En Bolivia, el fenómeno de los “empresarios dinosaurios” ha emergido como un obstáculo significativo para el crecimiento económico sostenible. Estos individuos, cuyo éxito depende más de conexiones políticas que de habilidades empresariales, han distorsionado el mercado, creando un entorno donde la ineficiencia es premiada. En lugar de fomentar la competencia y la innovación, su modelo de negocio se basa en la manipulación de contratos y la obtención de privilegios tributarios que les permiten prosperar a expensas del bienestar social.
La dependencia de la burocracia estatal es una característica distintiva de estos empresarios. A menudo, se benefician de amnistías tributarias y subsidios que, en lugar de incentivar la producción, alimentan la pereza empresarial. Este tipo de entorno crea un ciclo vicioso donde los verdaderos emprendedores, aquellos dispuestos a asumir riesgos y generar valor, son marginados. El acceso desigual a recursos y oportunidades convierte a la economía en un ecosistema tóxico que desincentiva la inversión legítima.
A medida que estos “empresarios” obtienen contratos públicos, el costo de las obras aumenta de manera alarmante. La construcción de elefantes blancos, proyectos que no responden a las necesidades reales de la sociedad, se convierte en una norma, desviando fondos que podrían ser utilizados para infraestructura esencial.
Las obras, a menudo mal planificadas y sobrevaloradas, perpetúan un círculo de desconfianza y resentimiento en la población.
Desde el punto de vista liberal, este sistema no solo perjudica a la economía, sino que también socava la confianza en las instituciones. Los ciudadanos ven cómo sus impuestos son utilizados para enriquecer a unos pocos, mientras las comunidades enfrentan la escasez de servicios básicos. La falta de transparencia pero por sobre todo la corrupción rampante son síntomas de un sistema que se ha vuelto obsoleto y que, en última instancia, perjudica el crecimiento y desarrollo de la nación.
La crítica al modelo actual es contundente. La existencia de los “empresarios dinosaurios” es un recordatorio de que el amiguismo entre el gobierno y las empresas pueden llevar a un desastre económico.
Cuando la política se entrelaza con los intereses empresariales, se crea un caldo de cultivo para la corrupción y la ineficiencia. La verdadera competencia debe ser el pilar de cualquier economía próspera, y es urgente que Bolivia examine su relación con estos actores que frenan el progreso.
Por el contrario, el liberalismo aboga por un mercado donde la meritocracia y la eficiencia sean las únicas reglas del juego. Este enfoque no sólo empodera a los emprendedores auténticos, sino que también fomenta un entorno donde la innovación puede florecer. La transformación de la economía boliviana depende de romper las cadenas que mantienen a estos dinosaurios en el poder y dar la bienvenida a un futuro donde el mérito y la transparencia prevalezcan.
A medida que la sociedad boliviana se enfrenta a desafíos económicos crecientes, es fundamental que los ciudadanos exijan una revisión del modelo empresarial imperante. La lucha contra la corrupción y la promoción de la competencia son pasos necesarios hacia un futuro más próspero. Si Bolivia desea avanzar y construir un futuro brillante, debe dejar atrás a los dinosaurios y abrazar un modelo económico basado en la responsabilidad, la transparencia y la verdadera competencia.
CONCLUSIÓN:
El liberalismo sostiene que el verdadero crecimiento económico se logra a través de un mercado libre y competitivo. Los empresarios que dependen de favores políticos y subsidios no solo obstaculizan el desarrollo, sino que también perpetúan un ciclo de dependencia que es insostenible. Para transformar la economía, es necesario desmantelar las estructuras que permiten la corrupción y la ineficiencia, y fomentar un entorno donde todos, independientemente de sus conexiones, tengan la oportunidad de prosperar.
¡Por conexiones y favoritismos avanzan sin pudor, dejando a la economía en un ciclo de dolor!