El ex presidente Mauricio Macri, cumplió 62 años el 8 de febrero. Brindará y sopló las velitas en Qatar, donde está, en su rol de titular de la Fundación FIFA, supervisando estadios y organización para el mundial 2022.
Está muy lejos de esta Argentina sufriente, esperando la salida de su libro llamado “Primer Tiempo” y con la confirmación de que no será candidato en las próximas elecciones parlamentarias de octubre de este año. No será candidato a diputado ni a senador, pero tendrá un rol activo en la campaña para unos comicios que, a mi criterio serán muy trascendentes para imaginar la Argentina que se viene. Si el cristinismo chavista saca en todo el país más votos que la oposición y suma legisladores nacionales ese resultado será tomado como un cheque en blanco para avanzar con el proyecto de impunidad, venganza y autoritarismo.
Por el contrario, si Cristina y sus listas consiguen menos votos que la oposición y pierden potencia y bancas en el Congreso, será un mensaje ciudadano de voto castigo por el pésimo gobierno, de límites al avance del ladri feudalismo y de esperanzas para una argentina con alternancia democrática y futuro republicano.
Veremos. Nada está dicho por ahora. Todo está por decirse.
Juntos por el cambio tiene que poner toda la carne en el asador. Poner sus mejores dirigentes al servicio del próximo medio turno electoral. Y Macri se comprometió a ayudar en cada rincón del país donde crean que puede ser útil. Para empezar, su imagen y su creación que es el PRO, tienen alto impacto positivo en esta ciudad que fue su cuna y en la Córdoba de las campanas de la libertad que, con el 72%, le dió el porcentaje de votos más alto de la historia. Le recuerdo que Macri se consagró presidente con el 65% en la Ciudad de Buenos Aires, el 58% en Mendoza y el 56% en Santa Fé.
Fue en el 2015. Fue su momento de gloria. Y esos números, le permitieron vencer a Daniel Scioli en la segunda vuelta por casi 3% de diferencia.
Hoy Macri está lejos de esos números, pero decidido a poner en valor su gestión, más allá de los muchos errores cometidos en lo económico y también en la ausencia de política.
El viernes 22 de enero desayunó en el country Cumelén de Villa La Angostura con Horacio Rodríguez Larreta. Allí Macri confirmó que no necesita fueros, que se siente tranquilo porque no está ni procesado por la justicia y que va a ocupar el rol de partero de las nuevas candidaturas y de las renovaciones partidarias. Para eso armó su fundación. Para nuclear a equipos técnicos de distintas áreas que funcionarán casi como un gabinete en las sombras. Macri y todos los dirigentes de Juntos por el Cambio deberían cumplir con la exigencia de los ciudadanos de ser críticos implacables con la mala práxis y el incumplimiento de las leyes por parte del gobierno de los Fernández y, simultáneamente, ofrecer alternativas. En dos palabras. A esta altura, los políticos que se opongan a determinadas medidas, deberán decir que harían ellos si estuvieran en el poder. Se necesita firmeza con un eje puesto en la recuperación plena de la independencia de los poderes pero que, además, aporte soluciones concretas para afrontar la epopeya de la vacuna y el combate contra el virus, la hecatombe económica de pobreza y desocupación y el descontrol de la inseguridad apañada por el oficialismo.
Con la crítica sola no alcanza. Es condición necesaria pero insuficiente. La prueba es la vanguardia del regreso a las clases presenciales en la que se convirtieron los funcionarios de la Ciudad. Macri apoyó con sus duras declaraciones públicas cuando dijo que el cierre de las aulas “produce un daño irreparable e imperdonable sobre los alumnos”. A Cristina y Alberto no les perdonó ni un centímetro del retroceso y la decadencia que produjeron: “Reconozcamos algo de una buena vez – dijo Macri – No estamos así por la pandemia. Estamos así por la impericia de un gobierno que tomó una secuencia de decisiones erradas en casi todos los temas que nos hicieron perder un año completo de escuela”.
A través de una carta abierta y las redes sociales, Macri planteó que “prometieron asado y heladera llena y mucha gente, lamentablemente va a perder hasta la parrilla y la heladera”. ¿Iban a volver mejores?, chicaneó y, finalmente, llamó a luchar contra la resignación y la mediocridad.
Primer Tiempo no es la primera parte de otra candidatura. Eso aseguró Macri a todos sus amigos. Se trata de lo que todavía falta jugar en este partido por una Argentina inserta en el mundo, con modernidad, innovación productiva, mayor equidad social, libertad absoluta y respeto por las instituciones, sin mafiosos ni golpistas. En el libro, según dicen, en marzo se presentará un balance de gestión y una propuesta para un próximo gobierno no peronista. Habrá autocrítica de los errores y los horrores cometidos, pero también la reivindicación de un partido chico y joven en términos históricos, que ganó la ciudad de Buenos Aires en tres ocasiones, que ganó la presidencia de la Nación, que cumplió su mandato en tiempo y forma después de 90 años y que sacó más de 10 millones y medio de votos en su retirada. En ese mismo sentido fueron la publicación de Lilita Carrió llamada “Vida, mi paso por la política” y “Guerra sin cuartel”, de Patricia Bullrich.
Todo indica que en este cumpleaños, Macri se regaló la confirmación de que no se va a jubilar de la política, como quieren algunos, ni se va a plantear volver al sillón de Rivadavia, como quieren otros.
La tarea es titánica y estratégica. Hay un gobierno absolutamente irresponsable, con cero credibilidad, y que se mueve en zigzag según ordene Cristina. Frente a esa triste realidad, el único camino para no caer en el abismo es que la oposición se organice en forma responsable. ¿Eso, qué significa?
Que haya un compromiso de unidad inquebrantable y que, se pongan como objetivo controlar en forma implacable las barbaridades que hacen los Fernández, denunciar con templanza los avances autoritarios y trabajar seriamente en una alternativa para en las elecciones de medio tiempo demuestre que está vivita, coleando y en pleno crecimiento.
Macri ya cumplió su cometido histórico y se puede dar por satisfecho. Colocó los cimientos para un movimiento republicano y popular que puede constituirse en una de las posibilidades de alternancia que consoliden la democracia y consolide la idea de que no solamente el peronismo puede gobernar.
Hay que tener en cuenta que en las elecciones del año pasado, perdió el club del helicóptero. Ganó la República. La democracia recuperó uno de sus pilares fundamentales: la alternancia. Los argentinos tenemos una vergüenza menos porque aprobamos una de nuestras principales asignaturas pendientes. El presidente Mauricio Macri entregó los atributos de mando en tiempo y forma, al presidente entrante Alberto Fernández.
El sector más chavista del cristinismo apostó desde un principio a convertir a Macri en Fernando de la Rúa. Hicieron todas las maldades posibles para que un huracán social se lo llevara puesto y Macri tuviera que huir de la Casa Rosada en helicóptero como lo hizo el ex presidente radical. No ocultaban sus intenciones golpistas. Hasta regalaban helicópteros de juguete en las marchas. El concepto lo sintetizó el diputado Fernando Iglesias. Llamó a estos mafiosos destituyentes, “El Club del helicóptero”. Esta vez, por suerte para todos los argentinos, no lograron su perverso objetivo. Esta vez ganó la República y la alternancia que es el ADN de toda democracia que se precie. Si no hay por lo menos dos partidos o coaliciones en condiciones de conducir los destinos de la patria, esa democracia minusválida, se transforma en unicato o en cristinato, como ya lo padecimos.
Este es el principal saldo favorable que dejó la administración de Cambiemos como herencia. El día de la concentración más grande en mucho tiempo realizada en el Obelisco se convirtió en una suerte de 17 de octubre republicano. Fue el momento del parto de algo nuevo. Banderazos plurales de amplio compromiso ciudadano. La sociedad civil en marcha.
Ese tsunami de ciudadanos argentinos, ocuparon las calles que solía ser propiedad exclusiva del peronismo. Llenaron la Plaza de Mayo, sin micros ni punteros, y llevaron al presidente Macri en andas. Esa parte del pueblo que tiene 10 millones y medio de votantes, se puso el presidente al hombro y dejó en el basurero de la historia la imagen de un jefe de estado escapando de la anarquía y la muerte por las calles. Esa imagen, de Macri sostenido por la gente, le extendió el certificado de defunción a ese concepto jurásico, nacional populista y profundamente autoritario, de que solo el peronismo puede.
Esta gran novedad política del Movimiento Republicano Popular, no tiene la conducción de Macri. Incluye a Macri que por supuesto, es una suerte de principal referente en su carácter de ex presidente. Pero no todos los republicanos populares que participan y salen a la calle contra los corruptos y los patoteros golpistas son del PRO. Por el contrario, se trata de una movida todavía en ciernes que incluye a radicales, seguidores de Elisa Carrió, peronistas republicanos de Pichetto y hasta de Luis Juez y a un inmenso sector de gente independiente que no se siente representada por ninguna de estas camisetas partidarias.
Y podría sumar, sin burocracias, a los independientes que militan con astucia, sobre todo en las redes, en “Campo más Ciudad”, “Banquemos” o en “Equipo Republicano”, entre otros.
La conclusión es que: “sin el antikirchnerismo, no se puede, pero con el antikirchnerismo no alcanza”.
Hay futuro si lo manejan con astucia y sin soberbias ni especulaciones personales. Esto recién empieza y la base es muy sólida. No significa que todo ya está hecho. Por el contrario, el movimiento republicano popular recién ha nacido. Todavía le falta aprender a caminar. Pero va por el buen camino
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