¿Cómo podemos construir, desde nuestro imperfecto espacio gobernado por el Estado, el gran objetivo de la libertad?
Decirles que existe una fórmula perfecta que nos permita casarnos con la libertad (hasta que la muerte nos separe), sería una falacia de mi parte, porque la libertad es un proceso permanente y dinámico que, por supuesto debe partir de unos principios básicos, de la elaboración de unas políticas y de un compromiso estricto por parte de los ciudadanos.
¿Un compromiso? Sí, claro, estudiar y pensar con sentido crítico, poner de moda la circulación de los libros, artículos y teorías y participar en debates y grupos que promuevan las ideas de la libertad. Tú que me lees estarás pensando, ¿todo eso es necesario para conseguir la libertad?, ¡por supuesto!, todo cambio social y político debería partir desde la educación y el activismo.
De modo que, la teoría hay que exponerla, hay que ponerla al servicio de la gente, esta debería ser accesible para cada uno de los ciudadanos, porque es de esa manera como se podrá construir una sociedad que defienda y promueva este valor que es intrínseco al ser humano, así se irá tejiendo desde lo público esa discusión, ese consenso de lo que se quiere lograr como sociedad, esa opinión pública con sentido de permitir que cada uno aporte desde su espacio sin limitación ni coerción.
Si bien la libertad como derecho la encontramos en la legislación de cada país (o al menos en su mayoría), su verdadera existencia radica en su ejercicio constante, en poder pensar y actuar de la manera en que cada uno considere adecuada, (siempre y cuando no vulnere ni afecte al otro), en expresarnos conforme a nuestras creencias, en poder invertir y tener estabilidad económica, en que adquirir una propiedad sea una realidad para todos, en que elegir el sistema de gobierno sea un derecho y no una lucha.
La libertad es un fundamento de vida, no sólo de los humanos sino de todo ser viviente: un árbol sembrado en la selva es libre, un río que desemboca en el mar es libre, un pez en el océano es libre… cada uno en su hábitat es libre, entonces, ¿por qué el ser humano que tiene la capacidad racional de entender la libertad como el mayor de los privilegios que nos da la vida está constantemente intentando coartarla?, quizás porque el control social es de los mayores placeres que ha descubierto el hombre, o porque los ciudadanos no hemos entendido que nuestra naturaleza es ser libres.
El economista de libre mercado F. A. Hayek, en modo alguno un “extremista”, escribió elocuentemente acerca de la vital importancia de sostener la ideología pura y “extrema” para el éxito de la libertad, como un credo que nunca debía olvidarse. Hayek afirmó que una de las mayores atracciones del socialismo ha sido siempre el constante hincapié sobre su objetivo “ideal”, un ideal que penetra, informa y guía las acciones de todos aquellos que luchan por lograrlo.
Entonces, deberíamos empezar a ver la libertad como un ingrediente necesario para una vida mejor y como una condición indispensable para una vida plena, entender que es una decisión de todos los días, que se construye con nuestras acciones, con nuestras palabras y con nuestros conocimientos. Como planteaba Hayek, para hacer que esta ideología cobre vida hay que hacer que penetre y guíe a cada uno de los que cree en ella.
Nuestra convicción debe basarse en que la sociedad humana tendrá mayores probabilidades de vivir mejor cuando los hombres tengan libertad plena para establecer sus planes de vida sin estar sujetos a más restricción que las que establece la ley, y para que esta prevalezca en el tiempo debemos estar conscientes de la responsabilidad y trabajo diario que debemos hacer como ciudadanos, porque la libertad no se decreta, se construye diariamente.