Sobre de la drogadicción y la guerra contra las drogas
PARTE 2:
Drogadicción, legalidad e ilegalidad
Quien esté leyendo esto podría poner bajo tela de juicio que estoy cayendo en una terrible contradicción, podría decir que estoy en un principio atacando los efectos que la drogadicción genera en las personas pero que posteriormente me contradigo al estar a favor de un libre mercado de las drogas. Señoras y señores, la confusión de este razonamiento se esclarece cuando en realidad entendemos una serie de realidades que afectan al comportamiento social y, sin importar lo que yo o vos como persona individual deseemos, o sin importar lo que el Estado o cualquier big-player desee, será una realidad intrínseca que rodeará a la humanidad hasta el final de sus tiempos. Dichas realidades son las siguientes:
(1) Las drogas existieron, existen y existirán en conjunto con la humanidad. Las personas quieren y desean drogas, por lo que prohibir su uso, venta, distribución o consumo será una innecesaria generación de conflictos violentos.
(2) El Estado, como monopolizador de la violencia dentro de un territorio; al actuar como hegemón dentro de un territorio, podrá actuar en función a beneficios fuera de la órbita de un mercado libre y el derecho privado, a saber: no se someterá a competencia, por lo tanto, sus precios no serán de origen de mercado sino más bien serán de origen político (precio que los políticos deciden fijar en función a sus tasaciones o especulaciones de tipo políticas).
(3) El Estado como actúa exorbita de mercado, puede prohibir o permitir cosas en función a lo que estime más beneficioso para su orden político. Por lo tanto, puede permitir o dejar que algunas drogas entren al mercado farmacéutico otorgando concesiones de tipo monopólicas por derechos de autor. Esto no quiere decir que estas drogas legalizadas sean más “sanas” o “seguras” que las drogas ilegales, es más, la cantidad de personas que caen en adicción por drogas de tipo psiquiátricas como benzodiacepinas es significante y, además, estas drogas no se salvan del mercado negro, debido a que pueden conseguirse fácilmente por fuera de los entornos farmacéuticos, sin considerar por encima la fuerte adulteración a la que están expuestas estos tipos de drogas.
El último apartado lo ilustran dos estudios estadísticos. El primero, publicado por la National Library of Medicine que expresa como resultado:
El uso de benzodiacepinas se asoció con visitas a emergencias, ideación suicida, uso de la mayoría de sustancias y trastornos mentales. El uso indebido de benzodiacepinas sin presentar trastornos por su uso se asoció con una edad más joven, ser hombre, ser afroamericano, tener bajo nivel educativo, no tener seguro de salud, estar desempleado, ser soltero, tener un ingreso familiar inferior a $50,000, ideación suicida y otros problemas específicos relacionados con el uso de sustancias.
Los factores asociados con los trastornos por uso de benzodiacepinas fueron similares, pero la mayoría de los factores estuvieron más fuertemente relacionados con los trastornos por uso que con el uso indebido sin desarrollar trastornos. (Prevalence and correlates of benzodiazepine use, misuse, and use disorders among adults in the U.S.)
El segundo estudio que también lo ilustra, publicado en 2021 realizado entre 2019 y 2020 para el Center of Disease Control and Prevention para la categoría de Morbidity and Mortality Weekly Report (MMWR) el mismo expresa que:
El número de muertes relacionadas con benzodiacepinas aumentó un 42.9% desde el segundo trimestre de 2019 (1,004) hasta el segundo trimestre de 2020 (1,435), con incrementos tanto en las muertes relacionadas con benzodiacepinas recetadas (de 921 a 1,122; aumento del 21.8%) como en las relacionadas con benzodiacepinas ilícitas (de 51 a 316; aumento del 519.6%) (Figura 2). Durante este período, la co-participación de opioides sintéticos ilícitos (IMFs, por sus siglas en inglés) en las muertes relacionadas con benzodiacepinas aumentó un 25.4%, pasando del 56.7% al 71.1% (Trends in Nonfatal and Fatal Overdoses Involving Benzodiazepines — 38 States and the District of Columbia, 2019–2020)
Esto ilustra simplemente que las drogas como tal, sean legales o ilegales, sin importar que tanto se meta el Estado a jugar con su estatus jurídico o cultural, serán parte de la humanidad como lo será la gastronomía y la música, cambiante según épocas, pero igual de importante para la misma. Como una retroalimentación que, bajo un mal o inconsciente uso, puede llegar a ser perjudicial.
El capitalismo y el consumismo
El problema que vimos al principio de la drogadicción generalizada ¿será entonces culpa de la persona en cuestión?, ¿o será culpa del sistema o sociedad (en este caso capitalista) que fomentará su mal e indebido uso? El error de caer en esta conclusión se basa en no entender el sistema capitalista. El cual no es más que un sistema basado en la tecnología de capitalización. Esta tecnología se centrará en ahorrar antes de consumir, ya que este ahorro, permitirá en un futuro generar inversiones que potencien el rendimiento del capital. Este ahorro solo lo lograrán personas con una baja preferencia temporal, que sepan ver hacia el futuro con ojos de historiadores como lo dice Mises, y que pospongan su gratificación instantánea en pos de un futuro más próspero, es decir, personas que estén dispuestas en ahorrar en el presente para consumir en el futuro. El capitalismo de tipo consumista no es real capitalismo, ya que no podemos fomentar la producción de ningún bien sin invertir, y dicha inversión requiere necesariamente de ahorro previo. El consumo como “motor del sistema capitalista” es una errónea idea que lo fomentó Keynes y a posteridad los Keynesianos que, mal interpretando a Jean-Baptiste Say, pensaron que se podía generar riqueza de la misma nada solo con el control monetario. Claro que, esto ya es otro debate.
La institución de la familia
Ahora, cuando anteriormente dije que pensé en sus padres, hermanos o algún familiar, solamente fue una reacción lógica –hasta podría decir primitiva–. Pensé en qué haría yo como persona si es que los rumbos de la vida me llevan a esa situación, y lo primero en que pensé fue en mi familia. Hablaría con ellos, pediría auxilio. Y es ahí, donde quiero entrar a tomar conciencia sobre el pilar fundamental de la familia como una ayuda en la lucha contra la drogadicción. En los últimos tiempos, no es de extrañar que el concepto de familia haya sido deteriorado y degradado como si ésta fuera una forma arcaica de pensamiento antiguo que ahora mismo no debe ser tomada en cuenta. Como si la verdadera novedad y progreso es pensar en la familia como “cualquier persona con la que comparto una mayor cantidad de tiempo”. Cuando en realidad, la familia es una institución fundamental que permite mantener una estabilidad emocional en las personas, lo que permite que las atracciones de las drogas sean solo una mera cuestión secundaria e innecesaria y no una guía de vida.
Quien sabe que cuenta con su familia, sabe que no es necesario entrar en las drogas para sentirse bien consigo mismo y con su entorno. Es normal que, en condiciones en las que la familia no representa un unido sostén emocional, problemas psicológicos (como una severa baja autoestima derivada de la inestabilidad familiar) lleven a personas tanto jóvenes como adultos (principalmente jóvenes) a tomar malas decisiones con respecto a las drogas.