COVID-19 y el totalitarismo venezolano

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La pandemia del coronavirus originada en Wuhan (China), más allá de representar un desafío para el régimen socialista comandado por Nicolás Maduro, ha llegado como la oportunidad perfecta para profundizar su sistema de control social, única garantía para su permanencia en el poder y, por ende, para la consolidación de un hub del crimen organizado internacional en Venezuela.  

La llegada del coronavirus en tiempos de socialismo tendrá repercusiones gravísimas en las condiciones de vida de los venezolanos, ya que no solo supone la profundización de una de las peores crisis humanitarias del hemisferio occidental, sino que también conlleva severas medidas de restricción a la libertad que no están del todo justificadas, y que pudieran extenderse indefinidamente.

Así pues, un proyecto político que se ha dedicado -durante mas de dos décadas- a concentrar el poder, centralizar los procesos de toma de decisión, destruir el sistema de salud y los servicios públicos, así como también limitar la iniciativa privada; hoy tiene la oportunidad de escalar aun mas sus mecanismos de control con una baja resistencia por parte de la sociedad.

Cabe destacar que, para los regímenes socialistas -tendentes siempre al totalitarismo- es fundamental el uso de la propaganda para perpetrar sin mayor dificultad las violaciones a la libertad individual y a los principios fundamentales que sostienen a la sociedad moderna.

En ese sentido, la declaratoria de un estado de alarma, motivada por una amenaza cierta al orden y la seguridad, es la excusa perfecta para la extralimitación de sus funciones y para -de cierto modo- legitimar acciones extremas, aun cuando la supuesta autoridad que las ejecuta no cuenta, ni siquiera, con legitimidad de origen.  

Colapso del mercado

Limitar la actividad industrial y comercial para, supuestamente, garantizar el aislamiento necesario que evitaría un crecimiento en la tasa de contagio del coronavirus, es una medida que un mercado sano puede soportar por unas semanas, pero que un mercado como el venezolano no resistirá.

Restringir la poca producción que se da en el país y detener los limitados intercambios que se dan en un mercado disminuido y empobrecido como el venezolano, terminarán por acabar con los vestigios de normalidad que aun se aprecian en los principales Estados del país.

Todo esto se traducirá en una mayor dependencia de la sociedad hacia un aparato gubernamental configurado para la sumisión de los individuos.

Sin gente en las calles

Desde el inicio del estado de alarma, la movilización interna de las ciudades no se ha restringido, pero si limitado. Se ha prohibido la circulación alrededor del perímetro de zonas especiales como las de asiento de los poderes públicos.

Asimismo, se ha impedido la circulación a otras ciudades y el tránsito por autopistas. Lo cual es altamente perjudicial para todos, mas en unas condiciones donde la oferta de productos básicos tiene tiempo estando limitada: los venezolanos no encuentran alimentos y medicinas en un solo establecimiento, por lo que se ha creado la necesidad de recorrer múltiples supermercados y farmacias para poder conseguir lo que se necesita, y eso ahora mismo es virtualmente imposible.

Abusos de poder

En tiempos como estos, la discrecionalidad de los cuerpos de represión del régimen aumenta. Su presencia exacerbada en la vía publica, establecimientos comerciales y sedes de entes públicos es un recordatorio del estado de militarización en el que se encuentra Venezuela.

Mas allá de las actuaciones intimidatorias de la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana, o de sus Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), se ve a miembros de las policías municipales amedrentando a las personas que no utilicen tapabocas o negando el acceso a las estaciones de suministro de combustible.

Vale decir que, la mayoría de las restricciones son impuestas no por convicción o respeto a los mandatos de Maduro, sino como oportunidad para traficar con los salvoconductos de las mismas.

¿Perpetuidad de las medidas?

Como fue expuesto anteriormente, el manejo comunicacional de la crisis y las medidas implementadas se sustentan en una propaganda robustecida por la amenaza real del coronavirus.

Impedir las concentraciones multitudinarias, disminuir el tránsito de personas, aislar las vías de conexión internacionales y aumentar la presencia del Estado en las actividades cotidianas son acciones, entre comillas, justificadas. Incluso los adalides de la libertad y la democracia lo están haciendo.

Así pues, la coyuntura del coronavirus le ha permitido al régimen socialista continuar con sus políticas liberticidas, las cuales pueden perpetuarse debido a la improbable superación de la pandemia. Con un sistema de salud destruido, disminuir la tasa de contagio del virus y atender a los infectados puede tomar muchísimo tiempo, y la incapacidad del aparato gubernamental esta disimulada por narrativas como las que surgen de la negativa del préstamo del Fondo Monetario Internacional.

En conclusión, las condiciones precarias prexistentes en Venezuela permitirían una prolongación del estado de alarma, lo cual beneficia al proceder totalitario del régimen chavista. Lo que lleva a una anulación del espíritu de rebelión que la gente pudiese retomar, pero que ahora está disminuido por el temor a comprometer su salud.

Mientras tanto, no se avizora ningún tipo de capitalización por parte de Guaidó y su gobierno interino, sino todo lo contrario: el crecimiento de las presiones para que ceda y contribuya a la petición de ayudas que serían instrumentalizadas por el gobierno usurpador de Maduro.


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