¿Por qué los políticos de India encuentran un puerto seguro en las políticas fallidas?

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Siglos de explotación sistemática por parte de los británicos han convertido a los indios en una sombra de lo que fueron. Ahora se someten fácilmente a las cadenas de la autoridad gubernamental y a los ideales restrictivos. Y lo que es peor, la clase política actual ha encontrado un refugio seguro en este fenómeno social para fomentar y glorificar en su discurso a las políticas fallidas.



El mundo entero miraba expectante las secuelas de la lucha por la libertad de la India, que personificaba a gran nivel el principio libertario de no agresión; lo que apareció realmente fue otro gobierno marcadamente británico, aunque en manos indias. Las manos que agitaron ruidosamente la antorcha de la libertad contra sus antiguos captores de Gran Bretaña, fueron las primeras en ponerse el sombrero y la correa que dejaron atrás -¿un caso de síndrome de Estocolmo quizás?

Las raíces de las políticas socialistas en la India

La naciente república india, bajo la tutela de algunos influyentes luchadores por la libertad, adoptó el socialismo como uno de sus principios rectores. El discurso político en los primeros días de la lucha por la libertad consistió en arremeter contra el afán de lucro de la Compañía de las Indias Orientales y el Raj británico imperial que engendró. Los nuevos líderes iluminaron una India que saldría de la pobreza y la desigualdad con la obvia salvedad de que “algunos serán más iguales que el resto”.

Siguieron décadas de engrandecimiento del poder del Estado en nombre del bienestar. El primer Primer Ministro, Nehru, sembró las semillas de una sociedad estatista inspirándose profundamente en el economista británico Harold Laski y en la escuela fabiana del socialismo. Con el poder político como principal motor, el gobierno y la burocracia trabajaron mano a mano aplicando políticas regresivas como una economía de planificación centralizada y el debilitamiento de los derechos de propiedad. El gobierno debía llegar a las “esferas de poder” de la economía con casi carta blanca sobre lo que se podía o no producir.

No era raro ver al ciudadano de a pie haciendo largas colas para conseguir productos esenciales. A los industriales emprendedores no les fue mejor, ya que también esperaron ansiosamente a que se les concediera una licencia, sujeta a numerosas condiciones, para producir bienes y crear riqueza. La economía de la nación se hundió lentamente en el fondo mientras se implementaba una mala política tras otra en los Planes Quinquenales que prometían mucho, pero cumplían poco. Los sucesores del gobierno también siguieron políticas igualmente terribles, como la nacionalización de industrias y bancos, y la atenuación de los derechos políticos y civiles individuales. Esto no hizo más que llevar a la economía a un abismo más profundo antes de que las reservas de divisas casi se agotaran y el rescate del Fondo Monetario Internacional, en 1991, impulsara la liberalización.

En el mismo periodo, Lee Kuan Yew, otro alumno de Laski, construyó una nación que ahora gobierna las olas del sudeste asiático; una de las naciones más pobres en los años 60, hoy, Singapur ha emprendido exitosamente el camino de convertirse en una de las economías más prósperas del mundo.

India, por su parte, tuvo su primera experiencia de libertad y crecimiento económico después de casi 40 años de su independencia; años que deberían haber hecho comprender que las fallidas políticas socialistas no funcionan.

El atractivo del socialismo

¿Por qué, entonces, las ideas socialistas siguen siendo el principal manifiesto de los políticos indios de hoy? Se puede decir que están unidos en su historial de promesas incumplidas, tal vez.

El socialismo tiene un atractivo muy arraigado tanto para los intelectuales, como para el ciudadano común. La razón es que pinta narrativas vívidas y cargadas de emoción de una sociedad igualitaria que eliminará las diferencias de la riqueza, la prosperidad y el bienestar de los individuos y trabajará en cambio por el bienestar colectivo. Esta promesa de color de rosa, lograda mediante un sistema de coacción e interferencia gubernamental de las libertades individuales, infunde un sentimiento de esperanza en las innumerables masas que aspiran a una vida mejor. También, por desgracia, tiende a complacer a los académicos y eruditos cuya sensibilidad a la injusticia los hace sentirse atraídos a la idea de que los problemas del mundo pueden resolverse en un chasquido.

Sin embargo, sólo un sistema que promueva y sostenga la acción individual puede conducir a la riqueza y la prosperidad de la sociedad. La historia ha demostrado que el capitalismo, combinado con los derechos individuales y el Estado de Derecho, ha conducido a un mayor florecimiento humano que cualquier otro sistema. El sistema de libre mercado y la ética orientada a la libertad, son endémicos del éxito en el avance de la civilización humana hasta el nivel actual.

Las naciones de Norteamérica y Europa Occidental han alcanzado su posición actual gracias a los mercados y al capitalismo. Incluso China, un país fundamentalmente comunista, ha abandonado las políticas fallidas de Mao y se ha pasado a las ideas del capitalismo de libre mercado para alcanzar su posición económica actual. Por otro lado, Venezuela, que en una época llegó a ser uno de los países más ricos de América Latina, se encuentra hoy al borde del colapso económico y político como resultado de las políticas “socialistas del siglo XXI” aplicadas por el difunto presidente Hugo Chávez.

También India se benefició de las reformas de liberalización que emprendió en 1991. El PIB indio creció un asombroso 2226% en sólo 25 años tras la liberalización de 1991. Actualmente, se acerca a la marca de los 5 billones de dólares y sigue siendo una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo. Según una encuesta reciente realizada por la Confederación de Industrias Indias, India también es considerada uno de los principales destinos de inversión en el mundo post-pandémico.

Bloqueos de la reforma

Entonces, ¿por qué los políticos indios intentan dar marcha atrás? ¿Por qué se equipara labh (beneficio) con lobh (codicia) aún hoy en día? ¿Por qué se repite tan ciegamente esta retórica a pesar de las numerosas pruebas de lo contrario?

En primer lugar, el gobierno indio tiene un gran parecido con su pasado colonial. La estructura gubernamental india se enmarca en las líneas de la Ley del Gobierno Británico de la India de 1935, que se promulgó para consolidar el control y los recursos tras la Primera Guerra Mundial.

El poder y el control que ofrece un gobierno de estas características atrae a la clase política, que trata de mantenerlo. También en la mente de los ciudadanos, el gran gobierno se ve como algo normal y se le da mayor importancia a su papel en la sociedad. Impulsados por un fuerte complejo de mesías, los políticos y los burócratas tienen un amplio margen para esconderse detrás de sus arbitrariedades “bienintencionadas” para el pueblo, que en la mayoría de los casos acaban ahogando la libertad y la iniciativa privada, promoviendo un sentimiento de dependencia.

En segundo lugar, el preámbulo de la Constitución india fue modificado en 1976 para incluir la palabra “socialista” como descripción de la India. Hoy en día, muchos creen que el socialismo era el principio que pretendía la Constitución, pero pocos se dan cuenta de que fue una idea de última hora del gobierno de Indira Gandhi para conseguir más poder político.

La medida va en contra de la declaración de B.R. Ambedkar cuando K.T. Shah propuso una inclusión similar durante los debates de la Asamblea Constituyente en 1948. Advirtiendo del peligro de suscribir una ideología concreta, proclamó: “Cuál debe ser la política del Estado, cómo debe organizarse la sociedad en su vertiente social y económica son asuntos que deben ser decididos por el propio pueblo según el tiempo y las circunstancias. No puede establecerse en la propia Constitución, porque eso es destruir la democracia por completo”.

Por último, existe una norma bastante errónea en la Ley de Representación del Pueblo de 1951, que rige las elecciones en el país. Según la sección 29-A de la ley, todo partido político, antes de registrarse, debe jurar que se adherirá a los principios socialistas en la práctica y en la conducta.

El desafortunado resultado es que el camino de la reforma está cerrado, tanto en la mente de la gente como en el propio sistema. No es de extrañar que, incluso después de tres décadas de liberalización económica y de la prosperidad material que ha traído consigo, los políticos viren hacia políticas socialistas regresivas y fallidas, como los precios controlados por el Estado, las fuertes subvenciones y los aranceles proteccionistas.

Ya es hora de que los votantes abran los ojos y sean conscientes de las falsedades del ayer, con miras hacia un mañana próspero que funcione. Como bien dijo el Ministro de Finanzas en 1991, “ningún poder de la Tierra puede detener una idea a la que le ha llegado su hora”. Es hora de levantar las anclas y alejarse de los puertos seguros; el barco hacia el progreso y la prosperidad tiene que navegar libremente en las mentes abiertas de la nueva generación.

( Originally published in English at Spontaneous Order Blog on 26 February 2021 )


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