En la reciente publicación de mi nuevo libro, “La batalla cultural: la importancia de un liberalismo popular” hago una mención especial a las organizaciones liberales, pero sobre todas las cosas a quienes formamos para emprender dicha batalla: los comunicadores.
Un líder por la libertad tiene que estar en todo momento preparado para comunicar, pero esto es más que un simple acto reflejo, en dicha acción habita la memoria de su aprendizaje.
Día a día desde que soy parte de esta organización (tanto en mi etapa como Coordinador Local, y luego en la Dirección Nacional de Argentina, posteriormente en la región Cono Sur, y finalmente Academia en la actualidad) he buscado la forma de transmitir el liberalismo de manera sencilla frente a los diversos tabúes, estigma o percepciones que pudieran tenerse sobre nuestras ideas. Sin embargo, déjenme decir que muchas de ellas tienen que ver con errores propios que los mismos liberales hemos cometido.
Cuando oímos hablar del elitismo liberal para referirse a las denominadas oligarquías del pasado o a los defensores de riqueza en el presente, no estamos asistiendo solo a un error de concepción por parte de nuestros adversarios, ha fallado nuestra comunicación. La palabra trabajador es muy difícil de ser escuchada en nuestro ambiente, sin embargo hablamos todo el tiempo del comportamiento empresario, ¡y que no toquen su riqueza!.
No está mal defender la figura empresarial, ya que es quien crea condiciones laborales producto de sus inversiones, pero para que el liberalismo llegue mucho más, debemos imprimirle un estilo popular. Doña Rosa, dueña de un almacén tiene que remarcar seguido los precios al ritmo de la moneda nacional que se deprecia; Don Pepe, el panadero, no llega a fin de mes con todos los impuestos que tiene que pagar, sus ahorros se están consumiendo y no puede prescindir de su empleado, ya que si lo hace, las regulaciones son tan invasivas que el trabajo de tantos años será tirado a la basura.
Los casos recientemente mencionados no difieren del de muchos individuos que pasan por condiciones adversas producto de constantes políticas fallidas y asfixiantes; un trabajador entre tantos aportes e impuestos llega al tercer día de su cobro con la mitad (si no es que mucho más) de su sueldo, y por cada cosa que éste consuma a lo largo del mes, casi la mitad, irán a las arcas estatales.
Frente a este panorama, y lo que normalmente se entiende o se percibe como liberalismo, tenemos una doble misión: una, educarnos y decodificar todo el conocimiento; dos, saber comunicarlo.
Las frases de Friedman pueden ser geniales para nosotros aunque posiblemente sin ningún tipo de valor para quienes las oyen, la labor de un líder por la libertad es educarse y decodificar el conocimiento de tal forma que pueda ser sencillo de explicar, así podrá comunicarlo de mejor manera y podrá captar la atención adaptándolo y dando respuestas al acontecer diario de las personas.
Es nuestra tarea como líderes por la libertad no solo emprender en batalla cultural para poner a nuestras ideas sobre la mesa en un marco hegemonizado por la izquierda, es también desprendernos de lo que podemos transmitir sin darnos cuenta, y encontrarle el lado potable para concretar mejores resultados, llegar a quienes deben conocer los beneficios de la sociedad libre y su progreso.
Las ideas cambian al mundo solamente si son bien comunicadas.
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