“Las palabras son las únicas cosas que duran para siempre. Los monumentos o prodigios más tremendos de la ingeniería se desmoronan bajo la mano del tiempo. Las pirámides se amoldan, los puentes se oxidan, los canales se llenan, la hierba cubre la vía del ferrocarril; pero las palabras pronunciadas hace dos o tres mil años permanecen con nosotros ahora, no como simples reliquias del pasado, sino con toda su fuerza vital prístina” Winston S Churchill, 15 de mayo de 1938.
Existe una frase que dice “Los que no conocen la historia, están condenados a repetirla” y yo le agregaría además, que aquellos que no conocen la historia están condenados a cometer los peores errores.
Días atrás fuimos testigos de cómo, manifestaciones ocurridas en el Reino Unido, más precisamente en la plaza del Parlamento en Londres, reclamando justicia por el asesinato de George Floyd, y en contra del racismo, terminaron por vandalizar la estatua del ex primer ministro británico Winston Churchill. Y me quiero detener en este hecho, y el propósito de este escrito, es repasar el legado de Sir Winston para que aquellos que no conocen quien fue y lo que hizo, tomen conciencia, conozcan la historia y no caigan en el burdo error de atacar el monumento de la persona que lucho fervientemente contra los fascistas y cuando nadie creía en una posible victoria, él se erigió como el faro del mundo libre.
Sir Winston Leonard Spencer Churchill, nació en Blenheim Palace, Oxfordshire en 1874, era nieta del séptimo duque de Marlborough, e hijo de Lord Randolph Churchill y Jennie Jerome, en su autobiografía relata una infancia feliz bajo la sombra protectora de su madre, pero luego sería internado por su padre en el Colegio de Ascot, rebelde ante esta decisión, sus notas no fueron las mejores.
En 1888 ingreso en la escuela de Harrow, donde fracaso dos veces en los exámenes de ingreso para la Academia Militar, aquí fue donde mejor se desempeñó a partir de su espíritu indomable y su lucidez critica. Finalmente ingreso uno de los más destacados regimientos de caballería, el Cuarto de Húsares, participo en 1895 en la guerra de Cuba, combatió en India (1898) y Sudan (1899).
Tras su vuelta decidió incursionar en política, se afilio al partido conservador, presentándose a elecciones, donde no lograría ganar su primer escaño, tras esta derrota comenzara su labor periodística en África del Sur en la guerra de los Boers.
Aquí se marcó un hito en la vida de Winston, fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero tras una fuga de película, consiguió escapar y regreso a Londres, donde fue recibido como un héroe popular, y en las siguientes elecciones conseguirá un escaño como representante conservador de Oldham en 1900.
Allí comenzó a forjar su brillante carrera política, con intrincadas desavenencias sin lugar a dudas, tras confrontar con sus compañeros de partidos, y reacio a someterse a disciplinas partidarias, en 1904 decide pasarse al partido liberal, tras ello en 1906 conseguirá su primer cargo gubernamental en el gobierno de Henry Campbell-Bannerman, erigiéndose como subsecretario de Colonias, luego fue ministro de Comercio y del Interior en el gobierno del primer ministro Herbert Henry Asquith. Churchill previó con extraordinaria exactitud los acontecimientos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial y el curso que siguió la contienda en su primera etapa.
En 1911, el primer ministro Asquith lo nombró lord del Almirantazgo; Churchill se embarcó inmediatamente en una profunda reorganización del ejército de su país. Primero se propuso hacer de la armada británica la primera del mundo, cambiando el carbón por petróleo como combustible de la flota y ordenando la instalación en todas las unidades de cañones de gran calibre. Luego puso en marcha la creación de un arma aérea, e impulsó la construcción de los primeros “acorazados terrestres”, consiguiendo que el tanque empezase a ser considerado imprescindible como instrumento bélico.
En 1915 llegaría uno de los golpes más fuertes que le tocaría vivir a Winston, y se dio con el fracaso de la batalla de los Dardanelos, en Gallipoli, el plan consistía en lanzar una operación naval sobre el estrecho de los Dardanelos, que comunica el mar Egeo con el de Mármara, para hacerse con un territorio clave, todo comenzó con una lluvia de cañonazos desatados por los buques de guerra de las fuerzas anglo francesas, sin embargo las tropas turcas lograron resistir los embates y tras un mes de estos enfrentamientos las minas subacuáticas hundieron tres buques de guerra y dañando a los demás, así se precipito una ofensiva en tierra, para la cual Churchill, consciente de los peligros de la misma, había solicitado una mayor cantidad de hombres y de recursos, sin embargo esto no sucedió, y los turcos, con más de un mes de tiempo para preparar la defensa, lograron repeler los ataques y convirtiendo Gallipoli en una verdadera masacre, en total, en los Dardanelos murieron más de 100.000 personas de ambos bandos y otro medio millón resultaron heridas.
Los Dardanelos sería una sombra que perseguiría a Churchill en cada momento de su vida política y publica, sin embargo lograra reponerse.
Tras este fracaso se reincorporo al ejército y lucho en el frente occidental, donde fue varias veces herido hasta que en 1917, y tras el cambio de gobierno, el nuevo primer ministro Lloyd George lo convoco, primero como ministro de Armamento y luego como ministro de Guerra y Aire. Tras la victoria en la Primera Guerra Mundial, Churchill continuo en el gobierno, reconciliándose nuevamente con los conservadores, sin embargo y tras las consecuencias económicas, sociales y sanitarias a las cual condujo la guerra, y con el fantasma de los Dardanelos, su crédito político descendió lo que llevo a Winston a alejarse de la política (al menos por un tiempo).
En el periodo de entreguerras, sobre todo en la década del 30, Churchill comenzara a luchar en solitario, en el parlamento, a partir de escritos, redacciones y apariciones públicas, en las cuales denunciaba, en soledad, el poderío Alemán y la necesidad urgente de Inglaterra de rearmarse, sin embargo el peligro no parecía real y una vez más Churchill seria dejado de lado.
Hasta que en 1938 y tras la firma del Acuerdo de Múnich, en el cual Gran Bretaña y Francia cedieron ante el poderío alemán, las predicas de Churchill se hicieron realidad. Tras la invasión del ejército nazi a Polonia, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania, y nuevamente Churchill seria convocado como Lord del Almirantazgo por el primer ministro Neville Chamberlain, una vez en su puesto declararía:
“Ahora no es cuestión de pelear por Danzig o pelear por Polonia, estamos peleando para salvar al mundo entero de la pestilencia de la tiranía nazi y en defensa de todo lo que es más sagrado para el hombre. Esta no es ninguna guerra de dominación o engrandecimiento material, ni tampoco una guerra de dominación o engrandecimiento o ganancia material, ni tampoco una guerra para arrebatarle a ningún país su sol ni sus medios de progreso, es una guerra considerada en su calidad inherente, para establecer, sobre bases inexpugnables, los derechos del individuo, y es una guerra para establecer y revivir la dignidad del hombre”.
Poco tiempo después el 10 de mayo de 1940, Churchill fue llamado por el Rey de Inglaterra Jorge VI e invitado a formar gobierno, esa noche Winston Churchill se transformaría en Primer Ministro. Sin dudas de esta primera etapa, se destaca uno de los discursos más duros, reales y motivadores, el 13 de mayo de 1940 declararía en la Cámara de los Comunes:
“Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Ustedes preguntan: ¿Cuál es nuestra política? Yo diré: Es librar la guerra, por mar, tierra y aire, con todo nuestro poder y toda la fuerza que Dios pueda darnos; librar la guerra contra una monstruosa tiranía, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo del crimen humano. Esa es nuestra política. Ustedes peguntan ¿Cuál es nuestra meta?, solo puedo responder con una palabra: la victoria, la victoria a toda costa, la victoria a pesar de todo terror, la victoria por largo y duro que sea el camino; pues sin la victoria no hay supervivencia para el Imperio Británico, no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico representa, no habrá supervivencia para el progreso y el impulso de las épocas, para que la humanidad avance hacia su meta. Pero asumo mi tarea con vigor y esperanza. Tengo la esperanza de que nuestra causa no sufrirá el fracaso entre los hombres. En este momento me siento con derecho a reclamar la ayuda de todos, y digo: Vamos entonces, vayamos adelantes, juntos, uniendo nuestra fuerza”.
El pueblo británico aceptó el reto y convirtió tan terrible frase en un verdadero lema popular durante cinco años; su contribución a la victoria iba a ser decisiva. Churchill consiguió mantener la moral en el interior y en el exterior mediante sus discursos, ejerciendo una influencia casi hipnótica en todos los británicos.
Churchill hizo todo lo posible para que Estados Unidos y la URSS entrasen en la guerra. Mantuvo estrecho contacto con el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, quien en 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbour, declaro la guerra al Japón e incorporaron su valiosísimo potencial militar al bando aliado.
También en 1941 Hitler emprendió la invasión de Rusia, poniendo fin a la neutralidad soviética y empujando a Stalin a una frágil alianza con Inglaterra, que Churchill supo conservar, relegando a un segundo plano su visceral anticomunismo y demostrando su pragmatismo.
En el medio de los bombardeos de la Alemania nazi a Inglaterra, se produjeron incontables bajas civiles, solo en Londres se alcanzaron más de diez mil víctimas civiles, y en ese momento, cuenta Churchill en su autobiografía, que uno de los miembro del Parlamento lo presiono para que instituyera la toma de represalias, sin embargo Churchill replico: “Esta es una guerra militar, no civil. Usted y otros pueden desear matar mujeres y niños, nosotros deseamos (y hemos tenido éxito en nuestro deseo) destruir objetivos militares alemanes”. Demostrando un pensamiento claro y concreto de toma de posición, aun en las horas más oscuras que vivía el pueblo británico, el faro de Winston era la guía para ellos.
Otro pasaje de la guerra, encontró a Churchill en Nápoles, donde preparaba la inminente expedición británica a Grecia, aprovecho ese momento para enviar un mensaje al pueblo italiano, estableciendo “una o dos pruebas simples y prácticas” por las cuales uno podía responder a la pregunta ¿Qué es la libertad?:
¿Existe el derecho a la libre expresión de la opinión y la oposición, y la crítica del gobierno del momento?
¿La gente tiene el derecho a expulsar a un gobierno al que desaprueba, y se han provisto medios constitucionales a través de los cuales puedan evidenciar su voluntad?
¿Se hallan sus tribunales libres de la violencia del Ejecutivo y de las amenazas de la violencia del populacho, y libres de toda asociación con partidos políticos particulares?
¿Estos tribunales administraran leyes abiertas y bien establecidas que estén asociadas en la mente humana con los amplios principios de la decencia y la justicia?
¿Habrá juego limpio tanto para los pobres como para los ricos, para las personas privadas y las autoridades del gobierno?
¿Serán los derechos del individuo, sujetos a sus deberes para con el Estado, mantenidos y afirmados y exaltados?
¿El campesino o trabajador común, que se gana la vida con el arduo trabajo diario y trata de criar una familia, eta libre del miedo de que una sombría organización policial bajo el control de un solo partido como la Gestapo, iniciado por los partidos nazi y fascista, le dé una palmada en el hombro y le despache a la esclavitud o el maltrato sin un juicio justo o abierto?
Bajo estas premisas Churchill no solo alentaba sino advertía al pueblo italiano, y planteaba los cimientos sobre los cuales podría fundarse una nueva Italia libre.
Como primer ministro, le correspondió participar en las cruciales conferencias de Casablanca (1943), El Cairo (1943), Teherán (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945), en las que se diseñó la estrategia de la guerra y, una vez acabado el conflicto, el mapa político mundial que se mantendría vigente hasta 1989.
El día de la victoria aliada, se dirigió de nuevo al Parlamento y al entrar fue objeto de la más tumultuosa ovación que registra la historia de la asamblea. Los diputados olvidaron todas las formalidades rituales y se subieron a los escaños, gritando y sacudiendo periódicos.
A pesar de la enorme popularidad alcanzada durante la guerra, dos meses después el voto de los ingleses lo depuso de su cargo. Churchill continuó en el Parlamento y se erigió en jefe de la oposición. En un discurso pronunciado en marzo de 1946 popularizó el término “la cortina de hierro”, y algunos meses después hizo un llamamiento para impulsar la creación de los Estados Unidos de Europa.
Tras el triunfo de los conservadores en 1951 volvió a ser primer ministro, y dos años después fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial. Presentó la dimisión en abril de 1955, después de ser nombrado Caballero de la Jarretera por la reina Isabel II y de rechazar un título nobiliario a fin de permanecer como diputado en la Cámara de los Comunes. Sin lugar a dudas Churchill había alcanzado la meta fijada: La Victoria.
La vida de Winston se apagó el 24 de enero de 1965 en Londres, pero su legado nos acompaña hasta el día de hoy, faro del mundo libre, un hombre con dotes y cualidades de estadista, con errores, aclamado y odiado, pero sin lugar a dudas, nadie podría permitirse pensar en la figura de Winston Churchill sin entenderla ligada indisolublemente a la lucha contra los fascistas y en la búsqueda por todos los medios de un futuro próspero y libre para la humanidad, la historia hubiese sido otra muy distinta si Winston no conducía los destinos del Imperio Británico.
Me gustaría cerrar este humilde escrito, con un mensaje que día a día debe replicarse, y conocer los lideres, que más allá del partido político u orientación a la que representen, lucharon por la libertad, quizás eso nos permita no cometer los mismos errores, o dejar de hacerlos y entender que nosotros “Poseemos el poder de salvar nuestro futuro”.
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