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 “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”.–Adam Smith”

Vemos que a la fecha todavía se sigue cuestionando la eficacia del capitalismo en nuestra sociedad. Los políticos de varios espectros ideológicos siguen con su discurso populista de culpar al capitalismo de todos los males que pasan, de tal manera que para plantear las alternativas de solución debemos dejar de un lado este modelo y allí si podremos ver el progreso.

Si en algo estoy de acuerdo con el razonamiento anterior, es que, si debemos cambiar el modelo, pero por un modelo más libre, más capitalista. Si bien es cierto hoy por hoy hay cierta libertad para hacer negocios estipulada por nuestra carta magna en su articulo 333. Dicho artículo nos dice que la actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los limites del bien común. No nos podemos llamar un “país capitalista”, pues esa ultima parte “dentro de los limites del bien común”, se ha encargado de entorpecer la acepción de “son libres”.

Para analizar esto hay que realizar une estudio detallado del contexto político y económico colombiano, desde la entrada en vigencia de la norma superior (Constitución política de 1991). Y ver que no es tan fácil hacer uso de esa primera parte del articulo 333 de la C.P, pues es evidente que en Colombia no ha sido ni es fácil hacer negocios, ni mucho menos crear empresas, ni mantener un bien por mucho tiempo. Esto es debido a la cantidad de trabas que pone el gobierno, ya sean por medio de impuestos directos o indirectos, o por medio de leyes que impiden el funcionamiento natural del libre mercado en Colombia. La segunda parte anteriormente citada del articulo constitucional ha sido usada, como excusa para repartir caridad por parte de los mandatarios a ciertos ciudadanos con interés netamente individuales. Muchas veces abanderados de unas causas que pueden ser consideradas moralmente altruistas, pero que a la larga se convierten en una carga para el sector productivo del país, (el sector privado). Lo políticamente correcto no puede ser más importante que lo realmente correcto; y ente caso lo realmente correcto no es usar el dinero de los contribuyentes, (extraído por medio de impuestos), para dar caridad (subsidios).

Actualmente podemos ver en las políticas de gobierno del primer mandatario Gustavo Petro, atacar directamente al sector productivo del país, (empresas, contribuyentes, inversores), para financiar sus programas sociales a ciertas poblaciones, (como los subsidios a presidiarios, establecidos en la ley de sometimiento). En el resto de ejemplos que el gobierno ha brindado solo demuestra que para ellos, de cierta manera los malos son todo el sector productivo.

He aquí donde desarrollamos la primera incógnita de este texto, pues se ha construido un pensamiento en los ciudadanos de gran parte del país, que los malos de la historia son los (mal llamados) “capitalistas” y, por ende, el capitalismo. Que por culpa del capitalismo no podemos ayudar a personas que están en ciertas condiciones y que por índole este es inmoral. No hay nada de cierto en esto, porque primero como se planteó anteriormente no estamos en un verdadero capitalismo y, segundo, si en algún momento bienaventurado llegásemos a estarlo, tampoco sería culpable de dichas problemáticas.

Como ha mencionado gran parte de personas creen que el capitalismo de libre mercado es egoísta e incluso inmoral. Argumentan que se trata de solo codicia, de hambre por el dinero y de poder; que ayuda a los ricos y hunde a los pobres.

Pero lo que es realmente veraz es que el libre mercado no sólo es un modelo económicamente superior, sino que es moralmente superior a cualquier otra forma de modelo político y económico. Esto es simplemente porque el libre mercado requiere acciones voluntarias entre individuos. No da lugar a algún tipo de coerción. En un país con un modelo realmente capitalista, si alguien quiere algo de ti, tiene que hacer algo por ti.

Veámoslo en un ejemplo: digamos que Carlos le corta el cabello a Andrés, y Andrés le paga diez mil dólares. Carlos después con ese dinero va donde el carnicero y le pide tres libras de carne, el carnicero va a acceder a darle las tres libras de carne por los diez mil pesos, este valoro mas los diez mil pesos que sus tres libras de carne, y Carlos valoro mas las tres libras de carne, que sus diez mil pesos. Todos ganan, y ganan no por codicia sino por servir a su prójimo. Piénsese en el dinero que se ha ganado como certificado de rendimiento. Es la prueba de que ambos han servido a su prójimo. Es la prueba de que han aportado algo a la economía; ya sea un producto o un servicio. Los políticos y las personas que están en contra de las ideas de la libertad acusan al libre mercado de no ser moral porque dicen que es un juego de suma cero, como el póker, en donde si uno gana, quiere decir que otro tuvo que perder. Pero verdaderamente el libre mercado no es un juego de suma cero.

En un Capitalismo, la ambición y el esfuerzo voluntario de los ciudadanos, no del gobierno con sus políticas, impulsa la economía. Es decir: la gente, a lo mejor de su capacidad, dando forma a su propio destino. Es un sistema bastante moral para mi consideración.

¿Pero qué sucede con las grandes empresas? Que de entrada fue lo que pensó el legislador al momento de redactar el articulo 333, ¿No tendrán demasiado poder sobre nuestras vidas, por su posición en el mercado? Realmente no en un libre mercado. Y se debe a que en el libre mercado son los ciudadanos, quienes deciden el destino de las empresas a las cuales les van a dar su dinero.

El capitalismo castiga a una corporación que no satisface a los clientes o no utiliza los recursos eficientemente. Las empresas que desean prosperar, grandes y pequeñas, son responsables por satisfacer a las personas que confían en su producto o servicio, cada día con su dinero. Y, nuevamente, es el gobierno; y solo el gobierno, quien puede interferir en este proceso y evitar que las fuerzas del libre mercado protejan a los consumidores de empresas corruptas e ineficientes. Es por eso que el sistema capitalista sólo puede funcionar si existe un gobierno limitado que no interfiera con éste. Y es que un gobierno limitado significa que cada ciudadano decide qué empresas sobreviven, no un político, que en últimas son las que brinden el mejor servicio con buena calidad y buen precio.

Así que no, no estamos en un modelo capitalista, como cita el primer mandatario Gustavo Petro y toda su bancada de congresistas; y tampoco se puede argüir que el capitalismo es inmoral. Todo lo contrario, lo que realmente necesitamos es acercarnos a ese modelo exitoso, que ha traído prosperidad donde quiera que se haya implementado realmente.

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