A lo largo de la historia las relaciones de poder se han sustentado en el miedo, en el terror. La dominación del más débil ha sido la práctica natural del hombre desde su concepción. Tal como lo menciona Thomas Hobbes en su Leviatan “el hombre es un lobo para el hombre”.
Así es la llamada “realpolitik“, donde el terror, la violencia, el dinero y la mentira forman parte de esta telenovela, de este “juego de tronos” que vivimos todos los ciudadanos donde el único objetivo es la obtención o la consecución del poder.
En la realpolitik, el terror se impone y es administrado por quienes ejercen el poder. Al puro estilo hobbesiano “para garantizar la paz y mantenerla, es necesario instituir un poder fuerte y temible…” Hay que recordar aquellas palabras de Robespierre “Si el principal instrumento del gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, en momentos de revolución deben ser la virtud y el terror: la virtud sin la cual el terror es funesto; el terror sin el cual la virtud es impotente”.
Es así como a través de una “justicia” rápida y severa, los gobernantes se desvían de su principal objetivo: construir un orden social y superar el conflicto (seguridad y justicia). En México la política está instalada en el conflicto. Nuestros políticos mantienen el poder, “a través de la coerción” (física y psíquica) que sus detentadores intentan aplicar sobre el individuo (Max Weber dixit).
A través de dicha coerción utilizan el llamado “Hard power” (popularizado por Joseph Nye), en un gobierno corrupto, déspota, tirano y opresor. Carecen de legitimidad y se aferran al poder gracias a la coerción y el terrorismo sutil.
En estas “relaciones de poder” (citando a Foucault), anteponen el power is power sobre knowledge is power y se aprovechan muchas veces, de la ignorancia del “pueblo sabio y bueno” vendiéndole “espejitos”. Gobiernan a través del miedo, manipulando el mercado, generando crisis, desempleo, inflación, pobreza, bajo la máxima “Democracia ausente, mercantilismo presente”, que no mercado. Practican una especie de mercantilismo moderno o lo que es lo mismo, un “capitalismo de cuates”.Esta es la realidad, nuestra naciente democracia agoniza y no hacemos nada para defenderla. No tenemos Estado de Derecho ni tampoco quien lo haga valer. Tan mal se encuentra nuestro tejido social que hemos hecho nuestra aquella frase de Goethe “prefiero la injusticia al desorden“. Así no lo han hecho creer nuestros gobernantes, a través del miedo, del terror que nos generan.
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