Ya sea en la radio, en los libros o en la televisión; en debates políticos, en obras de arte o en conversaciones casuales; No es difícil encontrar duras críticas al lujo. Constantemente presenciamos a políticos, filósofos o intelectuales decir que el lujo es malo, que es injusto o que se le debería poner un fin. Pero decir esas cosas supone un gran error que podría traer terribles consecuencias, ya que el lujo cumple una importante función social.
Lo primero que deberíamos tener en cuenta antes de criticar al lujo es qué es el lujo. El lujo es la manifestación de riqueza. Pero este es un concepto completamente relativo; la forma de vida de cualquier trabajador promedio en el mundo de hoy sería un lujo para los reyes y reinas de siglos pasados.
La función social del lujo es la de impulsar la producción de nuevos sectores en la economía. Los autos, la atención médica, o la posibilidad de viajar al exterior eran considerados lujos a los que solo unos pocos podían acceder. Pero fue gracias a aquella demanda que estas innovaciones pudieron masificarse y estar al alcance de todos. Esto se debe a que los factores de producción en una economía de libre mercado van siempre hacia sectores productivos, lo que termina aumentando la oferta de estos bienes y servicios haciéndolos más accesibles. Por supuesto que esto genera desigualdad, pero el progreso y desarrollo de las sociedades siempre lo hacen. Esta desigualdad debería ser festejada, no atacada, ya que es una forma de mejorar la calidad de vida de quienes están más abajo en las clases sociales. Si impedimos el lujo impedimos la creación de riqueza e impedimos el progreso.
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