¿El Arte ha muerto? Parte 2

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Arthur Danto, posteriormente, reflexiona sobre estas lecciones en su obra Después del fin del arte (1996). Danto propone que el arte ha dejado de existir pero no de manera literal. Propone que la narrativa histórica del arte, que había guiado a su evolución, se terminó. Antes, relatos como los de Vasari o los manifiestos de las vanguardias, dadaísmo, futurismo, etc. buscaban criterios para definir qué era arte y diferenciarlos de lo que no lo era.

La modernidad artística (1880-1965) había  estado dominada por la búsqueda de “lo nuevo” y el rechazo al pasado. Sin embargo, en la actualidad, según el filósofo, ya no hay un solo rumbo, cualquier cosa puede ser arte y cualquiera puede ser artista. Esto inaugura una fase poshistórica, caracterizada por el pluralismo, diversidad de medios, (performances, fotografía, video) y ausencia de una “dirección correcta” en el arte. Ya no hay práctica estética canónica ni jerarquía entre las artes como pretendía Hegel.

Hubo un hito histórico central que hizo a Danto reflexionar sobre esto. La exhibición de Las cajas de Brillo de Warhol en 1964, allí el arte y el objeto comercial son visualmente indistinguibles. Para reconocer la caja como arte, se necesita una teoría y conocimiento del mundo del arte. El arte ya no se identifica sólo con su apariencia sensible, sino por su contexto y significado. 

Así, el arte contemporáneo, plantea cuestionamientos teóricos sobre su propia naturaleza, muchas veces de manera irónica o crítica. El ready made y el arte conceptual introducen lo cotidiano en el arte y eliminan el aura tradicional. 

¿Y qué sucedió con ese aura tradicional? Por su parte, Walter Benjamin (1935), en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, va a analizar cómo cambia el sentido y la función del arte cuando aparecen tecnologías como la fotografía y el cine, que permiten reproducir obras en masa. Antes, las obras de arte eran únicas, tenían un “aura”, es decir, un valor especial ligado a su autenticidad, su tiempo y su lugar. Esa relación hoy en día se perdió.

Es interesante esto en vista a la actualidad ya que si bien hemos naturalizado que el arte sea masivo, hay todavía un intento por recuperar la “irrepetibilidad”. Recordemos la creación de nuestro siglo, los NFTs. Dejando de lado las intenciones económicas, fueron también un intento fallido por recuperar la autenticidad de la obra de arte, su “aura”. Se trató de decir “esta obra digital, por más de que la tengan millones de personas, es mía, es única, tengo un token que me lo válida”. Pero por otro lado, es muy tentador deducir que si todos pudiéramos tener una copia exacta de la monalisa, con los trazos idénticos de pintura, al nivel de que sea imposible para un experto diferenciar entre el “original” y la “copia”, entonces, el concepto del cuadro de la monalisa tal y como hoy la conocemos, cambiaría.

Por ende, son muy curiosas las problemáticas actuales sobre el arte porque la digitalización como tal es algo solo propio de nuestro siglo y sólo Dios sabría qué nos diría Hegel al respecto. Sin embargo, por más de que deseemos pensar que las preguntas del arte son preguntas del pasado, en nuestro presente seguimos atados a buscar solución a aquellas preguntas que ni siquiera pudimos terminar de formular.  De cierta forma, inventos como los NFTs nos están queriendo decir que si algo es absolutamente reproducible no tiene el mismo valor artístico que aquello que es casi inaccesible. ¿Tenemos que considerar el arte como si fuera petróleo? ¿Tiene el arte qué ser difícil e irrepetible para ser arte?. 

Es aquí en donde encuentro a dos héroes al rescate para tratar de darle otra mirada a este dilema, por un lado, el mismísimo Aristóteles y por otro lado al arte que en mi perspectiva ha sido y será el arte de excelencia, la música. 

Aristóteles (siglo IV a. C.), en La poética, sostiene que el arte imita la naturaleza, por un lado, la técnhe puede colaborar con la pýshis para la producción de algo a lo que la pýshis tiende, como por ejemplo, el médico que ayuda a que el paciente se cure. Cuando la téchne completa una acción natural, persigue un fin con utilidad. Pero cuando la téchne no persigue un fin con utilidad, cuando imita a la naturaleza sin ningún beneficio, entonces, estamos ante lo bello. Aquí entonces, hablamos de arte. 

La clave de esta mímesis, de esta imitación que imita lo bello es que tiene dos orígenes naturales, ellos son la imitación y el placer. Imitar es una acción humana natural, gracias a esta habilidad podemos aprender pero cuando se descubre la relación de lo imitado con lo que la cosa es, surge un placer. Cuando llegamos a la conclusión de que esto es aquello, esa percepción intelectual, esa referencialidad es placentera. De aquí surge el placer de la contemplación, propio de cuando reconocemos en una obra artística determinada esencia. 

Entonces, cuando estamos presentes ante una obra artística, se despierta en nosotros una potencia que estaba en nosotros. Por ejemplo, si en una obra observamos valentía y reconocemos esa esencia, puede despertarnos en nosotros sentimientos de valentía por más de que no seamos valientes. Esto se ve claramente en la música que evoca dicho sentimiento como una marcha militar,  la marcha imperial de star wars, estas melodías nos despierta el sentimiento de valentía.

Entonces, en la música queda claramente reflejado que el arte conmociona, tiene el poder de despertar en nosotros ciertas potencias, el reggaetón nos puede llevar a nuestros sentimientos más primitivos y géneros más complejos como el indie, el jazz, el rock, el bossa nova, etc. nos pueden transmitir y despertar nuestros sentimientos más profundos. En este sentido, la música también ha caído a la tentativa de ser capitalizada y ofrecida como un bien escaso, por ejemplo, en el caso de los recitales, en donde una entrada puede llegar a ser muy costosa y dicha experiencia puede ser valorada como excepcional. Sin embargo, no podemos negar que la música no se puede materializar, esta escapa a las dimensiones espaciales, superando por ello al resto de las artes.

Pienso, que las artes plásticas deberían dejarse guiar por la música y entender que así como los sonidos pueden ser basura auditiva, ruido o música, dependiendo de su composición, lo mismo sucede con los trazos, que pueden ser una obra artística o garabatos. El ruido no tiene la capacidad de conmocionarnos y provocarnos sentimientos profundos, más bien tiene el poder de estorbarnos. Quizás eso es lo que nos sucede cuando vamos a un museo hoy en día y vemos un dibujo extraño que no podemos decir que no nos hace sentir nada pero eso que nos hace sentir es un sentimiento de molestia, no de contemplación. La incomodidad que hoy sentimos al ir a un museo es objetiva, ya que es como si fuéramos a bailar y pasarán ruidos de tráfico en vez de canciones, esperando que los asistentes generen ganas de bailar con sonidos que no están transmitiendo nada. La música está libre de esto gracias a su inmaterialidad, puede haber música que evoque sentimientos grotescos pero no puede haber música que no transmita. 

Además, otro punto revelador, gracias a esta característica de la música, el de no poder ser enjaulada, una canción bien compuesta, que transmita una melodía, va a ser placentera para algún oyente y esta misma, puede ser reproducida infinitamente y al menos yo, no me atrevería a decir que esto le resta valor. Al contrario, encuentro en la música una superioridad que no tienen las artes visuales ya que está no puede ser desvalorizada por su difusión y simplemente se valoriza según su capacidad de contemplación. 

En este sentido, también encuentro que la música no ha muerto y por ende, el arte tampoco, más bien, la música nos enseña que es y que no es arte. En este sentido, si el arte se definiera por como se define la música, este tendría que estar bien compuesto para llegar a ser arte ya que la música sin composición, es ruído e incluso podemos considerar que es basura auditiva, nos daña, no nos incita a contemplar. Además, presenta autenticidad pero esta autenticidad no se define por ser irreproducible sino más bien por su contenido, es una sola pero su reproducción no la desvaloriza y además, lo que no no conmueve es cualquier cosa pero arte no es porque el arte, conmueve.

Bibliografía

Aristóteles. (s. IV a. C.). Poética. Edición Gredos.

Benjamin, W. (1935). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. (Traducción de A. García). Editorial Itaca.

Danto, A. (1996). Después del fin del arte: El arte contemporáneo y el linde de la historia. Edición Paidós.

Hegel, G. W. F. (siglo XIX). Lecciones sobre la estética. Edición Félix Duque.

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