Hay que pasar el verano

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Por: Nicolás Pierini

País: Argentina

¿Qué ministro de economía dijo esto?: “Lamentablemente, nuestro punto de partida es muy bajo. Muchos años de desatino y errores nos han conducido a una situación muy crítica. Es muy difícil que este mes puedan pagarse a tiempo los sueldos de la administración pública (…) Todavía seguiremos por algún tiempo en la pendiente descendiente (…) las medidas en curso permiten que podamos hoy lanzar una nueva fórmula: Hay que pasar el invierno”.

Repito el jueguito. ¿Qué ministro de Economía dijo esto?

Se trata de Alvaro Alsogaray, un emblema del liberalismo en la Argentina y fundador de la Unión de Centro Democrático. Ese discurso fue pronunciado el 29 de junio de 1959.

Ya pasaron 54 años y las cosas han empeorado geométricamente producto del populismo chavista de Cristina, Alberto y Sergio Massa. La enfermedad es muchísimo más profunda. Porque dejaron un país destruido por todos lados, empezando por la economía. El nivel de irresponsabilidad con que gobernaron, sobre todo en estos últimos cuatro años, los instaló como el peor gobierno de la historia democrática.

El que hoy pide pasar el verano, no el invierno es Luis Caputo en nombre del presidente Javier Milei. La novedad es que ambos son economistas liberales como Alsogaray y que Milei ganó las elecciones prometiendo un plan motosierra, es decir un ajuste brutal.

Ricardo López Murphy, otro ministro de economía liberal confesó que el plan de emergencia anunciado por Caputo le resultó “estremecedor” y  que el ajuste que el planteó en el 2001 fue menor que el de Milei. Pese a esa realidad, López Murphy tuvo que renunciar a los pocos días. Había anunciado la eliminación de transferencias a las provincias, la reducción de la planta del estado en 40 mil trabajadores, el achicamiento del presupuesto universitario, una mayor flexibilización laboral, recorte al sistema jubilatorio y privatización de algunas empresas públicas.

Salvando las distancias, el rumbo y los remedios eran bastante similares.

Hoy la herencia del kirchnerismo corrupto y autoritario es maldita y catastrófica. Como dijo Manuel Adorni: “no recibimos un paciente con un dolor de muela, recibimos uno en terapia intensiva y a punto de morirse”.

Estamos de acuerdo en el diagnóstico que nadie debe olvidar.

Tanto el presidente Milei como el ministro Caputo avisaron y por lo tanto no están traicionando. Milei habló de estanflación y de inflación entre 20 y 40% durante varios meses. Caputo dijo que “la situación va a ser peor”.

Muchos votaron a Milel para expulsar del poder a un kirchnerismo nefasto que le hizo mucho daño a la democracia y que nos tenía hartos. Pero tengo la impresión de que la inmensa mayoría de los votantes de Milei comprendió y se preparó para los tiempos difíciles, de cirugía mayor sin anestesia que comenzaron ayer. Esperaban el pedido de un sacrificio. “Prefiero las verdades incómodas a las verdades confortables”, dijo el presidente.

Nos hizo acordar, salvando las distancias, al “sangre, sudor y lágrimas” que prometió Winston Churchill. Incluso yo le cité una frase de la brillante diputada española, Cayetana Álvarez Toledo: “tenemos que pasar del sufrimiento inútil al sacrificio útil”.

Pero después de conocidas las primeras decisiones, la pregunta que todavía no tiene respuesta es la siguiente: ¿Cuál es el monto de ajuste que soportará la mayoría de la población y durante cuánto tiempo? Eso necesita una fina lectura política, un olfato que vaya detectando los humores de la sociedad para no chocar las buenas intenciones contra una pared. El humor de las sociedades suele ser mucho más volátil del que los gobiernos necesitan.

La esperanza es lo último que se pierde y ya le comenté que muchos ciudadanos tienen la ilusión de que este sea el último trago amargo y doloroso para estabilizar la economía y volver a la normalidad del crecimiento y la producción.

Pero hay un sector que sintió que los recortes fueron insuficientes para la casta, los privilegios y la corrupción de la burocracia política del estado. Hay que ir más a fondo en ese ajuste. Seguramente conoceremos en los próximos días que dan de baja a planes duplicados o los que benefician a quienes no lo necesitan porque son ñoquis o militantes. Seguramente el Congreso de la Nación y muchas empresas afrontarán una reforma que ahorre muchos recursos y que permita que el sacudón al bolsillo de la clase media y los jubilados no sea de tanta magnitud.

La promesa decía que el mayor impacto del ajuste no lo iba a pagar la gente. Hay que cumplir con esa palabra. El tema del impuesto a las ganancias, lo que amenazan con los haberes jubilatorios y aumento de algunos impuestos y retenciones cayeron como un balde de agua fría en muchos sectores. Por ahora son prudentes, se quejan en voz baja, tienen una actitud comprensiva pero volvemos a la pregunta fundamental. ¿Cuánto tiempo se podrá aguantar semejante sacrificio sobre todo en los precios de los alimentos, transporte y medicamentos que son esenciales para la vida en sociedad?

La respuesta a esto es política. Ir a fondo, si. Meter el bisturí hasta los tuétanos está bien. Pero hay que tener cuidado con los tiempos de la gente. Sin el apoyo del ciudadano es muy difícil gobernar. La política de shock es un acierto. Pero hay que estar muy atento a la temperatura social. Está claro que hay que pasar el verano que, obviamente, será el momento más caliente. Después se tiene que empezar a sentir un alivio. Que el sacrificio valió la pena. Que los que robaron la están pagando y que los que fueron honrados y trabajadores van a tener un premio y un respiro. Pasar el verano es el primer obstáculo. El resto está por verse.


Nicolás Pierini es Profesor en Geografía y Licenciando en Geografía y Ciencia Política. Es Director Regional del Cono Sur de Estudiantes por la Libertad. Es Asesor Legislativo en el Honorable Concejo Deliberante del Municipio de General Pueyrredon. Es voluntario de la ONG Nexxos, miembro de la JPRO, fue pasante de la Fundación Internacional Bases (2023-2024) y es pasante de la Fundación Global de Mar del Plata.

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