El mundo es complejo y cambiante, más aún en los tiempos de crisis mundial que vivimos debido al COVID-19. Aquí, una buena dirigencia es clave para superar la situación que enfrentamos. ¿Está a la altura la gestión de Alberto Fernandez?
La sociedad argentina está acostumbrada a tener siempre algún enemigo. A veces es el imperialismo yankee, otras algunos sectores internos como el campo, y casi siempre la deuda dejada por el gobierno anterior. Sin embargo, en esta crisis han aparecido nuevos antagonistas. En marzo fueron los chetos que habían viajado al exterior, a mediados de año los infame anticuarentena, y actualmente los jóvenes apáticos que no respetan las órdenes dictadas por el Presidente Fernandez. Esta contraposición pareciera ser una constante.
Ahora, teniendo en cuenta el caso concreto, veamos cuál ha sido la respuesta de esta gestión.
Desde marzo de 2020 el poder ejecutivo ordenó el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO), poniendo la salud como el mayor bien jurídico protegido, en busca de frenar el virus, dándole un fuerte golpe a la economía. Este mismo, acompañado actualmente por un distanciamiento preventivo, y distintos tipos de limitaciones que subsisten hasta el día de la fecha han sido la estrategia del Gobierno para combatir la pandemia.
Podrá criticarse, y se critica, las distintas medidas adoptadas, la falta de un análisis multidisciplinar para enfrentar la situación, la destrucción de la economía, y el modo de restringir derechos. Incluso podríamos hablar de proporcionalidad.
A pesar de todo esto, si tenemos en cuenta que la salud fue considerada el valor máximo a conservar, el accionar del Gobierno conserva alguna lógica. ¿En qué han fallado?
Las contradicciones dadas dejan de ser poco discretas para volverse burdas. Al principio del ASPO se vio reiteradamente al Presidente Fernández tomándose fotos sin respetar el distanciamiento social, y hasta distintos políticos y allegados al poder teniendo reuniones o cenas.
Estos hechos no fueron tan trascendentales, hasta el día 11 de noviembre donde el mismísimo Presidente organizó una cena para despedir al ex presidente boliviano Evo Morales, sin distanciamiento y dentro de un lugar cerrado, quien regresaba a su país tras la victoria electoral de Luis Arce.
Pasado esto, en una entrevista televisada para C5N, Alberto Fernández diría “si yo te cuento lo que hago mañana, voy a tener gente en la puerta de Olivos esperando. Mañana almuerzo con gente que quiero.”.
Increíblemente, esto no terminaría aquí. Aquellos quienes impusieron la cuarentena más larga del mundo, destruyendo miles de puestos de trabajos, el día 26 de noviembre de 2020 organizaría el funeral multitudinario de Diego Maradona, al cual cerca de 1 millón de personas asistió. Luego el mismo ejecutivo impulsaría la discusión de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, donde las marchas y las aglomeraciones no faltaron.
Cualquier persona medianamente coherente creería que estos hechos dan por finalizada la cuarentena, dejando de lado la canallada del Gobierno. Pero no. Pasadas las fiestas, el Presidente Fernández buscó decretar un toque de queda para limitar la circulación y los contagios producidos por los jóvenes que salen de fiesta. Sin embargo, este no se pudo concretar y terminó en una mera recomendación para las provincias.
Resulta increíble la doble vara que maneja Alberto Fernández a la hora de buscar culpables e infractores de la cuarentena que él mismo impuso. Su Gobierno no tiene un plan, no sabe cómo enfrentar la pandemia. Solo ofrece pan y circo para las masas. Necesita un enemigo a quien enfrentar para ocultar su ineptitud e incapacidad para gobernar. E increíblemente, ni siquiera eso logran.
¿Cuál será el próximo paso en falso que dará Alberto Fernández? Pasada su histeria con los jóvenes, ¿a quién culpará por su propia mediocridad?
Le aseguro, no pasará mucho para verlo.
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