¿Quiénes son los desamparados?, son todas las personas que con diferentes grados de intensidad sufren las consecuencias que no paran de surgir durante la crisis social, política, económica, educativa y cultural que golpea gravemente al país, Don Mario Briceño Iragorry la definiría como “la crisis de pueblo”, estos seres humanos, ciudadanos de Venezuela se ubican en las grandes ciudades con mucha población en barriadas extensas (Caracas, Maracaibo, Valencia, Maracay, Barquisimeto, San Cristóbal)  y en los estados con menor importancia económica y mayor desigualdad entre los pocos bienes que hay allí (Delta Amacuro, Amazonas, Bolívar, Yaracuy, Vargas).



Una crisis por la falta de atención sobre los valores morales, que son tan necesarios para que una sociedad haya convivencia pacífica, no es que sea perfecta esa sociedad, pero si más justa, igualitaria, responsable, tolerante y por tanto libre y consciente que evitaría hasta cierto punto la aparición de algunos sectores políticos extremistas (tanto de izquierda como derecha) que en vez de ayudar a la nación a desarrollarse como ambas facciones profesan teóricamente desde sus ideologías y quieren imponerlas a la fuerza en muchos casos como es en Venezuela, solo mejoran las cuentas bancarias de pequeños grupos de poder, mientras el resto del pueblo sufre, tal y como hoy sufrimos los venezolanos, pero esto no es solo responsabilidad del gobierno represor sino también de la conformidad de todos los que viven en este país que no buscan mejorar la situación de todos por igual. Don Augusto Mijares en la compilación Coordenadas para Nuestra Historia explica lo siguiente, “Parece que en Venezuela vamos a tener también que pedir <protección para las minorías>, según la trajinada consigna internacional. Porque, aunque afortunadamente no tenemos minorías étnicas o religiosas expuestas al atropello, sí tenemos otras minorías condenadas a una pasividad absoluta, o por lo menos a hablar sin que jamás se les escuche. Me refiero a la minoría que estudia y reflexiona, en oposición a la mayoría que improvisa y fantasea; a la minoría que trabaja, en oposición a la mayoría que no quiere o no puede hacerlo; a la minoría que se duele de los males del país, en contraste con la mayoría que se encoge de hombros o hace chiste perversos; a la minoría que se ocupa de sus hijos y en los ajenos, ante la indiferencia de la mayoría que no preocupa ni por los unos ni por los otros. (…).Porque cuando un individuo se comporta de esa manera, con menosprecio a los derechos ajenos, lo natural sería que todos se uniesen para corregirlo o castigarlo. Pero lo más frecuente es que no suceda eso, sino que los pocos que se sienten asqueados y humillados por ese comportamiento del desvergonzado, buenamente bajan la cabeza y se alejan.” (Páginas 491 y 495). 

Todos los ciudadanos con mejores ingresos se quejan de que “la situación está dura” o que “todo está muy caro”, pero pareciera que no se dan cuenta que a pesar de éstas quejas contribuyen a que la situación se mantenga así, vendiendo y comprando como los empresarios y comerciantes especuladores, pagando y aceptando la corrupción y extorsión de los funcionarios públicos y demás criminales de pandillas, criticando todo lo que ocurre en el país (en lo económico y político) por las redes sociales o en la calle como en una conversación cualquiera pero sin hacer nada para que las cosas mejoren. Porque mucha gente se está beneficiando de alguna u otra manera de la crisis que les afecta a los más pobres. Augusto Mijares exponía lo siguiente, “No es mi intención hacer sarcasmos a expensas de los males nacionales, sino estudiar, con el dolor que debe inspirarnos, la realidad social del país. ¿Qué es lo que pueden hacer esas minorías sin voz ni conductores, frente a la mayoría que las ve con desdén o burla? Tal es la pregunta a que deseaba llegar.” (Página, 496).

Empecemos con los de la “nueva clase media”, así los defino, como las personas que viven individualmente o con sus familiares, y que a pesar de muchas circunstancias en Venezuela, desarrollan una capacidad de contención sobre todo lo malo que ocurre en el país. Muchos de éstos desde hace 4 o 5 años han podido disfrutar al menos de las ayudas económicas en remesas (dinero, ropa, comida) de algún familiar o amistad que vive en otro país (luego de que allá pueda establecerse económicamente trabajando y mantenerse para ayudar a sus compatriotas en Venezuela), fenómeno que se ha desarrollado con altos niveles de ingreso para el país y que les permite solucionar a gran medida con el dinero muchos de los problemas como de electricidad (compras de plantas eléctricas), gas doméstico (compras a proveedores privados y clandestinos), comida, productos de higiene y limpieza, y también ropa y calzado. Todo esto con la llegada de la dolarización ilegal ha hecho que las personas aquí en Venezuela dependan más para vender o intercambiar esas remesas de monedas extranjeras (reales brasileños, pesos colombianos, chilenos, argentinos, entre otros) o también en bolívares por dólares y euros para evitar algún tipo de devaluación. También, hay personas que en beneficio de lo explicado anteriormente y con suerte lograron establecer medianos y pequeños pero fructíferos negocios en sus casas o en algún otro local, situación que se ha propagado muy rápidamente desde hace 2 años cuando el dólar empezó a circular más formalmente, y que no está mal, porque genera la no dependencia de un salario gubernamental o de rendirle cuentas a algún jefe o patrón, pero por otro lado para mantener ese negocio deben ir al par con la inflación y la devaluación del bolívar, por tanto, sus precios no serán del todo razonables ni duraderos, pero si no lo hacen así, perderían el negocio y bajarían a los siguientes niveles socio económicos que hay en Venezuela actualmente.

Precisamente, está la clase “de los infortunados”, que fueron alguna vez de la clase media “estable” económicamente hasta hace 5 años, son de los grupos sociales que más sufren la crisis del país. ¿Por qué?, la gran mayoría de los ciudadanos pertenecientes a esta clase son profesionales, es decir, graduados en alguna universidad de cierta carrera que actualmente no es rentable por los bajos sueldos y la denigración social (hecho común) que ahora existe en torno a las profesiones como: Educación (todos los niveles de primaria, secundaria y superior), Medicina, Enfermería, Ingeniería (dependiendo en que especialidad, como la civil), Medicina Veterinaria, Economía, Geografía, Geología, Historia, Filosofía, Seguridad y Defensa (policías y militares), entre otras más. Estos venezolanos que no pudieron migrar a otros países a su tiempo por la crisis, no reciben “ayudas” económicas en remesas de nadie (tal vez tengan o no familiares que vivan en el extranjero, pero éstos no mantienen comunicación con los que están en Venezuela por cualquier razón), la mayoría de estos profesionales son personas mayores de 40 años que siempre se mantuvieron “conformes” en condición de asalariados, pero con la devaluación tan intensa del bolívar y la hiperinflación en dólares, muy pocos profesionales pueden gozar de algún sueldo (para el Estado o alguna empresa privada) que de mérito a sus conocimientos tan necesarios pero que no son acordes a la realidad venezolana actual, digo esto último porque es triste observar en cualquier área de una calle o avenida comercial en alguna comunidad, pueblo o ciudad como la economía informal toma cada vez más terreno, como si las personas aceptaran que ser vendedor callejero es más sano para todos (no denigro a los trabajadores informales, solo que éstos no generan un bien para la nación solo para sus subsistencias como personas), en vez de darle más valor a las profesiones que son más aún importantes porque de éstas surgen los cambios para hacer mejor el país y el mundo con personas honradas y comprometidas, son las voces de los desamparados ante los poderosos.  En este grupo social también se agregan a los venezolanos y algunos extranjeros que tuvieron negocios en un pasado (comercios o empresas) que perdieron por la crisis económica y la escasez durante los años 2013 a 2018, y en la actualidad para poder subsistir deben vender la poca mercancía que conservan, así seas libros, cuadernos o lápices. Augusto Mijares dice, “El conformismo al cual nos entregamos frente a esa situación, como si quisiéramos convencernos anticipadamente que es irremediable.” (Página, 486).

Ahora bien, los venezolanos que están en el extranjero son un caso especial, ya que solo el hecho de no estar en nuestro país, sus condiciones de vida se hacen más difíciles dependiendo de la suerte y el apoyo recibido en cualquiera de las naciones que tuvieron que escoger para poder migrar, entre las cuales están Colombia, Perú, Chile, Brasil,  Ecuador, Argentina, EE.UU, España, Panamá, Canadá, República Dominicana, Italia, Portugal, Uruguay e Irlanda. Y que éstos no afectan directamente las situaciones que ocurren en la realidad actual del país.  Por un lado están los casos de las personas (la minoría de los casos de migración) que están “estables” económica, social y administrativamente hablando, son documentados, con permisos de trabajo, buenos salarios que les permite enviar dinero a sus familiares en Venezuela, también tengan derecho a casarse, obtener la nacionalidad y también bienes materiales, gozan de beneficios. Pero por el otro lado de la moneda, están los muchos venezolanos que por la grave crisis que se vive en nuestra nación, solo por el hecho de no tener trabajo digno, un mal salario, no poder alimentarse propiamente ni a los suyos, hace que cientos de familias diariamente desde el 2016 huyan e ingresen ilegalmente  a Colombia, Ecuador, Perú, Panamá y Chile a pie por carreteras y ciudades desconocidas, entrando en territorios peligrosos por las mafias de secuestros y tratas de personas, sin conseguir empleo estable para subsistir, a merced de la geografía natural que ellos desconocen, con el riesgo de una deportación forzada o la cárcel y con los mal tratos xenofóbicos de los lugareños de cada país, y todo eso con la mirada indiferente de los gobiernos de los países vecinos a Venezuela, y por supuesto con la complicidad y el descaro cínico del gobierno central en Caracas que se burla del sufrimiento de todos los venezolanos dentro y fuera del país.   

Y finalmente, está la clase de los “desprotegidos”, son los venezolanos que más sufren las consecuencias de todo lo explicado en el libro 1 y los capítulos anteriores de éste, el número 2. Estos ciudadanos, carentes de derechos humanos e ignorados en sus derechos civiles por el gobierno central, han sufrido cada vez más por las malas acciones gubernamentales, la hiperinflación, la inseguridad, el hambre, la falta de empleo y de ayuda en familiares, las enfermedades, la soledad, la desesperación y la indiferencia de sus compatriotas. La gran mayoría de éstos en extremidad “desamparados” son los ancianos (muchos sin tener al menos la mísera pensión del Estado), niños y jóvenes con o sin padres que no logran poder conseguir trabajo para subsistir, siendo perfectos blancos del hambre y la enfermedad, y ser “carne fresca” para los criminales de las drogas, la prostitución, los homicidios y el robo. ¿Quién vela por estas personas?, ellos no tienen voz ni voto porque ni siquiera tienen un teléfono o computadora con internet para expresarle al mundo sus sufrimientos que cada vez son peores, esa situación puede ser “así” porque ellos la buscaron sentenciarían muchos ignorantes que por su más privilegiada vida piensan que muchos pobres lo son porque quisieron ser “así”, no porque los hicieron “así”. Augusto Mijares dice, “En ese <así>  están compendiados todos los infortunios nacionales: los innumerables niños que alrededor nuestro vemos crecer sin padres, vagabundeando a veces en manadas por las calles de la propia capital; el alcoholismo y las enfermedades que depauperan una gran parte de nuestra población; los millones de venezolanos que so una carga para los otros, porque ni producen ni consumen; la ignorancia y pasividad de las masas y el espíritu de facción de los políticos; la tragedia de una nación que no encuentra dirigentes espirituales.” (Página, 486). 

También es lamentable, no solo en este caso de los “desprotegidos”, sino también de otras personas que están padeciendo varios males al mismo tiempo que no reciben ayuda de nadie así estas desgracias sean visibles, los familiares, los vecinos y los amigos se alejan de las personas que están sufriendo alguna enfermedad, desempleo o pobreza, dándole más sufrimiento con la soledad. Rara vez aparece algún buen samaritano que desee ayudar por compasión sin pedir nada a cambio, eso es muy gratificante, ser y dar. 

Así mismo, todos estos problemas son simple consecuencia de todos los errores que se han cometido y que se cometen aún, situación que es común en la historia de la humanidad, las decisiones a puerta cerrada de un grupo de poder afecta casi siempre a la mayoría de la población, pero ¿si somos la mayoría en contra de esa minoría, por qué no hemos hecho nada para evitar que sigan haciendo de las suyas?, Augusto Mijares tiene la respuesta, no como predicción al futuro, sino porque para él los venezolanos y también (me tomo la libertad de incluir)  los demás latinoamericanos pensamos así, “El efecto moral y práctico de esa ignorancia ha sido desastroso. En relación con la moral colectivo ha engendrado la conocida y falaz generalización de que <esto siempre ha sido así>, con la cual nos desligamos de toda responsabilidad ante los males de la patria y nos creemos autorizados a olvidarnos <porque es inútil sufrir por eso>, como también suele decirse. Desde el punto de vista práctico, nos hace vivir en perpetua faena de improvisación y de olvido, sin continuidad en nuestros propósitos, sin fe ni objetivos, a semejanza de un hombre que hubiera perdido la memoria y en la situación espiritual de los pueblos más primitivos.” (Página, 516).  Precisamente es fundamental esa oración “un hombre que hubiera perdido la memoria”, los venezolanos y los latinoamericanos en general somos parte de una cultura del “olvido”, ¿cómo es eso?, ese fenómeno explica como en los últimos tiempos los cambios políticos de la derecha a la izquierda y viceversa, en ese juego populista y demagógico, que ha hecho mucho daño a todos nuestros hermanos, las personas no se cansan de eso y pareciera que les encanta que un mismo grupo de poder que cambia de máscara en discursos y promesas vacías les controle sus vidas, los pocos que somos conscientes y criticamos eso somos acallados por el poder y  por el pueblo conformista.   Ciertamente, la desigualdad y la injusticia son ahora más fuertes, evidentes y cotidianas que cuando eran los primeros años de esta crisis política y económica que afecta gravemente a la ciudadanía de muchas formas, pero la politización es una de las grandes responsables de los problemas del país desde tiempos atrás, Augusto Mijares sentencia magistralmente un hecho que es totalmente verídico, “¿Cuál es la situación del venezolano que no tiene carnet político ni está amparado por otro Gremio? Es un indocumentado en su propio país. Un indocumentado que tiene que sufrir todos los atropellos y extorsiones de los privilegiados de arriba y de los privilegiados de abajo; la negligencia y el desdén con que se lo conceden los servicios públicos, y los fraudes y asechanzas que se van multiplicando en las relaciones privadas, porque una igual y reiterada impunidad, en ambos sectores, los deja sin defensa. Es un indocumentado que ni siquiera tiene patria, porque también la imagen de la patria se hace odiosa o menospreciable cuando ya no significa ni protección ni dignidad. Un indocumentado, un plebeyo. Con todo lo que esta palabra significaba cuando los plebeyos se les llamaba pecheros, porque su único privilegio era el de pagar impuestos. Un indocumentado que acosado por el resentimiento, se entrega a la protesta pasiva de trabajar lo menos posible, o a la protesta agresiva de los disturbios anárquicos o de la criminalidad.


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