquellos por encima del margen del salario mínimo. 

Dado que existe mayor complicación para acceder al mercado laboral por las personas menos cualificadas, además, el incremento del salario mínimo tiende a generar incrementos de precios/calidad/variedad de los productos/servicios y a su vez a reducir los beneficios complementarios de los trabajadores; todos estos factores no generan una disminución neta de la solicitud a los programas de asistencia social, razón por la cual, no disminuye la pobreza.

El principal problema del salario mínimo como respuesta a la pobreza es que no enfoca bien, y genera muchos efectos ocultos; una alternativa a la medida del salario mínimo como respuesta a la pobreza sería un crédito fiscal en el impuesto de la renta, lo cual reduce los impuestos que pagan los trabajadores de familias pobres (no en función del salario percibido, sino por ejemplo, en función de la cantidad de personas miembros de un grupo familiar), además, en caso de las personas que no tengan impuestos que pagar (por ejemplo, a raíz de que no se realizó suficiente trabajo a lo largo del año), el crédito fiscal se convierte en un complemento salarial, muy similar a lo que enunciaba Milton Friedman con su impuesto negativo a la renta. Además, esta medida podría aplicarse hacia personas autónomas y no peligraría el tejido productivo, ya que favorece a los empleados que pagan impuestos (al reducir la carga tributaria), lo cual genera un incentivo a los trabajadores a incorporarse al mercado laboral para así reducir su nivel de impuestos; cabe recalcar que cuando existe compensación salarial se haría bajo medidas de incentivos que promuevan la introducción al mercado laboral y el incremento de renta de forma natural de estas personas, para evitar que las personas se sientan cómodas recibiendo el complemento salarial de forma permanente. 

Dicho todo esto, queda claro que el salario mínimo lejos de cumplir un objetivo redistributivo o de escape de la pobreza, termina en términos generales fomentando la desigualdad, disminuyendo la competencia, limitando el acceso al mercado laboral, afectando los niveles de precios y reduciendo beneficios complementarios de los trabajadores; por otra parte, la alternativa de créditos fiscales puede ser mucho más efectiva y natural para el alivio de la pobreza e incentivar a la participación dentro del mercado laboral, y a pesar de tener ciertos problemas, se presentan como mucho más mitigables mediante un establecimiento adecuado de reglas que generen suficiente confianza dentro de la aplicación de dicho sistema. 

Como de costumbre, me gustaría terminar con una cita, en este caso, el Dr. Nima Sanandaji en su participación en el libro “Autocontrol o control estatal”, publicado en 2016, indica que: “La idea básica de la política de bienestar es ayudar a los grupos menos privilegiados a crear un futuro mejor para ellos y para sus familias. Un Estado de Bienestar más generoso no siempre equivale a una mejor situación para los menos privilegiados.”


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