No es para nada simple sentir euforia, de hecho, no es para nada común que en el devenir del día a día podamos sentirnos eufóricos. Así, lo más probable es que la euforia sólo se manifieste en situaciones específicas que pueden ser recordadas por nuestra psique, mediante concreciones específicas de objetivos o ilusiones que podamos pensar para tal fin. De esta manera, la euforia, entendida como una sensación exagerada de bienestar que se manifiesta como una alegría intensa, no adecuada a la realidad, acompañada de un gran optimismo, distorsiona todos y cada uno de los elementos que componen esa situación objetiva que nos rodea y nos desvía del verdadero accionar al que debemos orientar el accionar de nuestro presente y futuro mediato e inmediato.



No es algo para festejar el acuerdo del gobierno argentino con los bonistas y, si bien no me voy a meter con el aspecto económico per sé, el festejo es una aberración tanto desde el entendimiento de la pérdida de tiempo acontecida, el valor obtenido y de las características de dicha negociación, como desde las actitudes tomadas desde los ámbitos decisionales del ejecutivo tanto en materia comunicacional como en tópicos de ejecución de políticas públicas.

No ganamos ningún torneo, solo nos salvamos de la desafiliación de la Liga. Una pobreza infantil que alcanza a casi ⅔ de los niños, pobreza estimada en niveles de 2002 (57%), inseguridad, desempleo y corrupción siguen ahí y seguirán ceteris paribus siempre y cuando el gobierno actúe como lo demostró en las últimas horas: pensando que este acuerdo creará las condiciones para el crecimiento económico y la salida de la peor crisis económica de la historia argentina.

El macrismo se quedó en la euforia, el alfonsinismo también; es hora de que este gobierno no cometa el mismo error. No hay que abrazarse, como dijo el presidente, ni creer que todo está ganado: mucho menos que eso, nunca en la historia argentina estuvimos tan mal. No es una cuestión de “gataflorismo” ni mucho menos, solo es una advertencia para el lector: el acuerdo siempre sirve porque el default nunca es bueno, pero quedarse en la lógica de que el primer gol del gobierno en 8 meses sirve para ganar es un error garrafal porque como todos sabemos, ya cometieron demasiados goles en contra.

Quedarse en la lógica de la euforia es creer que el deber del gobierno, lo que era su obligación y lo pudo concretar, aunque con muchos asteriscos negativos, sirve para modificar una situación estructural y de décadas del país. La respuesta es más que obvia: NO! No sirve este acuerdo con los bonistas para cambiar décadas de populismo; solamente sirve para atenuar el colapso contra el iceberg cual Titanic.

No puede el gobierno ni la sociedad quedarse en la lógica de la euforia, porque si se acata dicha versión oficial, estaremos en el “suicidio de la euforia”, en donde por nuestro propio ego falleceremos más pronto que sin consumarse dicho sentir.


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