No pensemos en Foucault como un pensador de izquierda. Comprenderlo, pensarlo, analizarlo, verlo y entenderlo son claves para utilizarlo a nuestro favor. Veamos su concepción de discursos y lo que ellas implican.
Está claro que Foucault entiende que toda la realidad social está constituida, en última instancia, por discursos, en donde los agentes, los actores, los sujetos comprenden esa realidad que los acontece y actúan en consecuencia con esa propia conceptualización contextual. El discurso no es un actor que enuncia meras palabras, sino que son ideas y valores sobre el uso de lo codificado, de lo que podría ser de otra manera, pero es de esta. No es abstracción el discurso tampoco, sino todo lo contrario: son manifestaciones concretas, es realidad corpórea directa a los sujetos, a los cuerpos.
El discurso es acontecimiento, insertado en espacio temporalidad concreta y con sujetos que constituyen dicha realidad; es materialidad, el discurso es coerción y espacios de emancipación específicos dada la existencia de las relaciones de poder. Pero los discursos poseen mecanismos que los constituyen, los hacen y los conforman como tales. Los mecanismos de control externos son aquellos institucionales, donde la prohibición o permisión se hace presente, y donde la separación y lo verídico se vuelven evidentes. En efecto, la enunciación de determinada cosa, ente o mera conexión de vocablos no posee libertinaje expresivo. En la propia realización de los sujetos, decir una cosa x, implica que esa cosa x pueda decirse: dicho de otra manera, aseverar o expresar un enunciado implica que dicho enunciado pueda ser dicho, porque no todo puede ser dicho o enunciado; hay cosas que se pueden decir, ergo, hay vocablos o enunciados que no.
La separación, incluye la división profunda entre una cosa y la otra entre tanto hay uno verídico o que debemos tomar y otro no; es la propia existencia de discursos que pueden ser tomados y considerados y otros que lejos están de una toma de credibilidad (la locura, es el ejemplo por excelencia foucaultiano). Hay discursos con posición verídica y con falsabilidad; porque la pulsión por la búsqueda última de lo verídico domina el discurso determinado, con una soberanía del significante propia, específica y concreta; allí, esa voluntad de verdad, de curiosidad y a la vez actuación por conocerla y confrontarla a lo falso actúan. Su apoyo en ciertas prácticas institucionales, distribuyen y reparten el discurso verdadero y seleccionan aquello que es el noúmeno de la verdad y, en consecuencia, coaccionan sobre el todo, sobre el resto de los “contradiscursos”.
Con respecto a lo interno, a la limitación de los discursos, controlan los azares de la aparición del discurso, su distribución, su ordenación y clasificación. Dichos mecanismos son textuales: forman parte de la propia utilización y la dimensión verbal que los hacen. El comentario funciona como aquello que se repite. Sobre él se vuelve y se legitima. Los contextos se dejan de lado para retomar aquello que fue y que merece ser repetido como tal, como lo mismo. Se conservan y se repiten por su misticidad, por sus secretos, por sus especificidades: enuncian cosas ya enunciadas como si aquello no hubiera ocurrido, tienen algo que decir, aunque ya hayan sido dichos; lo que cambia es el contexto y ahí se produce su asombro.
El autor también se hace presente como otro principio: claro está que no referimos a un individuo específico o particular generador y articulador de vocablos. El autor es unidad, coherencia, una cita de autoridad que brinda seguridad a lo dicho. Las disciplinas son el último interno: son mecanismos, procedimientos (no apoyo la utilización de la palabra método); técnicas que se perciben como verdaderas para proceder, pero también lo que pertenece a ese ámbito y lo que no. Las condiciones de su utilización, son imposiciones al sujeto en ocasiones determinadas y contextos específicos. Son constrictores, porque “eligen” quién participa y quién no.
El ritual define ese nivel de cualificación del sujeto actuante y hablante: las cosas, observables corpórea y materialmente que se pueden decir y hacer, son signos, comportamientos y acciones que pueden o no ser partícipes del accionar. Las sociedades del discurso hacedoras de espacios de circulación específicos cerrados y concretos, excluyentes. Las doctrinas se oponen a estas últimas: son la difusión, la salida del cerramiento parcial sobre sí mismo, aunque con la condición sine qua non de la aceptación dogmática de los principios y verdades ordenantes. Vincula a los sujetos entre sí y les imprime separación y diferenciación; se sirve de estos tipos de enunciación para vincular a los individuos entre ellos. La adecuación social del discurso, como la educación, es la permisión e imposición; otra vez, ideologías y cosmovisiones que se imprimen y transmiten; es mantener la adecuación de los discursos con saber-poder que la implica.
Es muy interesante el punto de encuentro entre el discurso, los sujetos y las instituciones en un proceso que verdaderamente ha llamado la atención desde el planteamiento foucaultiano. Así, como sabemos, el discurso es un instrumento de toda la estructura de la sociedad que otorga y construye sentidos, cuerpos y acciones a las prácticas sociales. Desde él, se evidencian prácticas de dominación, prácticas de poder que encuentran materialidad no solamente en la vida cotidiana sino también en la aplicación directa de sistemas de coerción como el legal, el educativo, el de salud, entre tantos otros. Ahora bien, en ese ejercicio del poder, en ese poder que se ejerce y no que posee, la capacidad de transformar las diferentes acciones de los sujetos se vincula con las instituciones de manera directa.
El poder surge en las relaciones sociales y está inmerso en la reproducción de la vida social: pero no es una forma concreta de establecimiento estructural, sino que surge de las propias relaciones de dominación en donde el discurso implica la difusión de determinadas prácticas que veníamos enunciando. Obviamente que esto implica prácticas de resistencia, pero el poder se concreta y ejerce con relativa naturalidad. Pero ese dispositivo de control y dominación, crea una lógica del discurso, una relación dialéctica entre poder y saber; en donde ese dispositivo de poder se visualiza en lo cotidiano y no en los grandes aparatos de sumisión estatal. Así, discurso y comunicación son mecanismos o recursos de ciertas prácticas para imponer el discurso concreto y afianzar las relaciones de dominación. Las reglas y el control institucional (externo) del discurso, sirve como mecanismo de consolidación del ejercicio del poder. Así, en el discurso, se visualizan las maneras en las que determinados grupos ejercen el poder sobre otros. Las instituciones, en síntesis, necesitan su propio discurso legitimador y controlador para ser. Así, esa voluntad de saber se manifiesta en esa relación como partícipe necesario.
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