Alberto y Cristina, la pareja matrimonial que no se habla

Hace un mes que no se hablan. Algunos dicen que incluso hace más tiempo. Otros responden que no son tantos días. Pero nadie discute sobre la cuestión central: la desconexión entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Ni siquiera el factor emocional de los aniversarios pudo quebrar ese frío en el vértice más alto del poder. Los 75 años que celebró el peronismo y los 10 años de la muerte de Néstor no alcanzaron para que se cruzaran el Presidente y la Vicepresidenta.


¿Puede funcionar un país en el que el Presidente y su Vice no se hablan? La historia reciente muestra algunos ejemplos del desatino en las cúpulas del poder. La comunicación se cortó el día en que Eduardo Duhalde llegó en joggins a la Quinta de Olivos para enterarse que Carlos Menem había pactado su reelección con Raúl Alfonsín. Y Kirchner le quitó el ministerio de Turismo y transformó a Daniel Scioli en un lobo solitario cuando llegó a la exageración de creer que sus opiniones sobre descongelar las tarifas de los servicios públicos eran parte de un plan para desgastar su credibilidad.

Ahora es Alberto Fernández el que carga con el fastidio personal de Cristina. Sentimientos que la Vicepresidenta describió con generosidad en la carta del 26 de octubre, con motivo del décimo aniversario de la muerte de Néstor. El Presidente se enteró de ese texto corrosivo, que hablaba de sus “funcionarios y funcionarias que no funcionan”, mirando Twitter en su teléfono. Algo parecido pasó cuando Vilma Ibarra anunció en la TV oficialista que enviarían al Congreso el proyecto para legalizar el aborto. Esta vez le tocó a Cristina desayunarse en las redes sociales. Las pequeñas venganzas del desamor en la modernidad.

Mientras tanto, la hipótesis de agradar a Cristina que Alberto ha llevado a límites grotescos sigue dando resultados sorprendentes. El primer fin de semana lo llevó hasta Jujuy para acompañarlo a Evo Morales en su regreso a Bolivia, a través de la frontera en la puna. Un esfuerzo innecesario cuyo único premio fue el riesgo de contraer coronavirus luego de compartir viaje y cena con funcionarios sin barbijos ni cuidados mínimos. El contagio del asesor Gustavo Beliz obligó al Presidente, y a otros cuatro ministros, al aislamiento obligatorio por siete días.

En otro aporte al manual de los argumentos insólitos, el diputado Eduardo Valdez explicó que la emoción del reencuentro con Morales había sido más fuerte que la responsabilidad sanitaria del elenco presidencial. Un cachetazo impiadoso para los millones de argentinos que en estos meses no pudieron encontrarse con sus familias, con sus amigos o que no alcanzaron a ver por última vez a los muertos que se llevó esta pandemia demasiado subestimada por el poder.

Cristina y Alberto no se hablan, con millones de argentinos en el medio. Cristina y Alberto no se hablan y, en el mientras tanto, todos sufrimos del nacional populismo.


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