Cristina quiere terminar con el peronismo

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Nicolás Pierini
Coordinador de Academia para Latinoamérica de Estudiantes por la Libertad


Cristina está desarrollando exitosamente su plan de exterminio del peronismo histórico. Recién ahora se aferró al justicialismo que despreció durante toda su vida. Es un abrazo del oso, o de la osa, que obliga al partido histórico a hundirse con ella, manchado por la mayor corrupción de la historia democrática argentina. Las adhesiones a esa falsedad monumental de que ella es honesta y una perseguida, convierte al viejo partido del general en cómplice de sus delitos de lesa indignidad.

Cristina tiene secuestrado al peronismo pero es cierto que lo hace sin que el peronismo se resista. Hay ahí una dialéctica del amo y el esclavo.

De eso habla Andrés “El Cuervo” Larroque cuando dice que están “refundando” el espacio. Le están inyectando chavismo al peronismo. Eso los radicaliza cada vez más ideológicamente y los debilita muchísimo en su nivel de representatividad. Cristina está cada vez más frágil en todo sentido, pero cada vez impulsa acciones más extremistas y violentas. No logran convocar a las grandes multitudes de antes, pero multiplicaron su capacidad de daño. La provocación constante es el instrumento para dinamitar el estado de derecho. Dentro de la ley, Cristina no puede lograr la impunidad que tanto la desespera. Las pruebas del robo del siglo y la cleptocracia son demasiadas. Por eso tiene que apelar a un golpe de estado contra la justicia, uno de los pilares de la República. Empuja a su tropa a un alzamiento contra la Constitución Nacional. A la cabeza está su guardia de hierro que es La Cámpora, pero el resto del peronismo acompaña firmando comunicados.  El que calla, otorga.

En este contexto, hemos asistido a escenas pornográficas de cristinismo explícito.

Su jefe de custodia, el comisario retirado de la Policía Federal, Diego Carbone, abrazó a José Luis Gioja, el ex gobernador sanjuanino y le dijo a un amigo: “Sabés la plata que choreamos con este”. Carbone es amigo del Rafa Di Zeo, jefe de la barra brava de Boca. Está todo dicho.  

Y hablando de Boca, fue muy masivo el abucheo que se ganó Cristina en la Bombonera repleta. Un individuo que participaba de un juego en el centro de la cancha, aprovechó el micrófono para decir: “Aguante Román y Cristina”. Y recibió una catarata de rechazos que bajaron de las tribunas. Supongo que no van a decir que la cancha de Boca estaba llena de oligarcas.

Sergio Uribarri, condenado por la fortuna que robó siendo gobernador de Entre Ríos, se abrazó con Cristina en la puerta de su casa. También apareció ahí, Juan Grabois, besando a la reina de la Recoleta pese a que Julio de Vido lo acusó de “chorro de pobres, andá a confesarle tus pecados a Francisco, vigilante, basura”.

Tuvo razón Jorge Lanata cuando dijo que en la casa de Cristina “no había tanto movimiento desde cuando descargaban bolsos con plata” Está claro que el cristinismo se alimenta de la corrupción, la violencia, el odio y el vandalismo. En los alrededores del departamento de Cristina, hubo bombas de estruendo, batucada infernal, alcohol, provocaciones a los vecinos y hasta vandalismo sobre algún patrullero de la Policía de la Ciudad.

Entre las mentiras seriales que Cristina viene diciendo hay una que supera todo lo conocido. Dijo que ellos no son violentos. El peronismo en general y el kirchnerismo en particular han sido los movimientos políticos que más ejercieron la violencia en todas sus formas. Incluso asesinándose entre ellos como ocurrió entre Montoneros y la Triple A.

Martín Rodríguez Yebra en La Nación, escribió con talento, que “el ruido de la militancia, le sirve a Cristina como acompañante terapéutico”. Necesita algún tipo de tratamiento que calme su ira y su comportamiento psicopático, como alguna vez la caracterizó Alberto Fernández.

El objetivo inmediato es meterle pánico a los jueces que a fin de año tienen que expedirse sobre el pedido que hizo el fiscal Diego Luciani de 12 años de prisión. Es una pena por haber sido la jefa de una asociación ilícita que se dedicó a saquear al estado. Aspiran a que intimidados, los magistrados, le otorguen por lo menos una falta de mérito. Algo prácticamente imposible. Mientras tanto, se preparan para dar la gran batalla para voltear a su propio gobierno si Cristina es condenada. La táctica es pudrirlo todo. Patear el tablero institucional. Generar caos y anarquía.

Cristina se hunde y apela a los manotazos de ahogada. El riesgo mayor es que quiebre la paz social y los argentinos terminemos enfrentados unos con otros en una batalla callejera y fraticida. Eso sería  condenar a la Argentina y a los argentinos al peor de los infiernos. Esa sería la obra cumbre y macabra de Cristina. Ojalá podamos evitarla.


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