Una historia de otro 12 de octubre
Hay historias trascienden el tiempo, marcando un antes y un después en la conciencia social. Son relatos de hombres y mujeres comunes que, en momentos extraordinarios, realizan actos que inspiran a generaciones. En la convulsa España de 1936, un talante así se hizo patente en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, donde el rector Don Miguel de Unamuno protagonizó un acto de valentía que merece ser recordado en estos extraños y autoritarios días de la posverdad.
Unamuno, figura emblemática de la Generación del 98 y pilar del pensamiento español del siglo XX, encarnó la angustia existencial de su época. Su filosofía, aunque no sistematizada, resonó en las mentes de muchos, convirtiéndolo en un referente intelectual. Sin embargo, fue en su papel de rector donde demostró una valentía inquebrantable, enfrentándose a las fuerzas del totalitarismo que amenazaba con sumir a España en la barbarie.
Definir a Unamuno como de derechas o de izquierdas resulta complicado. Más bien, fue un viejo profesor que se resistió a ver corrompido el templo de la inteligencia. Su vida fue un constante acto de inconformismo, guiado por la filosofía de vivir según su propio criterio. Un individualista en acción y pensamiento, se opuso a la monarquía, se enfrentó a los Borbones y a los militares. Esta postura le costó el destierro a Fuerteventura durante la dictadura de Primo de Rivera.
Aunque fue considerado uno de los padres de la II República española, su desencanto con el régimen lo llevó a rebelarse contra ella cuando se acomodó en el poder. No pudo alinearse con la República debido a sus excesos, ni con los franquistas por su naturaleza totalitaria. Don Miguel nunca soportó vivir bajo un pensamiento único.
Su destitución como rector vitalicio de la Universidad de Salamanca por parte de los republicanos, quienes lo acusaron de “traidor y fascista” tras su apoyo inicial al golpe militar, es un claro ejemplo de su compleja relación con el poder. Aunque fue reinstalado brevemente, pronto fue destituido nuevamente, esta vez por ser considerado un “alborotador de conciencias” tras su famoso discurso en el paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Hoy en día, aún no está claro lo que realmente dijo Unamuno desde el Paraninfo, así como la autenticidad de la famosa frase “Venceréis pero no convenceréis”. Investigaciones recientes sugieren que el discurso del rector no siguió el mismo orden que el que popularmente se conoce. No obstante, lo que realmente importa no son las palabras exactas que pronunció en respuesta a las provocaciones del general Millán Astray, sino el símbolo, el mito y la esencia de su mensaje, que, trágicamente, rara vez ha encontrado eco entre nosotros. En medio de todas sus contradicciones, el 12 de octubre de 1936, Don Miguel de Unamuno se destacó como un ejemplo de valentía poco frecuente entre nuestros intelectuales. Convirtiéndose en un modelo a seguir en la lucha por la libertad.
Es fundamental recordar, hoy más que nunca, especialmente en nuestra América Hispánica, que ha sufrido tanto a manos de sus penosos gobernantes, la gallardía de aquel viejo rector. Unamuno nunca se mostró indiferente frente a las injusticias de lo que él mismo calificó como una guerra incivil.
El 12 de octubre de hace 88 años, durante la celebración de la Fiesta de la Hispanidad, tuvo lugar una gran ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Estaban presentes el obispo de Salamanca, el gobernador civil, y doña Carmen Polo, esposa del general Franco. También se encontraba el general Millán Astray, conocido como “el novio de la muerte”. En la presidencia, Don Miguel de Unamuno, recientemente renovado en su cargo como rector.
Tras la bienvenida formal, el general Millán Astray lanzó un ataque feroz en su discurso contra Cataluña y las provincias vascas, describiéndolas como “cánceres en el cuerpo de la nación”. Afirmó que “el fascismo, que es el sanador de España, sabrá cómo exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo del paraninfo, alguien gritó el lema del general: “¡Viva la muerte!”. Algunos falangistas, con sus camisas azules, saludaron con el tradicional gesto fascista el retrato sepia de Franco que colgaba de la pared, justo sobre la silla presidencial.
Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, pues los asistentes sabían que como buen vasco no podía permanecer callado. Se levantó lentamente y dijo:
“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del general Millán Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes”.
El Viejo rector plantaba cara por primera vez en la historia de la España Nacionalista. Continúo con su discurso:
“(…) Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito, “Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”.
Como es natural la masa de fanáticos convertidos en bestias junto al aludido general Millán Astray, comenzaron a gritar “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”.
A lo que Unamuno daría respuesta con una de las frases más importantes de la historia de la intelectualidad hispánica:
“(…) Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.
Luego de esto, Don Miguel tuvo que ser escoltado a su salida por el catedrático de derecho canónico y la mujer de Franco quien, amparándolo con sus escoltas personales, lo condujeron hasta el coche que lo llevó a casa. El viejo rector se recluiría en su casa y moría con el corazón roto de pena el último día de 1936.
El “Venceréis pero no convenceréis” quedaría grabado en la conciencia del pueblo Español y de la intelectualidad universal. El viejo Unamuno tal vez no pudo vencer aquel día en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca la insensatez demencial del totalitarismo, pero la valentía de esas frases convencería a las nuevas generaciones y marcaría el camino para la construcción de una nueva y mejor civilización. Una civilización de hombres formados por la cultura y la libertad, alejada de los dogmas de la política prefabricada de los cuaternarios gobernantes de siempre.
Muchos años han pasado ya desde aquel día, y con el atlántico de por medio, aquí en la América también hispánica, donde el fascismo se presenta en una nueva forma como antifascismo, pero sigue siendo la misma bestia Roja, ya no nazi, sino social-comunista, que intentan imponernos su falta de ideas y su voluntad por decreto y a balazos. Hoy más que nunca recordamos al viejo rector, y respondemos a quienes odian la libertad: “tal vez venceréis, pero jamás nos convenceréis de ser unas bestias como vosotros”.
Referencias:
- Cortés, Gabriel (2005). La Guerra Civil Española – Unamuno y la heroica batalla del Paraninfo
- Delgado Cruz, Severiano (2018). Arqueología de un mito : el acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. www.academia.edu/36585529.