Medio Oriente en llamas: Derechos Humanos frente a la violencia en Gaza e Irán

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Cuando amanece sobre la Franja de Gaza, los escombros de edificios derrumbados se convierten en el paisaje cotidiano de miles de civiles que huyen de la guerra. Una madre resguarda a sus hijos entre ruinas que un día fueron su hogar. La situación es catastrófica: en 2024 el ejército israelí, según Human Rights Watch, siguió «matando, hiriendo, sometiendo a hambruna y desplazando por la fuerza a miles de civiles palestinos en Gaza». Más de 44.000 muertos y 104.000 heridos han sido confirmados por autoridades palestinas desde octubre de 2023. Casi toda la población de Gaza ha sido desplazada internamente, enfrentando escasez de alimentos y agua. Naciones Unidas ha constatado también que del 7 de octubre de 2023 al 7 de octubre de 2024 israelíes mataron a 719 palestinos en Cisjordania – el uso de “fuerza letal excesiva” por parte de las fuerzas israelíes, incluyendo bombardeos y ataques con drones, explican estas cifras. Frente a esta realidad, la ONU y ONG de derechos humanos han expresado alarma constante: la relatora especial Francesca Albanese acusó a Israel de “genocidio” de los palestinos, denunciando ataques «un barrio a la vez, un hospital a la vez, una escuela a la vez».

Escalada Israel-Irán y ofensivas bélicas

Paralelamente, la violencia militar se ha extendido más allá de Gaza. Desde mediados de junio de 2025, Irán e Israel intercambiaron ofensivas sin precedentes. Cohetes balísticos iraníes alcanzaron ciudades israelíes – matando al menos 24 civiles israelíes, según medios locales – mientras que la aviación israelí bombardeó instalaciones en Teherán, matando 224 personas (reportó el gobierno iraní). Amnistía Internacional advirtió que estas hostilidades “temerarias” no deben volver a cobrar víctimas civiles: «Amnistía Internacional insta a ambas partes… a garantizar que la población civil de los dos países no siga pagando el precio de la temeraria acción militar». La secretaria general de la ONG, Agnès Callamard, subrayó que tanto iraníes como israelíes han mostrado «desprecio por el derecho internacional humanitario» al cometer «graves crímenes de derecho internacional» sin rendir cuenta. En declaraciones oficiales, el ministro israelí Israel Katz celebró la operación como la caída de una «dictadura»: «Así es como caen las dictaduras», tuiteó Katz tras bombardear símbolos del régimen iraní. Irán, por su parte, denunció que Estados Unidos se ha convertido en «cómplice de lo que está haciendo Israel» y advirtió que «responderemos de manera seria y contundente, sin contención» a cualquier intervención extranjera. Estos episodios agravan la tragedia en la región y recuerdan que las poblaciones civiles están hoy atrapadas entre potencias que operan sin límites claros, violando obligaciones humanitarias básicas. 

Los bombardeos recientes – misiles en Teherán y Tel Aviv – ilustran el absurdo de que, mientras palestinos mueren en Gaza, Irán e Israel se atacan con armamento de largo alcance. ONG internacionales y organismos multilaterales han responsabilizado a ambos bandos: además de Amnistía, la Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH) y la ONU han instado a «desescalar inmediatamente» el conflicto y proteger a la población civil. La violencia se retroalimenta: Hezbolá en Líbano y grupos aliados con Irán han lanzado más de 28.000 cohetes y ataques con drones contra Israel, causando al menos 29 muertes de civiles (incluidos 12 niños). Por tanto, nadie en la región está a salvo: los mismos métodos y blindaje militar con que se justifica la seguridad (amenazas externas) se tornan armas contra la ciudadanía inocente.

Gaza y los crímenes de la guerra

En medio de este entorno explosivo, la situación humanitaria en Palestina es desoladora. Human Rights Watch documenta que las autoridades israelíes desplazaron por la fuerza a casi toda la población de Gaza – a menudo varias veces – mediante órdenes de evacuación masivas y bombardeos sistemáticos. Esto forma “parte de un sistema de traslado forzoso de civiles palestinos que resulta constitutivo de crimen de lesa humanidad”. Además, la destrucción de infraestructuras básicas es enorme: el 63% de los edificios de Gaza han sido dañados o destruidos, y más del 87% de las escuelas, así como todos los hospitales y clínicas, quedaron inhabilitados. Estos ataques a la educación y la salud, según la ONU, aumentan dramáticamente el sufrimiento infantil (anuncio del 300% más de abortos espontáneos). Al negarse a permitir suministros, Israel ha provocado hambruna y falta de agua potable: HRW concluyó que la «negación de agua por parte de Israel a la población palestina de Gaza resulta constitutiva del crimen de lesa humanidad de exterminio».

 El bloqueo israelí impidió ingresar hasta un 83% de la ayuda alimentaria, dejando a la población «comiendo una vez cada dos días»; en el norte de Gaza la hambruna era ya “inminente” según la ONU. Parafraseando a los expertos del derecho humanitario, estas acciones equivalen a una “limpieza étnica” en algunas áreas. La Corte Internacional de Justicia ha declarado la ocupación en los Territorios Palestinos Ocupados ilegal y ordenó medidas de emergencia ante denuncias de genocidio; sin embargo, Israel ha incumplido repetidamente esos dictados, negando ayuda aún tras las órdenes de la CIJ.

Represión en Irán y lecciones compartidas

Pese a las diferencias políticas, este conflicto subraya un hilo común: en ambos países, el poder se ha ejercido atropellando derechos fundamentales. En Irán, la represión interna ha sido implacable. Las protestas masivas de 2022 (‘Mujer, Vida, Libertad’) fueron sofocadas con violencia; la ONU creó una misión de investigación permanente para documentar estos abusos. En abril de 2025, el Consejo de Derechos Humanos prorrogó por amplia mayoría el mandato de esa misión, enviando “un mensaje enérgico” a las autoridades iraníes de que “no pueden seguir cometiendo violaciones graves y crímenes de derecho internacional sin consecuencias”. Amnistía Internacional saluda la decisión como clave para investigar no sólo un episodio, sino «patrones continuados de violaciones graves» en Irán. Sus informes oficiales revelan un catálogo escalofriante: “asesinato, encarcelamiento, tortura, violación y otras formas de violencia sexual, persecución, desaparición forzada… cometidas como parte de un ataque generalizado y sistemático dirigido contra una población civil”. En otras palabras, el régimen iraní ha aplicando el mismo manual de represión masiva que critica en Gaza: criminalizar la protesta, restringir libertades políticas y golpear al disenso. 

Esta dinámica autoritaria se reflejó tras la escalada militar: tras los bombardeos israelíes, Irán cortó internet y encarceló a periodistas y activistas internos. Incluso ejecutó a un hombre por supuestas «actividades de espionaje» para Israel, sembrando terror entre opositores y detenidos políticos. Desde una perspectiva liberal y de derechos humanos, esto es intolerable: los ciudadanos iraníes merecen libre información, debido proceso y fin de las represalias. Del mismo modo, el mundo libre debe recordar que apoyar la seguridad de un Estado no implica avalar violaciones sistemáticas de otros derechos. Financiar o avalar crímenes en Gaza u Oriente Medio (por ejemplo, vendiendo armas sin garantías) es también complicidad con la brutalidad. Un enfoque basado en la dignidad humana exige igualdad de estándares: que Gobiernos aliados presionen tanto a Israel como a Irán para que respeten el DIH y liberen a detenidos arbitrariamente.

Hoy, la libertad de todos está bajo asedio. Cada bomba sobre Gaza, cada represión en Teherán, cada niño sin agua o escuela nos recuerda que la dignidad humana está siendo pisoteada a plena luz del día. No basta con indignarse: es hora de actuar. Exijamos a los gobiernos democráticos que dejen de ser cómplices del horror, fiscalizando armas y sancionando a los responsables de crímenes de guerra. Apoyemos a quienes luchan en el frente de los derechos humanos —ONGs, periodistas, misiones internacionales— y defendamos la verdad frente a la propaganda. Compartamos reportes, alcemos la voz, impulsemos un alto al fuego y abramos corredores de ayuda. Porque callar es permitir. Y porque cuando la justicia se silencia, la libertad de todos desaparece. Hoy más que nunca, hablar libremente es resistir. Y resistir es empezar a cambiarlo todo.

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