El militante político como fanático religioso

Todos son capaces de identificar de manera ávida y rápida a un fanático religioso. El individuo con dichas características, no es capaz de esgrimir crítica alguna, no puede discernir su pensamiento, su cosmovisión de los hechos de una realidad que, aunque criticable, no le provocan ninguna deconstrucción de su sentido de la verdad. El fanático religioso siente que tiene la casa de ladrillo de los tres chanchitos y que el lobo no podrá tirarla abajo con su soplido. Muy contrariamente a eso, su castillo de naipes se suele caer a su alrededor de manera estrepitosa pero en su realidad cree que las plumas que se desvanecen en el aire son del resto de la sociedad. El militante político fanático  y, especialmente, el populista, es exactamente lo mismo.



No hace falta ser un cientista político o un sociólogo para poder comprender los aspectos fundamentales de esa concepción: con solo divisar los dichos y hechos de esos sujetos ya somos capaces de comprender a lo que nos referimos. El ejemplo más evidente de esto, sin duda alguna, es la pandemia. Mientras que durante años el militante populista se justificaba en su “cercanía con los pobres”, hoy defiende la cuarentena a ultranza y sostiene que la economía viene después y que de la pobreza se sale. La doble moral, la hipocresía, la justificación absoluta, la ceguedad y la advocación al relato oficial cuál Biblia o líderes mesiánicos, son la rotunda muestra de la complicidad y las características compartidas entre el fanático religioso y el fanático político.

En ese sentido, si hay algo que podemos reconocer en el fanático, sea cual sea, ya no es solamente la justificación de cada accionar de la propia ideología o el odio a cada acción del “rival” sino que, por sobre todas las cosas, si hay algo que lo identifica, es la incapacidad de criticar cualquier acción realizada por los propios. Siempre hay una justificación, nunca una crítica. Siempre hay algo que le da la razón al relato oficial, aún cuando eso contradice al propio relato oficial de hace 1 mes, 1 día o hace 1 minuto. Siempre se puede cambiar de opinión porque, como dice el refrán, “si no te gustan mis principios, tengo otros”.

Por eso mismo, si hay algo que hermana al fanático religioso y a nuestro objeto de investigación, es su vinculación absoluta con las características del totalitarismo más puro: coalición dominante, elaborado programa de articulación ideológica, movilización amplia y planificada, acatamiento de órdenes y desprecio por la libertad de expresión y por el que piensa distinto. Haciendo esto, no estamos cayendo en una generalización apresurada diciendo que el fanático religioso o político necesariamente es totalitario, pero no hace falta un doctorado en ciencias sociales para poder divisar los preocupantes puntos de encuentro.

No es nuestro rol odiar ni prohibir a los fanáticos religiosos o políticos por su autoritarismo: nuestra única tarea es seguir afirmando la libertad de expresión y el pensamiento crítico.


Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty Inc. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa

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