Cuando se busca representar conceptos abstractos se suelen realizar comparaciones con elementos más concretos. En el caso de los privilegios, como concepto, fue a través de la metáfora la fila que medios de comunicación, periodistas y políticos de uno y otro lado hablaban de “adelantarse en la cola”. Esta idea, la de “la fila”, presupone que una serie de individuos decidió voluntariamente alinearse en función del orden de llegada de cada uno a esperar un bien o servicio que como es escaso sería eficiente ordenarse de esa manera para recibirlo.



 ¿Cuándo aparece el “privilegio” para esta postura? Esto se da cuando un individuo deliberadamente elige no respetar este orden, que hemos acordado en nombrar “fila”, y adueñarse de ese bien por adelantado y en desmedro de los demás, sus iguales.

En la actualidad estos debates tienen su origen en las vacunas; ese bien raro cuya demanda es normal que aumente si sirve para detener una pandemia que actualmente la ciudadanía sufre. Como ya es de público conocimiento, estas vacunas han puesto sobre la mesa que quienes ayer pregonaban estar cuidando y defendiéndonos de un virus con el uso de recursos estatales hoy nos demuestran que funcionarios políticos eran los primeros en protegerse robándolas en desmedro de los demás.

Pero no fue la primera vez que el Estado le impide a los ciudadanos cuidarse, es la segunda. ¿Cuál es el dilema de la fila? Que la fila fue impuesta, nadie pudo elegir acceder a este producto por fuera de la fila. Lo cual para el  escenario del robo de las vacunas o “adelanto en la fila” es doblemente macabro; porque obligan a las personas a someterse a un sistema de repartición en el cual luego quienes no lo respetan y se privilegian son los funcionarios que idearon el sistema.

A primeras, otra duda que surge es si los políticos imponen estos sistemas porque de otra manera no podrían obtener privilegios para ellos y los suyos. Esto también es corrupción. Lo más triste, y como quedó claro con casos como en el de Argentina, es que pareciera que estos problemas son endémicos y no son deslices en la vocación de servicio de los funcionarios, si no que en algunos pareciese que ni siquiera existe esa vocación de servicio.

Esto sucede con cualquier prestación o servicio que el Estado brinde o pague y si bien hoy el disparador fueron las vacunas ante pronósticos poco favorables, y que frente a la crisis lamentablemente se avizora a más personas dependiendo de ayudas estatales, realmente no hay que dejar de tomar conciencia al respecto de como muchas veces los políticos se benefician así mismos antes que a la sociedad a la que dicen representar. Porque si esa actitud nos decepciona, enoja e indigna es porque no nos representa y como tal hay que movilizarse para que no vuelva a suceder. En un sociedad democrática en la que hay un sistema representativo mientras menos se avalen los privilegios menos habrá.


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