¿Y si un gobierno pudiera anticipar cada decisión que tomamos? ¿Y si creyera que, con suficientes datos, puede diseñar una sociedad perfecta? Esta es la ilusión peligrosa que James Scott introduce en su libro “Seeing like a State”: el concepto de alto modernismo, una confianza excesiva en el progreso tecnológico, donde las élites intentan rediseñar la sociedad mediante planes centralizados.
Tiene tres elementos necesarios: la aspiración de una administración de ordenar la sociedad, el uso irrestricto de la fuerza del Estado como instrumento para alcanzar estos diseños, y una sociedad civil débil y sumisa que no puede resistirse ante estos planes.
A través de la historia, existen varios ejemplos de Estados autoritarios que cumplían con estas tres características, como lo fue la Unión Soviética, que fracasó por la imposibilidad de centralizar el conocimiento. Pero existe una diferencia entre el alto modernismo del siglo XX con el que vivimos ahora: la tecnología avanzada, que ha abierto nuevas puertas para la vigilancia y control sobre la sociedad.
Tenemos una gran cantidad de datos al alcance de nuestros dedos. Si el problema de una economía socialista es que un gobierno es incapaz de contar con toda la información necesaria para tomar decisiones correctas, la cantidad de información recolectada hoy podría ofrecer una falsa, pero tentadora, solución a ese problema.
¿Hasta qué punto puede la tecnología ayudar a predecir la acción humana? Las redes sociales cuentan con un sinfín de información sobre cada uno de nosotros, sobre nuestros gustos, preferencias, opiniones. Aquí hay un punto de peligro para el alto modernismo: podría ser increíblemente tentador pensar que la cantidad de datos y la capacidad de procesamiento, podría hacer factible un Estado central que planifique todo, pues ya no existiría el problema del conocimiento disperso. Lo cual es falso, pues los algoritmos procesan patrones, pero no comprenden motivaciones ni juicios de valor humanos.
Esto lleva al tema de la invasión de la privacidad. Nuestros dispositivos electrónicos guardan mucha información personal, mucho sin que nosotros nos demos cuenta. Y cuando esto se lleva al extremo suceden casos como China, donde el Estado utiliza la tecnología para vigilar de cerca a los ciudadanos. Con cámaras en cada rincón, equipadas con reconocimiento facial y otros datos biométricos, pueden rastrear los movimientos de todos.
Incluso hay un caso externo en Xinjiang, donde, con la excusa de monitorear a posibles terroristas musulmanes, tienen un sistema donde registran todo, desde el color del carro hasta cuánta energía utilizan. Entonces, esta idea de una sociedad utópica, guiada por la tecnología, podría abrirle el camino a una completa invasión de nuestra privacidad, donde perdemos por completo nuestras libertades.
En una sociedad así, se cumplen los tres requisitos de Scott, a un nivel mucho más aterrador que antes. La tecnología y el análisis de datos le dan al Estado la capacidad de diseñar una sociedad perfecta, y el completo conocimiento de nuestro actuar dificulta la resistencia.
¿Cómo podemos hacer para resguardar nuestras libertades en la era digital? La tecnología, así como cualquier otra herramienta, puede tener buenos y malos usos. Por ejemplo, las criptomonedas han ayudado a activistas y exiliados de Venezuela o de Hong Kong, permitiéndoles recibir dinero a través de un medio no controlado por el Estado opresor. Navegadores como Tor han permitido la libre difusión de ideas y de información, protegiendo con el anonimato a quienes temen expresar ideas disidentes.
Es necesario oponernos firmemente a legislación que permita que el Estado tenga cada vez más acceso a nuestros datos, como la ley de protección a menores en redes sociales en la Unión Europea, que es un disfraz, prometiendo seguridad a cambio de hipervigilancia.
En conclusión, es importante estar en constante vigilancia de nuestras libertades ahora más que nunca, pues la era digital trae consigo nuevos peligros, dándole nuevas herramientas al Estado para violar nuestra privacidad y nuestros derechos. La tecnología le da un mayor atractivo al alto modernismo, creando la ilusión falsa de que el análisis de datos permitiría predecir a los humanos y así poder diseñar una sociedad perfecta, a merced de los “científicos” y otros visionarios. Por eso, como dijo Thomas Jefferson, “eternal vigilance is the price of Liberty”.