El aumento del pasaje a 3 bolivianos refleja una realidad que los bolivianos conocen bien: el transporte público sigue siendo ineficiente, mientras el costo sigue subiendo. Este incremento es otra muestra de la desconexión entre lo que se paga y lo que se recibe: Micros en mal estado, choferes que no respetan las reglas de tránsito, y un sistema que parece colapsar sin una reforma profunda. El monopolio sindicalizado del transporte mantiene al país atrapado en un ciclo de mediocridad, pero las autoridades también son parte del problema, al permitir que esta situación se mantenga.
EL PESO DE LA SUBVENCIÓN EN EL TRANSPORTE
El sistema de transporte en Bolivia está, en gran parte, sostenido por la subvención estatal de combustibles. Esta subvención, aunque ha aliviado el bolsillo de los ciudadanos, también ha creado una falsa sensación de estabilidad en los costos del transporte. Si bien el pasaje ha subido, sigue sin reflejar la realidad económica del país. La eliminación de esta subvención, por ejemplo, implicaría un aumento significativo en los precios del transporte, pero también obligaría a buscar soluciones más eficientes y sostenibles.
En Argentina, por ejemplo, las subvenciones al transporte son aún más significativas, pero eso no ha solucionado los problemas de fondo. Los servicios continúan siendo deficientes, y el costo para el Estado es altísimo. En Bolivia, el impacto de los subsidios es igualmente complejo. Según el economista Gary Rodríguez, el subsidio al combustible “es insostenible a largo plazo”, ya que el Estado no puede seguir cubriendo el costo de manera indefinida, especialmente en tiempos de crisis económica.
LA CALIDAD DEL SERVICIO Y EL PAPEL DE LOS CIUDADANOS
El aumento del pasaje no es el único problema. Aunque los choferes y la calidad de los vehículos son un factor importante, los ciudadanos también tienen su parte de responsabilidad. La cultura del transporte en Bolivia ha generado que los usuarios exijan que los micros se detengan a la puerta de sus casas, ignorando que en otras regiones, como el occidente, los sistemas son más ordenados y eficientes. Sin embargo, aquí, la mentalidad prevaleciente es clara: “que el micro pare en cada puerta, sin importar el desorden que se imponga”.
Esto representa un problema de fondo: un sistema de transporte que carece de regulación efectiva y la falta de disciplina tanto de los choferes como de los pasajeros. Este círculo vicioso perpetúa una situación en la que todos pierden, y el caos se convierte en la norma.
El reciente aumento del pasaje a 3 bolivianos demuestra que el sistema de subvenciones está fallando. Si bien la subvención al combustible debería haber evitado este incremento, el contexto económico del país y la presión inflacionaria han hecho insostenible mantener los costos congelados. Las subvenciones han generado una falsa estabilidad, pero a medida que los costos operativos y el mantenimiento de los vehículos aumentan, las tarifas también suben. En lugar de destinar los recursos a mejorar la flota de transporte o a crear un sistema más eficiente, las subvenciones terminan beneficiando a pocos y perpetuando un servicio deficiente.
CONCLUSIÓN
Bolivia enfrenta una encrucijada crítica en su sistema de transporte que requiere soluciones efectivas desde una perspectiva liberal. Para lograr una mejora real y sostenible, es esencial desmantelar el monopolio sindical que ha mantenido el transporte en un estado de mediocridad. La eliminación gradual de las subvenciones al combustible permitirá que los precios reflejen la realidad del mercado, incentivando a los operadores a mejorar la calidad del servicio.
Además, la apertura del sector a la inversión privada fomentará la competencia, lo que no solo beneficiará a los usuarios, sino que también impulsará la innovación y la modernización de la flota de transporte. La regulación debe centrarse en garantizar la seguridad y la calidad, pero sin interferir en la libre competencia que es vital para un servicio eficiente. Solo a través de un enfoque liberal y dinámico se podrá transformar el transporte público en Bolivia, convirtiéndolo en un motor de desarrollo y prosperidad para el país.
La mejor manera de facilitar el transporte es permitir que la competencia opere libremente en el mercado.