Don Miguel de Unamuno: “Venceréis, pero no convenceréis”

 Don Miguel de Unamuno junto con José Ortega y Gasset, son quizás los intelectuales más importantes e influyentes de la España del siglo XX. Unamuno perteneció a la famosa generación del 98, importante por ser la precursora del desencanto y el hastió vital expresado en sus teorías filosóficas. Jamás intentó sistematizar su método de pensamiento, podemos considerarlo un auto-filosófico no sistemático. En su legado podemos notar influencias de racionalismo y el positivismo. Algunos considerar a Unamuno el precursor de la filosofía existencialista desarrollada posteriormente por Albert Camus.


Es difícil decir que Unamuno era de derechas o de izquierda, quizás simplemente fue un viejo profesor que no quiso ver corrompido el templo de la inteligencia. De él solo sabemos que fue un eterno inconformista, cuya única filosofía fue vivir bajo su propio criterio. Un individualista independiente en acción y en pensamiento. Cuando el sistema era monárquico, se declaraba antimonárquico; siempre en eterno conflicto con los Borbones y los militares. Por tal motivo, el dictador Primo de Rivera lo desterró a Fuerteventura en las Islas Canarias. Fue Padre de la II República española, pero cuando esta se acomodo en el poder se rebeló contra ella cual descastado y desencantado. No pudo estar del lado de la República, dados los excesos en que degeneró, pero tampoco pudo estar del lado de los franquistas por la forma totalitaria de su proceder. Pienso que Don Miguel no soporto nunca el tener que vivir bajo un pensamiento único.

Los republicanos lo destituyeron de su cargo de rector vitalicio de la Universidad de Salamanca por “traidor y fascista”, cuando éste mostró su apoyo al golpe militar creyendo que los militares se alzaban para salvar la República. Poco tiempo después, la Junta Militar lo repuso de nuevo en su cargo de rector, nombrándole además concejal. Pero no duraría mucho en el cargo, pues a escasos días la Junta Militar volvería a destituirlo tachándolo de “alborotador de conciencias”, como respuesta al discurso del viejo profesor con los nuevos gobernantes en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, con ocasión de la celebración del  “Día de la Raza”, el 12 de octubre de 1936.

Hoy en día aun no está claro en realidad que fue lo que dijo Unamuno desde el Paraninfo, ni si de verdad pronuncio la famosa frase “Venceréis pero no convenceréis”. Muchas investigaciones recientes afirman que en realidad el discurso no tuvo el mismo orden que como lo conocemos popularmente. Pero no importa cuáles fueron exactamente las palabras que le soltó el recto en respuesta a las palabras del general Millán Astray. Lo que importa es el símbolo, el mito, el fondo de ese mensaje que, trágicamente, nunca ha calado entre nosotros. Llevando consigo todas sus contradicciones y cobardías, el 12 de octubre de 1936 Don Miguel de Unamuno fue un ejemplo de valentía no muy habitual entre nuestros intelectuales. Fue un modelo de cómo defender la libertad.

Es preciso recordar hoy más que nunca, en especial en nuestra América Latina tan maltratada históricamente por sus trágicos gobernantes, la gallardía del viejo rector de la Universidad de Salamanca, que nunca permaneció callado al expresar sus ideas y frente a las injusticias de lo que llamo una guerra incivil.

El 12 de Octubre de 1936, día de la Fiesta de la Hispanidad, se celebró una gran ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Estaba presente el obispo de Salamanca, se encontraba allí el gobernador civil, la señora de Franco doña Carmen Polo. También estaba presente el general Millán Astray (el novio de la muerte). En la presidencia estaba Don Miguel de Unamuno, rector de la Universidad renovado recientemente en el cargo.

Después de la bienvenida formal, el general Millán Astray atacó violentamente en su discurso a Cataluña y a las provincias Vascas, describiéndolas como: “cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo del paraninfo, una voz gritó el lema de Millán Astray: “Viva la muerte”.  Algunos falangistas, de camisas azules, saludaron con el saludo fascista el retrato sepia de Franco que colgaba de la pared sobre la silla presidencial.

Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, pues los asistentes sabían que como buen vasco no podía permanecer callado. Se levantó lentamente y dijo: 

“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del general Millán Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes”.

El Viejo rector plantaba cara por primera vez en la historia de la España Nacionalista. Continúo con su discurso:

“(…) Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito, “Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”.

Como es natural la masa de fanáticos convertidos en bestias junto al aludido general Millán Astray, comenzaron a gritar “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”.

A lo que Unamuno daría respuesta con una de las frases más importantes de la historia de la intelectualidad hispánica:

“(…) Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.

Luego de esto, Don Miguel tuvo que ser escoltado a su salida por el catedrático de derecho canónico y la mujer de Franco quien, amparándolo con sus escoltas personales, lo condujeron hasta el coche que lo llevó a casa. El viejo rector se recluiría en su casa y moría con el corazón roto de pena el último día de 1936.

El “Venceréis pero no convenceréis” quedaría grabado en la conciencia del pueblo Español y de la intelectualidad universal. El viejo Unamuno tal vez no venció en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca la insensatez demencial del totalitarismo, pero la valentía de esas frases convencería a las nuevas generaciones y marcaría el camino para la construcción de una nueva y mejor civilización. Una civilización de hombres formados por la cultura y la libertad, alejada de los dogmas de la política prefabricada de los cuaternarios gobernantes de siempre.  

A 84 años de aquel día, y un océano de por medio, aquí en la América también hispánica, donde la insensatez de las bestias Rojas del socialismo intentan imponernos su falta de ideas y su poca vergüenza por decreto y a balazos. Desde la academia recordamos al viejo rector, y respondemos a quienes odian la libertad: “tal vez venceréis, pero jamás nos convenceréis de ser unas bestias como vosotros”.


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