Pensar en Maquiavelo es pensar en Ciencia Política, en el “padre de la Ciencia Política”. Es muy interesante pensar en el porqué de tal caracterización, aunque quizá eso implique un análisis mucho más minucioso, concreto, específico y certero que el que podamos realizar en tan sólo algunas líneas que significan la realización de la presente instancia evaluatoria. Creo que es un punto interesante para pensar en tal situación del imaginario colectivo, aunque, insisto, sería inadecuado destinar tales recursos cuando, como punto fundamental del presente texto, se encuentra la concepción del poder, su conservación y el punto central de articulación del castillo de pensamiento del florentino.


En tal sentido, la mera teorización respecto a los elementos del poder, de la conservación virtuosa per sé de tales elementos, retumba como idea primigenia y nos conduce, en última instancia, al punto central de todo su ideario. Lo importante no es el deber ser, lo importante es el ser; lo fundamental, solamente, es el cómo acontece determinado suceso de carácter político y cuál es la mejor manera de desarrollarlo y de sacar provecho. Ya no hay caracterizaciones sobre lo que queremos, sino sobre cómo hacemos para el manejo del poder: “la ‘pragmática’ teoría maquiaveliana no hace más que expresar su atención a la maleabilidad de la ‘naturaleza’ humana” (Borón, 1999, p. 186).

En concreto, la importancia fundamental del pensamiento de Maquiavelo es respecto a la idea de pensar en el mantenimiento del poder, ergo, en el cuidado y la conservación del poder político, de las propias estructuras que permitan mantener el orden y el control del Estado, del principado, en fin, de lo mejor para ese espacio geográfico administrado políticamente. En efecto, asevera Sabine (1994), “la finalidad de la política es conservar y aumentar el poder político, y el patrón para juzgarla es su éxito en la consecución de ese propósito” (p. 271) e, insiste, “que una política sea cruel o desleal o injusta es para Maquiavelo cosa indiferente, aunque se da perfecta cuenta de que tales cualidades pueden influir en su éxito” (Ibid). No es mera erudición; es entendimiento del punto central de toda su articulación ideológica. Allí reside, en última instancia, el punto de partida para el análisis general de cada Estado en particular. Ahora bien, todavía no hemos centrado nuestro análisis, en la conservación particular del poder y, más aún, en la propia materialización de ese propio ideario conservacional del poder y, fundamentalmente, de la manera en que se consigue tal fin. De tal manera, hacia allí vamos.

Las consideraciones y recomendaciones que Maquiavelo dirige al príncipe son las siguientes: saber afianzar el principado, hacerse temer y amar por el pueblo, vencer con la fuerza o el engaño, eliminar la milicia desleal y aniquilar a quien se le pueda oponer. Maquiavelo aclara: 

Debéis, pues, saber que hay dos formas de combatir: una con las leyes, otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias. Pero como muchas veces no basta la primera, conviene recurrir a la segunda. Por tanto, a un príncipe le es necesario saber utilizar correctamente a la bestia y al hombre. (Maquiavelo, 2018, p. 63)

Él aclara lo siguiente: que, si bien las acciones del gobernante no carecen de toda restricción, es decir, que, dependiendo de la situación, el soberano puede acceder a métodos más o menos diplomáticos. El peso de la argumentación descansa sobre aquello que Maquiavelo denomina el “buen uso de la crueldad” (Ibídem, p. 34), en tanto esta se constituye, emerge, se desarrolla como un elemento de máxima utilidad para los súbditos, para su control y, en última instancia, para conservar el poder. El florentino hace hincapié en lo siguiente: el uso de la crueldad debe ser utilizada en un gobierno, resultante de la conquista de otro por la fuerza, en un tiempo muy temprano, porque este nuevo territorio dominado traerá consigo inevitablemente sublevaciones y levantamientos al nuevo gobierno; una forma de resistencia a las imposiciones manifiestas. Explica que el príncipe debe ser amado y temido a la vez, ya que si te temen van a ser hombres volubles, sumisos y cobardes ante tu presencia; pero si les haces el bien ellos te darán sus bienes, su vida, hasta les confiarán sus hijos; hasta que sienten la necesidad y se le rebelan, dejando al príncipe en la ruina por no tomar la precaución debida. Más que ser temido, debe ser respetado; o como afirma Várnagy (2000), “entendemos asimismo que es mejor para el Príncipe ser estimado que temido” (p. 141).

No obstante, como sabemos, la implicancia del mantenimiento del orden social requiere, inevitablemente, de la precaución ante las invasiones extranjeras y, el método para lograr ello, reside en comprender la importancia de las milicias, de los ejércitos nacionales (si se me permite, un antecedente al monopolio legítimo de la coacción física weberiano). Maquiavelo recurre a las formas en que un Estado puede atacar a otros territorios o defenderse. Los dos fundamentos más esenciales para cualquier Estado, ya sean antiguos o nuevos, son leyes sólidas y fuerzas militares fuertes. Un príncipe autosuficiente es aquel que puede enfrentarse a cualquier enemigo en el campo de batalla. Debería estar armado con sus propios brazos. Sin embargo, un príncipe que se basa únicamente en fortificaciones o en la ayuda de otros y se pone a la defensiva no es autosuficiente. Si no puede formar un ejército formidable, pero debe confiar en la defensa, debe fortificar su ciudad. 

Es improbable que una ciudad bien fortificada sea atacada, y si lo está, la mayoría de los ejércitos no pueden soportar un asedio prolongado. Durante un asedio, un príncipe virtuoso mantendrá alta la moral de sus súbditos mientras elimina a todos disidentes. Por lo tanto, siempre que la ciudad esté adecuadamente defendida y tenga suficientes suministros, un príncipe sabio puede resistir cualquier asedio. Maquiavelo se opone firmemente al uso de mercenarios, y en esto fue innovador, y también tuvo experiencia personal en Florencia. Él cree que son inútiles para un gobernante porque son indisciplinados, cobardes y sin ninguna lealtad, y están motivados solo por el dinero. Maquiavelo atribuye la debilidad de las ciudades-Estado italianas a su dependencia de los ejércitos mercenarios. Maquiavelo también advierte contra el uso de fuerzas auxiliares, tropas prestadas de un aliado, porque si ganan, el empleador está a su favor y si pierde, se arruina. 

Las fuerzas auxiliares son más peligrosas que las fuerzas mercenarias porque están unidas y controladas por líderes capaces que pueden volverse en contra del empleador. La principal preocupación para un príncipe debe ser la guerra, o su preparación, no los libros. A través de la guerra, un príncipe hereditario mantiene su poder o un ciudadano privado asciende al poder. Maquiavelo aconseja que un príncipe debe cazar frecuentemente para mantener su cuerpo en forma y aprender el paisaje que rodea su reino. A través de esto, él puede aprender mejor cómo proteger su territorio y avanzar sobre otros. Para su fortaleza intelectual, se le aconseja que estudie a grandes militares para que pueda imitar sus éxitos y evitar sus errores. Un príncipe que es diligente en tiempos de paz estará listo en tiempos de adversidad. Maquiavelo escribe: “así, cuando la fortuna se vuelva contra él, estará preparado para resistirlo” (Ibidem, p. 55). Maquiavelo dice que el príncipe debe optar por una milicia que esté conformada a base del reclutamiento ciudadano, entrenada por él. Por eso dice que debe leer y estudiar a grandes militares para usar en su milicia lo que ellos hicieron bien en el arte de la guerra y evitar que realicen los que estos hicieron mal; para la seguridad del Rey debe tener un ejército propio.

En tal sentido, y a modo de cierre, como asevera Várnagy (2000):

Comprendemos que si el Príncipe nuevo quiere mantener el control férreo de su principado tendrá que desarticular toda posibilidad de insurrección […] Comprendemos que si el Príncipe quiere conservar su dominación -es esta la gramática elemental de la política maquiaveliana-. debe procurar no alienarse el favor del pueblo y mantener simultáneamente a raya a los grandes […] Comprendemos, por último, que si el Príncipe nuevo no quiere ser esclavo de la Fortuna deberá procurar contar con fuerzas propias y asegurarse de su lealtad -y, como hemos visto, las armas mas leales son las de la milicia popular, que al luchar por la ciudad lucha por su propia causal (p. 141).

En líneas generales, aunque Maquiavelo no sea artífice de un pensamiento sistémico y articulado, no debemos comprender a los elementos como partes aisladas, sino como componentes indivisibles de un todo; como elementos necesarios para el mantenimiento del poder, para el resguardo del principado y para el éxito del Príncipe. No importan los medios, porque importa parecer; no importa la manera, porque importa llegar a destino; algunos dirán que no importan los medios, porque importa el fin; importa ganar el partido, y esa victoria, es la conservación del poder. Los componentes son, entonces, instrumentos, cuasi obligatorios, pero con el mero fin de llegar a destino. Quizá queda, como última reflexión, que la mejor manera es con la República, pero, al fin y al cabo, importa en cada principado particular, más allá de si es una República o no; y que, en última instancia, el poder es una herramienta no eterna, y que, para mantenerla, hace falta un buen ejercicio de la virtú.

Referencias

Grüner, E. (1999). La astucia del león y la fuerza del zorro: Maquiavelo, entre la verdad de la política y la política de la verdad.  En A. Boron, La filosofía política clásica: De la antigüedad al renacimiento (pp. 178-188). Buenos Aires: CLACSO-EUDEBA

Hilb, C. (2000). Maquiavelo, la república y la ‘virtú’. En T. Várnagy, Fortuna y Virtud en la República Democrática: Ensayos sobre Maquiavelo (pp. 127-147). Buenos Aires: CLACSO.

Maquiavelo, N. (2018). El Príncipe. Editor: Titivillus (Trabajo original publicado en 1513)

Sabine, G. (1994). Historia de la Teoría Política. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica

Touchard, J. (1961) Historia de las ideas políticas (Cap. 1 Sección I-IV). Madrid: Editorial TECNOS S.A.


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