El arma más poderosa de los Estados.
Desde siempre les hemos temido a la pobreza, a la desigualdad, a la enfermedad, a la ignorancia, al hambre, a la explotación, al subdesarrollo, a los bancos, a las farmacéuticas, a los empresarios, a los ricos, a la contaminación, a las armas, a la guerra, a la discriminación, a envejecer, al egoísmo, a las drogas e incluso a la sexualidad, hemos llegado a temerle a la policía, a las fuerzas armadas, a la incertidumbre, a mucho más y a todo esto siempre nos han dado una solución, nos han dado un gran salvador, nos han dado al Estado.
Leonard Quinde Allieri Director Nacional, Estudiantes por la Libertad Ecuador. Ingeniero Industrial. |
De todos los miedos que nos han vendido los políticos, si no son todos al menos una gran mayoría son precisamente a raíz del Estado. Los gobiernos que más han fracasado en el transcurso de la historia son precisamente los más asistencialistas, los más paternalistas, los más intervencionistas y al contrario los más exitosos son los que han dejado a sus ciudadanos ser responsables, cometer sus propios errores y aprovechar al máximo sus aciertos, gobiernos que han confiado plenamente en sus ciudadanos. Puede resultar inverosímil que a pesar de que la historia ha demostrado que la libertad funciona las personas aún sigan eligiendo políticos populistas mesiánicos, sin embargo, esto tiene una explicación y es que ellos se han encargado de carcomer la confianza entre los individuos fomentando el miedo haciéndoles sentir a los ciudadanos que si no fuera por ellos todo sería caos, terror y desesperanza.
Por lo que, desde mi punto de vista, el arma más poderosa de los Estados es el miedo, a través de ese sentimiento han logrado entrometerse cada vez más en la vida de las personas, por ejemplo, los servicios y productos hoy en día están regulados en muchos países a través de obstáculos técnicos al comercio que en la mayoría de los casos se argumenta -la mayoría de veces sin estudios que lo avalen- que es con el fin de salvaguardar la seguridad de las personas o sencillamente para evitar engaño al consumidor, es decir, se parte desde el principio de “culpable hasta que se demuestre lo contrario”, cercenando libertades basándose en la desconfianza y el miedo hacia los ofertantes.
Quienes promovemos las Ideas de Libertad tenemos el gran reto de comunicarles a las personas que a diario existen un sin número de momentos en los que estamos confiándoles nuestras vidas a otras personas, por ejemplo, al usar cualquier dispositivo esperamos que no tengan una bomba adentro o que no nos pongan veneno en la comida o que el chófer del bus no quiera lanzarse contra un edificio para acabar con nuestras vidas y la suya, lo cierto es que muy poco o nada puede hacer el Estado frente a los actos fortuitos que quieran cometer los individuos contra su prójimo y existen razones por las cuales no nos matamos todos entre todos, al contrario decidimos confiar y ser confiables.
Todas nuestras relaciones personales parten de una confianza mutua, en el mercado esta se refleja entre el comprador y el vendedor, esto se debe a que si no confiamos entre nosotros evitaríamos hacer la mayoría de las transacciones. Existen básicamente dos incentivos para no estafar/engañar a nuestros pares:
- Mantener una buena reputación que trae consigo que podamos mantener adelante nuestro negocio y obtener los premios económicos de nuestra actividad productiva/comercial/personal.
- Evitar el castigo (ex post) penal y social al que nos podríamos hacer acreedores si fallamos.
El discurso de la “prevención” no es más que una herramienta política, si tomamos en cuenta que es bastante ineficiente y virtualmente imposible regularlo todo en todo momento, por lo que carece de una justificación real para considerarse como necesario; a su vez existen mecanismos (rescatando la presunción de inocencia) que podemos aplicar luego, si llegásemos a ser víctimas de personas inescrupulosas, para lo que son necesarias instituciones mucho más fuertes que permitan realmente precautelar nuestra vida y nuestra propiedad.
Pero no solo es el temor o la desconfianza en el otro lo que nos hace darle mayor poder al Estado sobre nuestras vidas, también es el miedo que nos provoca pensar en ser responsables de nuestras propias vidas, siempre es más fácil culpar a alguien más por nuestros errores. Siempre es más fácil decir que fracasamos por culpa de terceros. Siempre es más fácil poner la carga de nuestras responsabilidades en los hombros de otros.
Tanto es así, que cuando nos enfrentan y nos dicen: “toma las riendas de tu vida, decide por ti mismo”, entramos en pánico. Hemos estado tan acostumbrados a responsabilizar a otros, que sólo alcanzamos a llenarnos de temor ante esa posibilidad.
En Latinoamérica, especialmente, crecemos con miedo a emprender, miedo a decidir, miedo a luchar por nuestros sueños, miedo a recibir críticas. Nos han llenado de tantos miedos que preferimos quedarnos como estamos, insatisfechos, pero relativamente tranquilos.
Y han sido los regímenes socialistas los que han generado gente autómata, gente que no vive plenamente, gente que sólo existe. La sumisión y la ignorancia a la que nos han sometido nos han hecho quedarnos solo con lo que se nos dice, y no buscar más allá.
También nos han infundido miedo al capitalismo. Nos han dicho que sus resultados son impredecibles, que son desiguales. El capitalismo, es cierto, no busca la igualdad. Es cierto que en este sistema siempre van a existir diferencias, ¿pero es acaso esto malo?
Cada persona tiene capacidades diferentes, cada persona tiene preferencias distintas. No todos quieren ser empresarios, no todos quieren ser líderes. Pero en libertad, en capitalismo, cada persona podrá elegir qué riesgos tomar, qué retos asumir, a qué ritmo avanzar.
Por eso, no necesitamos de un pequeño grupo de genios prodigios que creen que pueden controlar todas las inmensas variables que influyen en el comportamiento de las personas. En verdad, no necesitamos que un régimen nos indique el camino a seguir.
No necesitamos Estados que creen que saben que es lo mejor para cada uno de nosotros y nos obliguen a seguir sus planes aunque estos estén en contra de los nuestros, no necesitamos Estados que nos prohíban qué decir o qué pensar, no necesitamos Estados paternalistas, no necesitamos Estados con leyes e impuestos sin sentido, en definitiva, no necesitamos Estados que nos compliquen la vida.
Necesitamos cultura, necesitamos que cada uno de nosotros pierda el miedo a tomar el control de su vida. Necesitamos ser más valientes. Necesitamos que nos dejen ser y que nos permitan empezar a vivir, ya no sólo existir. Necesitamos libertad.
El primer paso para que los gobiernos nos den más libertad es exigírsela, pero para poder hacerlo debemos aprender a confiar los unos en los otros y en nosotros mismos, aprender que desde un inicio el ser humano vivió en sociedad y durante miles de años no se necesitaron líderes que ostenten el poder y la fuerza para imponer sus propias creencias, o las de una mayoría contra una minoría, que podemos llegar a llevarnos bien sin necesidad de tener un “Gran Hermano”.
Debemos también recordar que quienes nos gobiernan no son ángeles, que “si el hombre es el lobo del hombre”, entonces no le debemos dar a ese lobo tanto poder contra los hombres y debemos limitar su actuar, debemos mantenernos vigilantes ante ese lobo y dejar de hacernos los ciegos o los sordos, sobre todo debemos dejar de ser tan indiferentes a los abusos que se cometen en contra de nuestros compatriotas, parafraseando un dicho bastante típico: “No dejes que se cometan abusos contra otros que no te gustaría que se cometan contra ti.”
Es momentos de entender nuestra verdadera naturaleza como seres humanos, es momento de ser responsables de nuestras acciones y que no debemos permitir que unos cuantos individuos nos obliguen a hacer lo que ellos consideran debe hacerse, es momento de abandonar la idea de que el poder de cambiar el mundo o nuestras sociedades solo es posible mediante el uso de la fuerza, debemos comenzar a darnos cuenta de la gran importancia que tienen las ideas y como con la forma adecuada de comunicarlas podemos lograr mucho y sobre todo debemos ser valientes, entender la valentía no como la ausencia de miedos si no que a pesar de ellos busquemos actuar y luchar por un mundo cada vez más libre.
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